lunes, diciembre 27, 2010

Ahora son leyenda



David Ponce
(El Mercurio Online)
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El periodista y profesor Rodrigo Pincheira es el autor de "Schwenke & Nilo: leyenda del sur", libro de entrevistas en profundidad con el dúo sureño que desde su inicio en 1979 ha sido uno de los puntales del movimiento del Canto Nuevo. Este fin de semana el volumen será lanzado, en vivo, en Santiago.
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Son pasos sucesivos los que han aproximado al profesor y periodista Rodrigo Pincheira Albrecht a Schwenke & Nilo. El último hasta ahora es el libro "Schwenke & Nilo: leyenda del sur" (2010), resultado de extensas conversaciones entre Pincheira y el dúo, que será presentado este fin de semana con actuaciones del propio grupo en Santiago (ver recuadro). Pero la historia previa se remonta casi en paralelo a los orígenes de este dúo, puntal del movimiento del Canto Nuevo surgido en Chile a mediados de los años '70.

"Estas conversaciones son el fruto de intercambio de ideas, conceptos y vivencias sostenidas durante más de veinte años", anota el autor en una de las primeras páginas del libro. La dupla entre Nelson Schwenke (voz) y Marcelo Nilo (voz y guitarra) se inició en Valdivia en 1979 y es responsable de canciones como "Lluvias del sur", "El viaje", "Entre el nicho y la cesárea", "Pate' vaca", "Con datos de la Unicef" o "Mi canto" grabadas en sus ocho discos entre 1983 y 2004. Y Pincheira recuerda a su vez haber tenido una primera noticia de Schwenke & Nilo en Puerto Montt, donde vivió entre 1979 y 1988 y condujo un programa de música chilena en la radio Coral FM. Poco después los vio tocar por primera vez en un colegio puertomontino, en 1986 conoció a Nilo en la organización de conciertos benéficos a raíz del cáncer linfático que fue diagnosticado a Schwenke en ese tiempo, y a comienzos de los '90 asumió como editor de la sección cultural del diario "El Sur", época en la que retomó el diálogo.

-Ahí se fue acumulando, macerando ese material de lo que no se dice, lo que se comenta para callado, en voz baja, los chistes, los detalles, las historias ocultas, los comentarios sabrosos, pero más que nada opiniones, juicios, pareceres sobre muchas cosas artísticas y de la realidad social y personal -dice Pincheira-. Diría el "intrarrecital". Eso era periodismo puro, pues creo que un comunicador que no está cerca de lo que hace no puede hacer periodismo. Hay que saber en todo caso mantener distancias para resguardar esas pretendidas objetividades que exige la profesión. Así he franqueado ciertas barreras de lo público y lo privado, no de lo íntimo. Mucho de ese material está en el libro. Mis preguntas son con conocimiento de causa, de esas causas y azares, como diría Silvio (Rodríguez).

-¿Qué ventajas tiene haber elegido el formato de conversación?
-La ventaja es que somos las mismas personas conversando. No había que hacer ningún preámbulo ni pautear nada ni poner barreras ni obviar algunas preguntas. Era hacer lo que habíamos venido haciendo todo este tiempo, con naturalidad, profundidad y confianza. Creo, además, que la entrevista es un poco rígida. Me gusta más la conversación, un asunto dialogado, de intercambio de opiniones.

-¿Siempre tuviste claro que el formato del libro iba a ser éste? ¿No consideraste escribir una biografía o un ensayo?
-Desde un comienzo pensé que este libro debía ser así, no un ensayo o una biografía. Era  recuperar y poner al día esas conversaciones que habíamos sostenido todos esos años. Estos más de veinte años de intercambio amistoso y de trabajo han sido un aprendizaje constante, porque ellos abrieron algunas puertas, yo abrí otras y eso me permitió estar en otra dimensión de amistad y del sentido del trabajo cultural. Nelson y Marcelo me han enseñado muchas cosas que ellos ni se sospechan: humildad, calidez, oficio, consecuencia, compañerismo y el sentido profundo que tiene este trabajo desde el lado de ellos. Lecciones siempre necesarias para la vida, al fin de cuentas.
Ética del sur: suralidad
Un antecedente para esta publicación es el libro "El viaje de Schwenke y Nilo" (1989, editorial Tamarcos), subtitulado "Estudio introductorio a un proyecto musical y poético", de autoría del poeta Clemente Riedemann, estrecho colaborador del Schwenke & Nilo desde sus inicios.

-Es un cancionero al que Clemente agregó un ensayo socio-literario-musical. Y de todas maneras es un referente, pues se trata de una mirada también desde dentro sobre el trabajo del dúo -reconoce Pincheira-. No podíamos abordar lo que allí se había analizado, había que buscar por otro lado, por otras vertientes. En todo caso, son muy pocos los grupos en Chile que tienen dos libros sobre su trabajo.

-¿Cómo dirías que las canciones del grupo han retratado los distintos momentos históricos recientes de Chile?
-Nelson (Schwenke) habló alguna vez de canciones como tatuajes. Así siento que están pegadas en muchas personas. Las canciones no han cambiado, el que ha cambiado es el país. Es un asunto del punto de vista del observador, como Dalí cuando miró al Cristo crucificado desde arriba, no desde abajo. Las canciones más coyunturales han ido quedando en un segundo plano porque quizás perdieron su razón de ser inmediata. Las que siguen vigentes son las que tiene elementos permanentes. Su humanidad las sostiene, la verdad que hay en ellas no tiene discusión. Estoy pensando en "El viaje", "Mi canto", "Uno se va quedando", "Aunque sólo tuviera", "Lluvias del sur", "Nos fuimos quedando en silencio", "Entre el nicho y la cesárea" o "Hay que hacerse de nuevo cada día", entre muchas otras.

-¿Qué se mantiene en sus nuevas canciones respecto de las primeras, y qué ha cambiado?
-De aquellas primeras canciones se ha mantenido en las nuevas un asunto existencial, ciertos cuestionamientos socio-políticos de la realidad, algunas interrogantes de los misterios del hombre como la muerte o la existencia de estos agitados días y las preguntas de siempre: ¿para dónde vamos, qué queremos como sociedad, qué pasa con nuestra emocionalidad? Sigue también una ética del sur, una suralidad, que es un modo de ver y sentir el mundo, un habitar de otra manera, quizás en otro país, en el país del Sur, conectado con esa relación entre el hombre y la naturaleza, en una mirada de alteridad de antropológica y poética.
Iluminaciones, heraldos negros o el paraíso perdido
Ocho discos, uno de ellos una antología grabada en vivo en 2000, conforman el patrimonio de Schwenke & Nilo: son Vol. 1 (1983), Volumen II (1986), Vol. 3 (1988), Vol. 4 (1990), Volumen 5 (1993), Volumen 6 (1997), 20 años - Crónicas de un viaje (2000) y Volumen 8 (2004).

-Me atrevería a decir que las canciones del volumen 8 están conectadas con las del volumen 3, un maravilloso disco que hay que redescubrir -propone Rodrigo Pincheira-. En ambos hay una actitud recogida, íntima, existencial, pero también llena de sueños, ilusiones y de gran futuro. "Aunque sólo me dieran alfabetos menores para decir lo que pienso con mi limpia camisa", sostienen en "Aunque sólo tuviera". Es posible que el tiempo en las canciones de Schwenke & Nilo sea un asunto ficticio. Lo de ayer es hoy y viceversa, a pesar de sus canciones representan un momento específico.

-"Sin nada de retórica, aunque usando la metáfora", escribes en la presentación del libro, a propósito de las letras del grupo. ¿Puedes hablar más de esa idea? ¿La metáfora no es retórica necesariamente?
-El dúo utilizó una poética y un imaginario que desdramatizó ese aciago presente mediante lenguajes menos estructurados, más alegóricos y metafóricos, y construyó un contradiscurso crítico de múltiples dimensiones humanas, poéticas, antropológicas y políticas. (La escritora y crítica cultural) Nelly Richard interpreta los códigos culturales de la resistencia a través de la novedosas lecturas del lenguaje comunicacional del arte que sobrevivió a la catástrofe, "donde la contingencia histórica", apunta ella, "puso a prueba la inteligencia y la sensibilidad de los actores culturales, quienes construyeron discursos simbólicos". Algunas canciones del dúo asumieron un lenguaje subliminal que no soslayó la ironía ni el desenfado.

-¿Entonces por qué dirías que ellos trascienden más por sus canciones no irónicas y tienen esta imagen de melancolía y tristeza, de la que también hablan en el libro?
-Cualquiera que haya ido a un recital de los Schwenke y Nilo sabe que el humor, la ironía, son recursos que Nelson utiliza de manera permanente. Sus comentarios, apuntes, chistes, reseñas, son parte de otro recital, pero tengo claro que es para quitar el espesor dramático que tienen estas canciones -dice el autor, y en el libro cita canciones como "El viejo pop", "Mi rey", "Yo soy de esta generación" y "Pate' vaca" como evidencia de esa mirada irónica.

"También es una manera de hacerle una mueca a la tragedia, a la tristeza, al horror, al temor", continúa. "Esas canciones que denominas como tristes y melancólicas pertenecen al carácter integral de la vida. Su humanidad está anclada en el mundo real y en sus procesos de cambio y desarrollo, llena de descubrimientos y encuentros, de crítica y ternura, de amor por los otros y de potentes desafíos. Esa alteridad que subyace en ellas ilumina el fondo del inconsciente colectivo, despertando conciencias, sentimientos e impulsos, sosteniendo esa condición imprescindible de la cultura como un don especial, como su 'segunda naturaleza'. Su exigencia y universalidad nos recuerda el paraíso perdido, ese 'algo extraviado' al que necesitamos volver. Y cuando eso se produce hay una vibración muy potente. Algunas personas caricaturizan diciendo que son los pegados, los nostálgicos, los melancólicos. Aún no han entendido que es una conexión vital y existencial. Iluminaciones, diría Rimbaud, Heraldos Negros el Cholo Vallejos, o el paraíso perdido de Jorge Teillier".
Cargos, carguitos & carguetes
-En al menos un par de momentos del libro Schwenke & Nilo se muestran críticos de su propia generación, tanto de gente que bajó los brazos como de otros que ganaron puestos de poder en la era de la Concertación. ¿Cómo ves al dúo en ese contexto, distanciados de sus compañeros de generación? ¿Son un grupo incómodo por eso mismo?
-Los que cambiaron son los otros, los compañeros de generación, Schwenke & Nilo no. No sé si fueron todos, pero se produjo este desplazamiento, por cargos, carguitos y carguetes. Entonces, como dice la canción, "Nos fuimos quedando en silencio, nos fuimos perdiendo en el tumulto, nos fuimos acostumbrando a aceptar lo que dijeran… cambiamos monedas por la libertad y se nos fue pudriendo la conciencia".

"Aquí uniría la estética con la ética", continúa Pincheira. "Las canciones del dúo claro que son un potente llamado de atención, un remezón a la conciencia, a la realidad, que desgraciadamente desde hace treinta años sigue casi igual. Eso es lo terrible, que ese estado de cosas sigue inalterable. Por eso que al dúo no lo invitaban a las celebraciones de la Concertación, para que no les fueran a aguar la fiesta. Pero, curiosamente, algunos de ellos van a los recitales, tal vez por nostalgia o para decirse a sí mismos 'esto fui y ahora estoy aquí'. Una mirada al espejo muy potente.

-En una de las preguntas del libro tú planteas "me parece que hoy entre los cantautores jóvenes no está el canto tribal". ¿A qué te refieres y en quiénes echas de menos ese canto tribal?
-Ésa es una tesis personal. Creo que aún no tenemos al cantor de la tribu, al que nos represente a todos, como pudieron ser Víctor Jara o Violeta Parra, parafraseándola con "el canto de todos que es mi propio canto". El canto joven de la tribu tiene una necesidad muy grande de expresarse, de decir-se, pero aún en estado inmaduro. Falta rigor, calidad, espesor poético, oficio, sufrimiento, y el colectivo está un poco lejos. Es como un canto del iPod acicateado por la prensa que busca al Bob Dylan o al Tom Waits chilenos de manera desesperada, en un ejercicio muy dañino. Tal vez Manuel García pueda escaparse un poco de esto.

-¿Ésa es una diferencia con el Canto Nuevo?
-En el Canto Nuevo hubo una sintonía con el colectivo, con la tribu,  desde el reclamo altivo a la angustia existencial. "A mi ciudad", de Santiago del Nuevo Extremo, es un himno a la soledad. "El viaje" (de Schwenke & Nilo) es una mirada al país real. Y "El hombre es una flecha" (de Eduardo Peralta), un canto a la libertad. Todos anhelos y situaciones comunes.

-En el libro también haces la prueba de reducir el Canto Nuevo a esos tres nombres principales: Eduardo Peralta, Schwenke & Nilo, Santiago del Nuevo Extremo. Pero ellos no te compran y al revés mencionan a mucha más gente: Hugo Moraga, Eduardo Yáñez, Sol y Lluvia, Carlos Justiniano, Daniel Campos, Aquelarre, Abril, Juan Carlos Pérez, Cantierra. ¿Crees que es un acto de generosidad de Shwenke & Nilo, o efectivamente consideras que pocos músicos del Canto Nuevo trascendieron?
-Esta idea de la Santísima Trinidad del Canto Nuevo es sólo una síntesis, una reducción. Porque hay muchos otros que participaron de este movimiento musical. Fue un colectivo enorme donde están los nombres que mencionas y otros más. Nelson y Marcelo están muy convencidos, más allá de su generosidad, de que así fue. Pero creo que, como en todo proceso, son pocos los que trascendieron. Además de Schwenke & Nilo, Eduardo Peralta y Santiago del Nuevo Extremo, que ha tenido ahora un segundo aire de la mano de Luis Le-Bert, hemos sido muy injustos con Hugo Moraga, uno de los grandes autores, y Sol y Lluvia, que siguen cantando como en sus mejores días.
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(c) Ponce, David (2010) Schwenke y Nilo: Ahora son leyenda. Santiago. El Mercurio Online.
(c) SURALIDAD Antropología poética de Chile
http:suralidad.blogspot.com
suralidad@gmail.com


martes, octubre 12, 2010

Hablar de igual a igual con el otro distinto

Luis Marileo Cariqueo, comunero mapuche de Chol Chol.
Nota de Clemente Riedemann
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La revisión de los diversos parlamentos sostenidos entre los mapuches y el poder central, colonial primero y republicano después, ilustra y otorga criterios suficientes para comprender las dificultades del diálogo que se vive en nuestros días entre las mismas partes. Existe de por medio una concepción distinta de la temporalidad y de la interpretación del derecho, como contexto de estas conversaciones.
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Para los mapuche, que poseen una visión holística de la realidad, el diálogo del presente puede interpretarse como una continuación del proceso histórico de los parlamentos iniciados en 1643 con las llamadas “paces de Quilín”, seguido por los tres parlamentos de Negrete (1726, 1771 y 1803) y el de Tapihue en 1825.
Para el Estado chileno y acaso para el conjunto de la sociedad chilena “blanca” se trata de un conflicto puntual, instalado artificialmente por los mapuche sobre una situación política, territorial y económica ya zanjada con la llamada Pacificación de la Araucanía. Ésta, según el abogado José Lincoqueo Huenumán, fue una estrategia empleada por el Estado central para institucionalizar el despojo de los territorios indígenas, a fin de instalar el sistema de la propiedad privada y la explotación sistemática de los recursos según el modo de producción capitalista.
Lo trascendente es que Lincoqueo, como abogado que es, dice lo que dice desde una nueva interpretación del derecho, apoyándose en los acuerdos del Parlamento de 1803 y refrendados ya en el periodo republicano durante el gobierno de Ramón Freire. El tratado suele ser interpretado como un reconocimiento oficial de la independencia de la nación mapuche.
Esto es correcto si se considera que se aceptaba a los indígenas una soberanía efectiva sobre su territorio. Esta soberanía no era limitada sino por acuerdos propios de una alianza convencional entre dos naciones, como asegurar el libre tránsito para ciertos dignatarios o evitar el paso franco de los enemigos del aliado.
Pero el tratado también consideraba una fórmula conceptual de cesión de independencia. De acuerdo al acta española, los loncos mapuches reconocieron al rey de España como señor y le juraron vasallaje (algo muy similar a lo que planteó José Miguel Carrera en el inicio del proceso independentista), en tanto quedase establecido que ellos eran soberanos en sus tierras. Lo cierto es que la aceptación del señorío del rey o de la autoridad republicana no ha sido tema de conflicto para los mapuche.
No se trata de una lógica que se contradice, sino de una manera pragmática de pensar la realidad. Para los winkas era y es muy importante el reconocimiento de esta lealtad en términos de su protocolo conceptual y simbólico. Para los mapuches, a quienes les interesaba entonces y ahora conservar la soberanía sobre sus territorios, se trata de una dádiva sin mayor significado práctico.
En 1999 el Relator Especial de las Naciones Unidas para tratados, Miguel Alfonso Martínez, concluyó que los acuerdos alcanzados por parlamentos generales, como el de Negrete, podían asimilarse al estatus de un tratado internacional entre la corona española y el pueblo mapuche.
El caso, visto desde esta nueva óptica de interpretación jurídica, reviste una dimensión surrealista: todo lo que el Estado y los privados han construido en los territorios indígenas se habría hecho como resultado de una apropiación ilícita. Ni siquiera tendrían validez legal los cargos del gobierno interior, ni las representaciones parlamentarias en los distritos radicados en esos territorios. (1)
Como quien dice, una carta demasiado fuerte a la hora de parlamentar, por lo que se deduce que las conversaciones actuales no podrán concluír con el término de la huelga de hambre, sino, por el contrario, recién comenzarán.
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(1)   “Al estar el Parlamento de Negrete incorporado en la legislación chilena, excluye toda la legislación chilena al sur del Biobío. Excluye todo el sistema de la propiedad privada, excluye la posibilidad de que haya diputados, senadores, presidentes de la república y todo el sistema institucional del Estado de Chile” (Ramos Fuentes, Daniel: Ofensiva legal mapuche. Entrevista al abogado José Lincoqueo. En Enlace mapuche internacional, http://www.mapuche-nation.org/espanol/html/articulos/art-03.htm).
(c) Clemente Riedemann 2010.
(c) SURALIDAD Antropología Poética de Chile 2010.

jueves, octubre 07, 2010

Literatura underground


Baldomero Lillo y uno de los 33 Mineros de Copiapó.
Nota de Clemente Riedemann
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La literatura realista convencional no tiene que disculparse ante las ficciones de moda por referirse de modo directo a la dimensión trágica o dramática de la experiencia humana. Sus descripciones hicieron una buena parte en la construcción del humanismo moderno, una línea de escritura que fue siempre crítica con la complacencia y la obliteración. Por lo demás, los hechos de realidad demuestran siempre su capacidad para igualar y aún superar el imaginario de los escritores.
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Como en la novela de A. J. Cronin Las estrellas miran hacia abajo (1935) o los relatos estremecedores de Subterra (1904) de Baldomero Lillo, obras ambas que eran parte de la lectura obligatoria en los liceos en los sixties, los sucesos de la mina San José en Copiapó, donde 33 obreros quedaron atrapados a 700 metros de profundidad luego de un derrumbe en el túnel de acceso, nos trae de regreso el temple de carácter de los trabajadores de los minerales, expuestos siempre a los accidentes sísmicos, la imprevisión en los sistemas de seguridad, las tecnologías incompletas o las condiciones laborales inadecuadas.
Cronin ejerció como doctor en varios hospitales antes de servir como cirujano en la Royal Navy durante la Primera Guerra Mundial. Después de la guerra comenzó una práctica en un área minera en la zona de Gales del Sur y fue designado Inspector Médico de Minas. Utilizó sus experiencias sobre los efectos de la industria minera sobre la salud de los trabajadores para sus novelas posteriores, La ciudadela, situada en Gales, y Las estrellas miran hacia abajo, situada en las minas de carbón del noreste de Inglaterra. Su punto fuerte eran sus habilidades, su poder de observación y descripción gráfica, mezclando realismo, romance, y crítica social.
Lillo nació en la ciudad minera de Lota, en la que pasaría toda su infancia y parte de su adultez. Por razones económicas debió dejar sus estudios en el segundo año de humanidades para ponerse a trabajar como empleado administrativo en una de las pulperías mineras. Este trabajo le dio tiempo para la lectura, afición en la que lo inició su padre, y además le permitió conocer la realidad de los mineros del carbón de su Lota natal, la que plasmaría en sus obras, especialmente en Subterra y Subsole. Los temas de sus cuentos estuvieron siempre vinculados a los sectores marginados y explotados de la sociedad chilena.
Ambos autores escribieron una literatura que contribuyó en la formación de una conciencia social sobre el problema de las condiciones de seguridad en el trabajo en las minas. Al describir con detalle y conmiseración la enfermedad, el sufrimiento y la muerte del trabajo bajo tierra, Lillo y Cronin sacaron a la superficie y pusieron a la vista de todos la necesidad de mejorar las condiciones laborales en lo que se refiere a la salud, la seguridad y la justa retribución. En América Latina esos beneficios básicos aún están pendientes para la mayoría de los trabajadores, es decir para casi todos quienes miran por televisión las alternativas terribles de estar enterrado vivo, una experiencia que se consideraba sólo como una parte de la ficción literaria.
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(c) Clemente Riedemann 2010.
(c) SURALIDAD Antropología poética de Chile

martes, octubre 05, 2010

Gioconda Belli :"Convertir la vida cotidiana en sujeto de la política"



Por María José Errázuriz L.
(Fuente: EMOL, publicado el 30 de septiembre de 20210)

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Gioconda Belli asegura que lo suyo no es un discurso feminista, sino “hembrista”, esto es, la exaltación de la mujer. O sea, “agarrar todas nuestras cualidades, todo lo que somos y convertirlo en una fortaleza tremenda, no arrepentirnos de ser mujer, no andar justificándonos por serlo, no andar queriendo aparentar.”
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-Tienes un pasado como revolucionaria. ¿Eso tiene alguna expresión a través de tu escritura?
Sí, la guerra en sí, nunca me gustó, fue un recurso que hubo que emplear porque había una dictadura que no se podía derrotar de otra manera, pero a mí me encanta la política, el arte, la obligación y la responsabilidad de cambiar la realidad para que sea mejor.


-Esto está muy ligado a lo que se trasluce en tu escritura que son los temas de derechos y libertades.
Claro, es algo que tengo bajo la piel. Me da mucha rabia que no hayamos podido las mujeres todavía, obtener el respeto y el lugar que nos merecemos en la sociedad, pero creo que tal vez, como en todas las cosas, necesitamos usar métodos diferentes, necesitamos plantearnos el problema de otra manera. Entonces mi idea es discutir cómo podemos lograr un país de las mujeres, donde el sentido común, la seducción, el humor, nos ayuden a cambiar la realidad. Empezar a cambiar la realidad de una manera como lo haríamos nosotras las mujeres, que no es como lo hacen los hombres. Ellos piensan en lo macro y esta propuesta es que la felicidad parte por casa, hagamos el ‘felicismo’ que es una provocación de decir que las ideologías fracasaron y los hombres lo intentaron y ahora le toca a las mujeres de hacer una que busque la felicidad de la gente y que no se enredará en tanta formulación teórica.


-¿Calificarías tu escritura como una escritura feminista?
Creo que el feminismo, desafortunadamente, se ha contaminado de mucho bagaje, de mucho prejuicio que no le corresponde. Soy una gran admiradora de todo lo que el feminismo ha hecho por la mujer, pero creo que necesita una infusión de pimienta, de nueva vitalidad, energías y miradas.


-Hablas de un estado superior, el hembrismo. ¿Cómo lo defines?
El hembrismo es la exaltación de la mujer, o sea, agarrar todas nuestras cualidades, todo lo que somos y convertirlo en una fortaleza tremenda, no arrepentirnos de ser mujer, no andar justificándonos por serlo, no andar queriendo aparentar. Cuando las mujeres llegan al poder, lo primero que tratan de probar es que son tan buenos hombres como cualquier hombre.


-¿Ese es el gran daño que le ha hecho el feminismo a la mujer?
No, fueron algunas interpretaciones del feminismo. La primera meta fue ‘nosotros vamos a ser como ellos, igualmente agresivas’, y creo que ahí hubo un mal cálculo porque lo que más fuerza nos da es precisamente ser quienes somos, enorgullecernos de nuestra femineidad, no tenerle miedo a nuestra belleza.


-Tú pones la misión de limpiar la casa, cuidar las cosas, en el plano público y privado. Pero la lucha de la mujer ha sido salir de lo doméstico.
Sí, pero apunto a que el ‘cuido’ no es el problema, no lo es el rol doméstico, lo es que todo sea responsabilidad de la mujer. El asunto es qué se puede hacer para que las cosas domésticas sean compartidas y que la mujer no se vea impedida de desarrollar su vida pública y la pueda compaginar con su vida privada. Se trata de convertir la vida cotidiana en sujeto de la política, porque siempre ella está hablando desde fuera de la realidad de la gente.


-Sacudes a los hombres en tu literatura, ¿por qué?
Porque se merecen su sacudida. Pienso que hay muchos que están muy claros, porque ya no son igual que a los de hace 50 años y han evolucionado, es decir, saben que las cosas cambiaron pero siguen apegados al esquema porque les conviene, porque les es más cómodo. Hoy tenemos el machismo sofisticado, cocinan y buscan una relación más balanceada, pero la lucha de poder siempre existe, porque se sienten los patriarcas.


-¿De verdad crees que la corrupción está ligada al gen masculino, porque la planteas ligada al hombre?
No, lo que pasa es que hay que hacer borrón y cuenta nueva. Mira, lo que pasa es que el poder absoluto corrompe y los hombres han estado en el poder tanto tiempo que hay que sacarlos. Por eso las mujeres dicen, váyanse, descansen, para que no les hagan interferencia en sus deseos de romper con los esquemas masculinos.
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* Muestra parcial de la entrevista original publicada en Emol.com

(c) SURALIDAD Antropología poética de Chile.



sábado, agosto 28, 2010

Cuando en el sur florecían los cerezos


Cerezo en flor. Fuente: Google imagenes
Poema de Guido Eytel


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El quiebre político institucional de 1973  gravitó  significativamente en la obra poética de gran parte de los autores sureños nacidos en los 50´s y dejó una marca perceptible en el desarrollo posterior de cada proyecto personal, especialmente en lo referente a la crisis de identidad, la propia y la de los lugares. Pero ello no significó abandonar el tópico de la naturaleza como referente metafórico y como símbolo de la belleza que reúne y ampara el devenir humano. __________________________________________________________________

A mi primo Marcelo Salinas Eytel,
detenido desaparecido hasta hoy.

La calle no tiene hoy ni luz ni pájaro. / Quién va a cantar, quién va a levantar / una mínima esperanza luminosa.

Se vuelven otra vez los perros horizonte / y no hay agua para lavar esta injusticia. / Qué va a correr bajo los puentes / llenos de vergüenza, carcomidos / por la humedad del desamparo.

Yo no soy más que el testigo de la ausencia, / qué hago reclamando ante el vacío. / No
sucederá otra vez: / las enredaderas ocultan la casa / y a la lluvia del tiempo / le dio por borrar todas las huellas. / ¿Alguien ha visto un niño perdido?

He bebido cicuta: / se me dan vuelta las palabras / y como ciego busco / el gesto que perdí por esos días. / Qué lo voy a encontrar, cuál era. / ¿Era una sonrisa, era un saludo, / era una manera de caminar / poniéndole el pecho a la injusticia?

Como siempre, esta noche / el mismo sueño me persigue: “si no, / primo, si no, si no era nada, / aquí estuve todo el tiempo, / soñando como tú bajo el manzano”. / Qué voy a despertar.

La última vez usaba sandalias / y una chaqueta verde / del color del pasto / que brota a principios de noviembre. / ¿Alguien supo qué le hicieron? / ¿Cuando murió qué dijo?

¿Levantó una mano, gritó, / abrió los ojos / (se verá en sus pupilas la faz del asesino)
o solamente suspiró / y pensó que en el sur / estaban floreciendo los cerezos?

Hoy la calle no tiene luz ni pájaro. / Afuera el silencio parece que va a estallar.


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(c) Guido Eytel. Temuco, Chile. 1975.
(c) Esta edición, Suralidad Antropología poética del Sur de Chile, 2010.
Nota preliminar de Clemente Riedemann.

martes, julio 20, 2010

Poesía y mujer suralidiana (II)



Fotografía de Mariana Matthews

Claudia Arellano Hermosilla
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La mujer que escribe puede empezar, como dice Lucy Irigaray, a defender su deseo. Y, para hacerlo, el instrumento con el que cuenta es el concepto, porque al defender su deseo puede encontrar lo que busca, su verdadero lugar en el mundo, uno que la defina y ubique en otro lugar diferente al que hasta ahora ha tenido. Y el deseo de estar en un nuevo espacio (real o ficticio) se vincula con la libertad de elegirlo.
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Otro de los temas que se ha instalado en los últimos años es si existe un “arte de mujeres” o un “arte femenino”. El primero habla de un objeto artístico hecho por una mujer. El segundo hace referencia a obras de mujeres cuyos contenidos remiten a una conciencia de género, evidenciando un discurso de resignificación de lo femenino. Estas categorías, al separarlas, dividen el imaginario que existe entre quienes producen arte desde el ser mujer y aquellas que lo componen con una carga teórica feminista previa. Ambas posiciones, en mi opinión, potencian, sostienen y contienen, el valor analítico en el que la creación -como productividad textual de contenido- y la(s) identidad(es) de la artista presentes en la obra, van construyendo y reconstruyendo los símbolos de lo femenino, reflexionando sobre el estado de las cosas, de los sistemas de representación dominantes sobre la mujer, el género y la diferencia sexual.


En ambas categorías se evidencia la acción y la generación del ser. Cuando nombramos algo, haciendo referencia a la ontología del lenguaje (Echeverría 1998), resaltamos su existencia, la individualizamos, afirmamos su singularidad. Por el contrario, las personas o cosas que no se nombran permanecen ocultas, como telones de fondo. Este proceso de reconocimiento a través del concepto –inscrito en el objeto artístico- no sólo trasluce las representaciones de la realidad de la artista sino que también favorece la expansión hacia nuevas realidades e identidades. La recursividad de nombrar significa volver a sí misma, observarse y reflejarse sobre el objeto creado, sea escritura, pintura, escultura. Es el efecto refractario que, al mirarse en el objeto creado, hace aparecer la condición de enunciado y enunciación, el ser y el sentido, nuevas representaciones, nuevas imágenes de sí misma, reelaborando la significación de la existencia, evitando de esta forma la naturalización de los discursos y de la práctica poética. Esto permite que todo arte mantenga su vigor como discurso en la medida que no se congela como a-histórico y tome conciencia de la metamorfosis constante de su identidad.


Existe una conciencia del ser humano en el arte, en todas sus disciplinas, que en algunos casos adquiere forma femenina o masculina y, en otros, tomará ambas. En los poemas de Rosabetty Muñoz, por ejemplo, observamos este juego ambivalente. Su palabra se conecta con el ser humano universal desde una identidad masculina al emplear un lenguaje racional, aséptico, conceptual. Pero a la vez aparece un corpus femenino que textualiza y se representa hablando de la maternidad: “Es mi hija la que acude / desde tiempos ignotos / para acariciarme lentamente. / Desearía que el universo se estacione / aún a costa de catástrofes siderales / porque ella no se aleje / para que su mano permanezca / como un bálsamo.” (Muñoz 1994).


Estas identidades tanto femeninas como masculinas son fuerzas relacionales que interactúan entre sí como partes de un mismo sistema. Julia Kristeva (1974) afirma que la escritura pone siempre en movimiento el cruce interdialéctico de varias fuerzas de subjetivación. Por un lado, existe la fuerza racionalizadora - conceptualizante - estabilizante (masculina); y por otro, la fuerza semiótica - pulsional - desestructuradora (femenina). Esta autora señala que ambas fuerzas co-actúan en todo proceso de subjetivación creativa. En este proceso convergen flujos continuos entre caos y equilibrio, entre concepto y pulsión, generando lo que Ilya Prigogine (1983) llama “estructuras disipativas”, una circularidad de formas y contenidos tanto racionalizadores como pulsionales, que permite la transferencia temporal en la capacidad de actuar y de escribir. Como lo señalaba Virginia Woolf en 1929 en su obra Un cuarto propio ”resulta fatal para el que escribe pensar en su sexo… hay que ser masculino-femenino o femenino-masculino” (Woolf 1993).


La mujer, en la poesía, persigue comunicarse con su lenguaje desde su deseo y su espacio, teniendo presente que intenta expresar su(s) identidad(es) inmersa (s) en un contexto social que la objetiviza a través de sus representaciones. La mujer que escribe puede empezar, como dice Lucy Irigaray (1985), a defender su deseo y, para hacerlo, el instrumento con el que cuenta es el concepto, porque al defender su deseo puede encontrar lo que busca, su verdadero lugar en el mundo, uno que la defina y ubique en otro lugar diferente al que hasta ahora ha tenido. Y el deseo de estar en un nuevo espacio (real o ficticio) se vincula con la libertad de elegirlo. Siguiendo a Gatari Spivak (2009), “imaginarte a ti misma, realmente dejarte imaginar sin garantías, por y en otra cultura, quizás”.


Este concepto puede forjarlo una autora, como observa Silvia Bovenschen (1986), aunque el medio del que se tenga que valer la palabra o la estética no sea propio, ni haya sido elegido conscientemente por ella. Con el tiempo y con la práctica del discurso la mujer de todos modos lo está haciendo suyo, se está apropiando de él y le permite dejar su huella, porque existen varias estrategias que pueden favorecer la verbalización de la mujer.


Podemos entender que este lenguaje de las mujeres utilizado en el arte de la poesía es una estrategia, una respuesta a una situación dada, un instrumento que la artista utiliza para comunicar sus yoes frente a otros y a otras. De esta manera ejerce su libertad de expresión y su derecho a cuestionar los mandatos, abriendo el camino no sólo para nuevas generaciones de mujeres artistas sino también para el arte en general. La mujer deja de ser lo otro para posesionarse de un espacio propio en el mundo creativo, incorporando una nueva fuerza de vida, propiciando la verdadera duplicidad de lo femenino/masculino, no como opuestos, sino como complementarios.
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Referencias.
  • Bovenschen, Silvia (1986) ¿Existe una estética feminista? en Estética feminista, de Gisela Ecker. Barcelona, Icaria Editores.
  • Echeverría, Rafael (1998) Ontología del lenguaje. Santiago. Dolmen Ediciones. La ontología del lenguaje señala que los seres humanos son seres lingüísticos; el leguaje genera ser y es acción, los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.
  • Irigaray, Lucy (1985) Ese sexo que no es uno. Madrid. Editorial Saltes.
  • Kristeva, Julia (1974) La Révolution du languaje poétique. Paris, Seuil.
  • Muñoz, Rosabetty (1994) Baile de señoritas. Valdivia. Ediciones Kultrún.
  • Prigogine, Ilya (1983) ¿Tan sólo una ilusión? Barcelona. Editorial Tusquets. Según el autor, el cosmos, el ser humano, viven en armonía con la entropía, no en oposición a ésta. Como sistemas abiertos, vivimos entre equilibrio y caos y esta tendencia giratoria al margen del equilibrio nos asegura el crecimiento y la creatividad.
  • Spivak, Gatari (2009) Muerte de una disciplina. Santiago, Editorial Palinodia.
  • Woolf, Virginia (1993) Un Cuarto Propio. Santiago. Editorial Cuarto Propio.

(c) SURALIDAD 2010.
(c) Claudia Arellano Hermosilla, 2010.

jueves, junio 10, 2010

Nicanor

                                                                                                                                         Nicanor Parra. Fuente: Emol.

Clemente Riedemann
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Lo que Nicanor hizo –por ejemplo en Obra Gruesa- quizás aún no pueda evaluarse con criterio de justicia cultural, estética y lingüística. Ese libro fue en realidad una catapulta que permitió a los jóvenes de los años 60’s seguir creyendo que la poesía podría ser una herramienta de expresión del “aquí y el ahora”. Es decir, un discurso de la vida que en verdad se está viviendo.
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Nicanor salvó a la poesía chilena (y acaso a la latinoamericana) de caer en el marasmo tras las dictadura retórica nerudiana. Elevó las voces de la calle a la altura “del unto”. Esto significa más o menos que dijo justo a tiempo que la poesía habita en el alma de todas las personas – aunque no la escriban- por el sólo hecho de ser humanos. Así es la cosa. Cuesta encontrar otro poeta de los gloriosos 60’s que, en el continente, haya apostado tan firmemente por hacer ver que la poesía no es un asunto de melindres de sobremesa y que en realidad se trata de un poderoso instrumento analítico-crítico de las realidades “reales”.


Su mérito es haber encontrado el lenguaje para producir esa cercanía. Diríamos que Neruda descendió desde el cosmos para instalar su caudal metafórico en la cotidianidad de las Odas Elementales, casi como dádiva o una concesión al sentido común y a la filosofía del alma popular. Descendió de la idealidad a la realidad. Nicanor partió al revés. Escuchó primero las voces del campo y de la ciudad y luego llevó ese lenguaje al desiderátum. De allí que las voces de los arrieros de ganado y la de los letreros publicitarios se unan en su poesía como un único discurso chileno y latinoamericano, preñado de colonialismo primero, e imperialismo después, para mostrar la realidad mestiza, hibrida de nuestra cultura, con los heroísmos y contradicciones que ello conlleva.


Quizás pueda argumentarse que su estética escritural fue todavía demasiado rígida para emprender semejante épica liberadora. Pero fue, en su momento, suficiente. La potencia del ser humano en su lenguaje fue siempre más grande que su lenguaje al fin logrado. Hoy día, “des-endecasilabar” la poesía ya no se considera un logro. Entonces, a fines de los sixties, formaba parte de las restricciones culturales, cuando hablar en lenguaje publicitario era aceptado como un gesto de modernidad. Pero su gesto coloquial –usar las palabras de la tribu- fue su verdad revolucionaria. Es lo que salvó a la poesía de la siutiquería final, del rictus frívolo del discurso de salón o de confinarla a cualquier situación que no pusiese en riesgo la hipocresía del orden imperante.


Lo que Nicanor hizo –por ejemplo en Obra Gruesa- quizás aún no pueda evaluarse con criterio de justicia cultural, estética y lingüística. Ese libro fue en realidad una compuerta que permitió a los jóvenes de los años 60’s seguir creyendo que la poesía podría ser una herramienta de expresión del “aquí y el ahora”. Es decir, un discurso de la vida que en verdad se está viviendo.


Los revolucionarios no tienen que ser necesariamente sutiles en la forma de su expresión. Ellos se encargan de remover las grandes rocas que impiden el avance de las multitudes en la épica por la continuidad de la vida. Deben referirse a lo principal. Y deben hacerlo con pocas pero poderosas palabras que re-endilguen la mirada hacia nuevos horizontes, expandiendo la mente. Eso hizo Nicanor cuando escribió: “Jóvenes, escriban como quieran. En el estilo que les parezca mejor. Demasiada sangre ha corrido bajo los puentes para seguir creyendo, creo yo, que sólo se puede seguir un camino.” ¡Salve, Nicanor! ¡Viva la Cordillera de la Costa!

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(c) Clemente Riedemann
(c) SURALIDAD 2010. Antropología poética del sur de Chile.

lunes, abril 12, 2010

Poesía y mujer suralidiana (Parte I)

Carolina Ortúzar. Muestra en Hotel Cabañas del Lago, Puerto Varas, 2010.

 
Claudia Arellano Hermosilla
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En el trabajo literario desarrollado por las poetas de generación reciente se advierte el interés por desarticular la imagen de mujer convencional mediante la exposición o denuncia de la multiplicidad del significante mujer, desacralizando la condición de mujer subalterna construida y percibida a partir de los patrones y criterios del androcentrismo occidental.
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En el territorio de la Suralidad la poesía desarrollada por mujeres ocupa un rol fundamental. Sin embargo, ésta continúa siendo silenciada a nivel nacional por la hegemonía crítica masculina, ya que desde los esquemas de clasificación, los protocolos de canonización y los procedimientos de publicación y difusión, se continúa relegando a un lugar secundario a la producción literaria realizada por mujeres. Como advierte Delia Domínguez (2008) “las mujeres no han tenido el reconocimiento que merecen. El Premio Nacional de Literatura tiene más de sesenta años y se le ha dado sólo a tres mujeres. Con la vergüenza de que a la Mistral se lo dieron cinco años después que el Nobel”.


Según sostiene Gayatri Ch. Spivak (2003) –filósofa, feminista y pionera en estudios postcoloniales- la aparición de la “mujer del tercer mundo” en la crítica y en la historia reproduce el proceso colonizador y paternalista, porque las mujeres están construidas y percibidas a partir de los patrones y criterios del feminismo occidental. Lo que plantea la autora es que a la mujer subalterna no se le asigna una posición de enunciado ni enunciación, es decir, no son reconocidas como sujetos/sujetas legítimas de producción textual. Al respecto la poeta Antonia Torres (2008) comenta: “si no fuera por todas aquellas “feministas” que han luchado desde hace siglos por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, tal vez hoy yo no podría haber ido a la universidad o haber escrito poesía”.


Los discursos de las mujeres poetas de la Suralidad reflejan un modo particular de reconstrucción de sus subjetividades -que está en constante reelaboración- trabajando en la autorepresentación como sujetos sociales de ellas mismas, por una parte y, por otra, de la realidad que les ha tocado vivenciar directamente o a través de la experiencia heredada y transmitida por sus congéneres mayores.


En el trabajo literario desarrollado por las poetas de generación reciente, como Roxana Miranda Rupailaf y la mencionada Antonia Torres, se advierte el interés por desarticular la imagen de mujer convencional mediante la exposición o denuncia de la multiplicidad del significante mujer, desacralizando la condición de mujer subalterna. Por ejemplo, en la poesía de Roxana Miranda (2008) se plantea la existencia de un sujeto femenino que se enuncia y que sostiene su enunciación, evidenciando la posibilidad que tiene el sujeto de elegir entre distintas formas de identificación con un objetivo político: darle vuelta a la semiótica “natural” en la visibilización del cuerpo, del erotismo, de la ambigüedad sexual -característica de esta generación- que indica una subversión del deseo como mandato construido desde el androcentrismo. Haciendo alusión al mito huilliche del “Abuelito Huenteyao” de San Juan de la Costa, provincia de Osorno, esta autora señala que “…el chumpal se transforma en un ser que no es ni hombre ni mujer, es ambiguo de por sí”, retomando el sentido original de la cosmogonía mapuche en la que la divinidad está constituida por la integración masculino/femenino.


Estos relatos dan cuenta de que el ser mujer dejó atrás los referentes absolutos de identidades homogéneas. Los discursos de las poetas esbozan que las mujeres impulsan nuevas formas de subjetividad, que son capaces de intervenir en el “poder” del pensamiento binario (oposición masculino/femenino) y de esta forma configurar nuevas identidades relacionales y situacionales. Aparece con fuerza la apelación a las categorías de la emoción, lo mágico-religioso y la espontaneidad en la creación del objeto estético, que se conjuga con la valoración de la tradición cultural de la Suralidad, espacio donde les ha tocado generar y comunicar su arte. Los modos en que las artistas articulan su vida con el arte no es ajeno a este devenir, como nos lo recuerda Antonia Torres: “en mi propia obra asumo naturalmente la enorme influencia que tienen, a un mismo tiempo, la coyuntura y la tradición. No tendría tema ni lenguaje sobre y con los cuales escribir, sin ellas”.


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Referencias.


Entrevista a Delia Domínguez realizada en 2008 para Suralidad.
Entrevista a Antonia Torres realizada en 2008 para Suralidad.
Entrevista a Roxana Miranda Rupailaf realizada en 2008 para Suralidad.
Miranda Rupailaf, Roxana (2003) Las tentaciones de Eva. Puerto Montt, Ed. Secremineduc.
---------------------------------- (2009) La seducción de los venenos.
Spivak, Gayatri. (2003) ¿Puede hablar el subalterno? Revista Colombiana de Antropología, Vol. 39.
Torres, Antonia (2000) Las estaciones aéreas. Valdivia, Ed. Barba de Palo.
_____________ (2003) Orillas de tránsito. Puerto Montt, Ed. Secremineduc.


(c) Arellano Hermosilla, Claudia (2010) Poesía y mujer suralidiana. http://suralidad.blogspot.com
(c) Riedemann, C; Arellano, C. (2010) Antropología Poética del Sur de Chile. Puerto Varas, Suaralidad Ediciones.

viernes, marzo 26, 2010

Tradición y modernidad: la otra Frontera

                                                                                                             Patricia Ubilla Vaca callejera (2010)

Clemente Riedemann / Claudia Arellano
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Las relaciones entre tradición y modernidad, contrastantes o confluyentes, hacen lo principal del carácter de la poesía escrita en el sur de Chile. En esta “otra Frontera” (mental, no sólo territorial) se mueve la temática y el lenguaje de los autores y autoras que aquí sostienen decisivamente la actividad literaria en los tiempos actuales.
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La apropiación de la memoria ancestral, el vínculo con la naturaleza y las formas expresivas arcaicas se integran espontáneamente en el lenguaje moderno, complejizándolo y, obviamente, enriqueciéndolo con voces y acepciones que se yerguen en señales de identidad.

Si bien esta relación se presenta en el resto del país, en la poesía de la Suralidad adquiere especial vigor considerando la aún nutrida población rural (32%, la segunda más alta en Chile). Como se aprecia en la fotografía que acompaña esta nota, la relación entre el mundo rural y el urbano no sólo es un vínculo distante, memorioso, o de adyacencias. Las áreas de contacto son permanentes y dinámicas, generando el mayor interés para la poesía actual.

Observamos aquí a los poetas del sur haciéndose cargo de este dato de realidad y asumiéndolo con propiedad en sus textos, sin perjuicio de emplear los estilos y recursos expresivos propios de la literatura generada en los núcleos urbanos. Por ejemplo, un poeta que habita entre vacas y gallinas, como No Vásquez (1984; 1998) escribe: “Hay miles de corazones desconectados y las reparaciones son lentas”. Se trata de una retórica de síntesis, pero también multidimensional. Ya es eficiente en su referencia al colapso de los vínculos comunitarios y afectivos que trajo consigo la modernidad (el denominado desanclaje por Anthony Giddens), pero también puede interpretarse como una critica al centralismo, al olvido de la metrópolis por las zonas adyacentes.

O bien: “No manufacturamos, somos materia prima”, que además de delatar la situación de la persona humana como mero recurso productivo, bien puede referirse al colonialismo interno que hace uso y abuso de la periferia, donde la región es vista como un lugar a explotar, una simple base de datos, un vertedero para los desechos de la urbanidad, un frente olvidado por la globalización. El espacio rural concebido como lugar de la producción y explotación, sin redistribución, es decir, sin retorno de capital.

Cierto es que aquí aún persisten los sentimientos de apego e identificación con los lugares, pero también se asume que éstos han sido desvinculados, que ya no expresan del todo prácticas y compromisos establecidos localmente, sino que están grabados con influencias mucho más lejanas que, como parece razonable de observar en un contexto dinámico, algunos autores rechazan, otros filtran y otros idolatran. Pues bien, la asunción crítica de las influencias cercanas o lejanas parece marcar el timming en los registros de esta “otra Frontera”.

Los valores estéticos de tal mestura, devenida en gesto de congruencia existencial, son todavía invalorados por el establecimiento literario nacional que restringe sus visiones de país a los parámetros impuestos por la urbanidad metropolitana, considerada hasta ahora como único modelo válido de referencia.
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Referencias:
Vásquez, No (1984; 1998) L&VERTAD (Puerto Montt, Hojas huachas, autoedición); AMURICA (Puerto Montt, Hojas huachas, autoedición)

Para citar éste artículo mencionar alguna de las siguientes fuentes:
http://suralidad.blogspot.com/
© SURALIDAD, Antropología poética del Sur de Chile, 2010.
© Riedemann, Clemente; Arellano, Claudia (2010) Suralidad, Antropología Poética del Sur de Chile. Puerto Varas, Suralidad Ediciones.

Alto Palena, de Bernardita Hurtado Low

La insigne escritora y memorialista de Palena, Bernardita Hurtado Low, acaba de publicar un nuevo libro en el que reúne material fotográfico disperso sobre el proceso de colonización de esas tierras australes. El volumen, editado con el cuidado y estética que caracteriza a Ediciones Kultrún, incrementa el registro de la cultura patrimonial del sur de Chile. Reproducimos para nuestros lectores la nota de contraportada escrita por el editor Ricardo Mendoza Rademacher.
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CRÓNICA DE ALTO PALENA
En 1537, apenas 46 años después de la llegada de Colón, se publica la primera crónica americana: Historia General y Natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo, que entra sobre todas las cosas de América para inaugurar la escritura, en castellano, de nuestra memoria. Figura también su copiosa dimensión visual en profundas ilustraciones xilográficas. Cuatro siglos más tarde, en las primeras décadas del siglo XX, hombres y mujeres avanzan entre los montes de los Andes patagónicos, para fundar Alto Palena entre los valles intracordilleranos. De algún modo, circulan tempranas cámaras fotográficas que registran, guiadas por ojos anónimos, la asombrosa aventura de poblar un territorio: los rostros de sus protagonistas: hombres, mujeres, niños, animales y la materia vegetal y geológica que compone su escenario natural. Pasará no medio siglo, sino uno entero, antes de que esas imágenes se recojan en esta crónica visual, incompleta pero también inaugural, hecha de retazos y de sombras y luces no siempre precisas; de borrones o expansiones de sepia o amarillo, cruzadas de rayas o manchadas, desgarradas o demediadas. La fotografía suele ser como la propia memoria que convoca: imágenes desparramadas de un cuerpo cuya esquiva figura nunca recuperaremos del todo. Reflejos incompletos que, tal vez por eso mismo, estimamos como fieles testigos de lo que hemos perdido o de lo que hemos sido u obrado. En sus imprecisiones, en su parcialidad; en sus desgarros y tachaduras; y especialmente en la hospitalidad de sus vacíos, nos incita a entrar en nuestra crónica interior, donde puede estar todo aquello que nos permitirá completar esa figura que está hecha también de dolores y ternuras, de muertes y maravillas. _________________________________________________________________________________
Referencia:
Hurtado Low, Bernardita (2010) Alto Palena. Valdivia, Ediciones Kultrún.
Esta nota:
(c) SURALIDAD, Antropología poética del Sur de Chile, 2010.

domingo, febrero 21, 2010

Poesía y raiz étnica

Roxana Miranda (Fotografía de Fabiola Narváez, 2008. Propiedad de Suralidad Ediciones)
Clemente Riedemann / Claudia Arellano
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Con un castellano mesturado por voces mapuches y el empleo de la peculiar sintaxis derivada de este híbrido, la poesía de raíz indígena ha renovado el tratamiento del tema étnico, aportando otras visiones para interpretar el devenir de la sociedad nacional y convirtiéndolo en una marca de los imaginarios y sus lenguajes.
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Junto con la resignificación del territorio como estrategia para enfrentar el asedio de las comunicaciones mundializadas, un segundo elemento articulador del lenguaje poético empleado por los autores y autoras vinculados a la Suralidad es la mezcla de rasgos y características provenientes de orígenes étnicos y culturales.
El profesor Iván Carrasco (2000) denomina “poesía etnocultural” a esta forma de escritura poética y señala que “ésta ha explicitado la problemática del contacto interétnico e intercultural mediante el tratamiento de los temas de la discriminación, el etnocidio, la aculturación forzada, la injusticia social, educacional y religiosa, la desigualdad socioétnica, poniendo en crisis las perspectivas etnocentristas predominantes hasta ahora”. Agrega que “al poetizar los problemas de la identidad, la historia y la existencia de minorías étnicas y regionales, vigentes como la mapuche y la de Chiloé, o en extinción o destruidas como la selknam, yámana o kawashkar… los escritores etnoculturales han estimulado la toma de conciencia de esta situación por parte de los grupos étnicos implicados y de la sociedad global.”
Se trataría de una poesía que expande los cánones de la generación anterior vinculada a la denominada “poesía lárica” instalada con Jorge Teillier, posicionándose en un estatus posmodernista al reconocer en su lenguaje la coexistencia de tradición y modernidad en lugar de apostar por la valoración del imaginario tradicional en exclusiva, actitud progresista que también marca el lenguaje de los poetas de origen mapuche/huilliche de generaciones recientes, como Juan Paulo Huirimilla (2007) y Roxana Miranda Rupailaf (2003), por ejemplo.
En estos autore(a)s, si bien el retorno “memorioso” a las comunidades rurales de origen está presente en el imaginario de sus textualidades, es en el espacio urbano y en la inscripción en el contexto general de la literatura (y también el cine, la radio y la televisión) donde se verifican los asuntos predominantes de sus poéticas.
Por otra parte, en el último cuarto de siglo surgió un grupo de poetas, hombres y mujeres de raíz mapuche/huilliche que, asumiendo ellos mismos la promoción de su lengua y su cultura, vino a agregar diferencia temática y lingüística no sólo a la poesía escrita en el sur, sino que presentándose como novedad en el circuito nacional de las comunicaciones literarias. A partir de la obra de pioneros como Lorenzo Aillapán, Elicura Chihuailaf, Sonia Caicheo y Ramón Quichiyao, se agregan en el tiempo César Millahueique, Leonel Lienlaf, Faumelisa Manquepillán, Jaime Huenún y Bernardo Colipán, para cerrar el grupo con las generaciones más recientes, entre los que podemos mencionar a los ya citados Huirimilla y Miranda Rupailaf, como miembros de una generación que crece y se expande merced a su propia iniciativa comunicacional.
Con un castellano mesturado por voces mapuches y el empleo de la peculiar sintaxis derivada de este híbrido, la poesía de raíz indígena ha renovado el tratamiento del tema étnico, aportando otras visiones para interpretar el devenir de la sociedad nacional y convirtiéndolo en una marca de los imaginarios y sus lenguajes.
Es indispensable dejar establecido que la poesía de raíz étnica no agota su presencia con los escritores de origen indígena, sino que es preocupación generalizada entre los autores, en tanto realidad sociocultural insoslayable. Presente está también la aportación cultural de los grupos migratorios europeos llegados al sur de Chile a partir del siglo 19, principalmente descendientes de alemanes, además de holandeses, franceses, italianos y suizos, los que –a partir de Jorge Teillier- han dejado su impronta en la obra de varios autores vinculados a la suralidad, como Guido Eytel; Clemente Riedemann; Marlene Bohle ; Andrés Anwandter; Harry Vollmer y Gloria Dunkel. En el caso de este grupo de autores no existe el interés particular por exaltar de un modo privilegiado sus origenes étnicos, sino que, en tanto miembros de la sociedad “blanca” dominante, se han integrado formando parte de un estatus marcado por el cosmopolitismo y las tendencias estéticas patrocinadas por las academias anglosajona y europea.
La evolución de los procesos culturales de la posmodernidad que avanzan en favor de las mixturas (el mundo indígena instalándose en la institucionalidad blanca, el mundo occidental abriéndose a la comprensión de la cosmovisión indígena) pronostica a futuro el encuentro de ambas vertientes, en la perspectiva de alimentar una óptica latinoamericana propiamente tal, como escritura del mestizaje, del sincretismo y de la hibridación.
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Referencias. Carrasco, Iván (2000). Poetas mapuches en la literatura chilena. Valdivia, Universidad Austral, Estudios Filológicos N°35. Huirimilla, Juan Paulo (2007) Palimpsesto. Santiago, Ed. Cuarto Propio.
Miranda Rupailaf, Roxana (2003) Las tentaciones de Eva. Puerto Montt, Secreduc.
Esta edición:
(c) Clemente Riedemann y Claudia Arellano, 2010.
(c) SURALIDAD Antropología poética del sur de Chile.

martes, enero 19, 2010

Poesía y territorio

Fotografía : AFP
Clemente Riedemann / Claudia Arellano
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Entre los autores y autoras que escriben poesía desde el sur de Chile, el espacio, en sus dimensiones físicas y simbólicas, constituye un elemento de alta gravitación en la configuración de los imaginarios y las maneras de expresarlos en los textos. ____________________________________________________________________
Un primer elemento portador de identidad lingüística entre los autores y autoras que escriben desde o sobre el sur de Chile es precisamente el territorio, tema insoslayable incluso en aquellos poetas marcados por su desapego al paisaje “de ventana”, como Jorge Torres o Yanko González. De uno u otro modo, el entorno ecológico filtra los textos y las opiniones deslizando atmósferas características de la suralidad como tamiz de fondo. En obras como las de Mario Contreras, Jaime Huenún, Sergio Mansilla o Antonia Torres, el paisaje, sea rural, urbano o mixto, constituye el soporte semiótico de la expresión, su sustantividad decisiva, de modo que “el territorio” implica aquí el ecúmene, la ciudad y las áreas transitivas entre estas dimensiones.
Según Marc Augé (2001) el territorio sería uno de los medios constituyentes de la identidad, puesto que “el espacio es uno de los signos más visibles, más establecidos y más reconocidos del orden social”. Este autor plantea que el territorio es parte crucial de la identidad de una comunidad y donde ésta se reconoce: “el dispositivo espacial es a la vez lo que expresa la identidad del grupo (los orígenes del grupo son a menudo diversos, pero es la identidad del lugar la que lo funda, lo reúne y lo une) y es lo que el grupo debe defender contra las amenazas externas e internas para que el lenguaje de la identidad conserve su sentido”.
Esta idea se materializa cabalmente en la literatura producida en el sur, para la que el territorio y sus características es en si mismo un componente de la identidad en vista de la estrecha relación que existe entre los quehaceres humanos y el medio natural o los modos en que los elementos determinan la movilidad y el imaginario de los habitantes. Especial importancia adquiere el territorio en tanto depositario de la memoria de la comunidad, donde lo anterior –hechos, personas, estados- se niega a desaparecer y se entremezcla con las circunstancias presentes, como los muertos que se reúnen para conversar en el poema En el cementerio de San Juan, de Jaime Huenún (1999); o los que vagabundean solitarios por los campos en Ánimas errantes, de Sergio Mansilla (1986).
Así entonces, el territorio como contenedor y generador de sentidos nos provee de dispositivos para entender cómo un grupo se representa así mismo en el espacio habitado. De modo que la suralidad -como espacio físico, material, conceptual y de ejercicio de prácticas- es el lugar donde se definen los procesos de formación de identidad y de sentidos de pertenencia, en cuanto es habitado por un grupo social que comparte un espacio/tiempo.
Todo lo anterior no significa, sin embargo, que la poesía escrita en el sur, en su conjunto, pueda ser signada como “territorialista” o “lárica”. Significa tan sólo que el espacio, en sus dimensiones físicas y simbólicas, constituye un elemento de alta gravitación en la configuración de los imaginarios y las maneras de expresarlos en los textos, tal como se observa en este fragmento del poema Los Viajes, de Jorge Torres (1975):
“Atrás sólo el polvo nos vamos mi hija y yo reventando guijarros… …deslizándonos por esta ciudad de utilería en búsqueda de pretéritos fantasmas mi hija y yo a horcajadas en esta bicicleta sin ruedas ni pedales.”
Donde el polvo (dejado atrás) y los guijarros (reventados) aluden a una naturaleza ya superada; “ciudad de utilería”, “bicicleta”, “ruedas”, “pedales” establecen la urbanidad (falsa, imaginaria o replicada a escala menor); y “pretéritos fantasmas” traen a colación la dimensión simbólica contenida en la memoria (perdida). ___________________________________________________________________
Referencias :
Auge, Marc (2001) Ficciones de fin de siglo. Barcelona. Gedisa.
Huenún, Jaime (1999) Ceremonias. Santiago. Ed. Universidad de Santiago.
Mansilla, Sergio (1986) Noche de agua. Santiago. Ed. Rumbos.
Torres, Jorge (1975) Recurso de amparo. Valdivia, Autoedición.
© Clemente Riedemann y Claudia Arellano, 2010.
© SURALIDAD Antropología poética del sur de Chile.