lunes, julio 18, 2011

Decolonizar el imaginario

                                                                                     Estudiantes de París en la Bastilla, 1º de mayo de 2009. Fotografía Archivo Suralidad.

Clemente Riedemann / Claudia Arellano
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La literatura y el arte regionales pueden intervenir en la escena de la chilenidad de maneras cada vez más sorprendentes e inesperadas, en la medida que trabajen para desmontar el imaginario de las identidades totalizantes pensadas desde el centro, develando, de paso, las identidades contenidas en las propias regiones.
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Hablamos de colonialismo interno para dar cuenta de la existencia de pueblos o comunidades, dentro del Estado nacional, económicamente explotados y culturalmente reprimidos. Lo anterior se ampararía en el valor supremo de la unidad nacional. Históricamente los estados nacionales han privilegiado la vinculación del poder político con una sola nación o etnia, a veces con una sola religión, negando la existencia de otras comunidades culturales en su territorio o promoviendo su rápida asimilación, independientemente que se trate de comunidades indígenas vernaculares o de aquellas conformadas por grupos de inmigrantes. La presencia de estas dos últimas es relevante en la regiones del sur austral de Chile y aportan sustantivamente en su diferenciación y, por tanto, a su identidad. Hasta ahora, el principal instrumento que sustenta este modo de sujeción y postergación de las regiones es el centralismo político y administrativo del Estado chileno.

No obstante, desde hace un par de décadas se ha venido instalando un modelo conceptual e interpretativo distinto que persigue liberar el imaginario de las comunidades regionales de la sujeción metropolitana, tanto nacional como extranjera. Se trata de la corriente post colonialista o decolonización, ideología que se plasma en la deconstrucción del colonialismo.  Gayatri Spivak, una de sus precursoras,  señala, “Los grupos de estudios subalternos surgidos en los años ochenta […] conceden sentido a la palabra tanto en el plano político como económico, esto es, para referirse al rango inferior, o dominado, en un conflicto social, para significar así de modo general a los excluidos de cualquier forma de orden y para analizar sus posibilidades como agentes”. (Spivak, Gayatri. 2003. ¿Puede hablar el subalterno?. Revista Colombiana de Antropología, Vol. 39)

Estas comunidades excluídas, entre las que se encuentran también las poblaciones regionales de Chile,  reciben la denominación de colectividades identitarias y están conformadas por sujetos  que manifiestan la necesidad de pensar su propia identidad, que comparten un discurso  identitario común y que simbolizan los elementos de esa identificación. Ahora bien, los sujetos que conforman  las colectividades  identitarias  del sur de Chile no pueden ser caracterizables por esencias auto contenidas, sino que, más bien, hay “identificaciones que se combinan y mezclan, en actos de relación (García Canclini, Néstor. 1990. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Grijalbo, México).

Se entiende que las colectividades identitarias en ningún caso están aisladas, ni mucho menos mantienen fronteras de separación definidas, no son grupos formales, “…se habla bastante de la identidad mapuche, -esa es una parte fundamental- pero también hay otras vertientes que están presentes: la alemana, la española, la croata,  la palestina, la italiana. Todo eso conforma la identidad. Al final somos todas esas cosas juntas“ (Eytel, Guido, 2008, en Suralidad, Antropología Poética del Sur de Chile, http://suralidad.blogspot.com). Por tanto, se trataría de grupos discursivos que se mezclan, se articulan, y se renuevan dentro de un “universo de reconocimiento” o “territorio retórico”, donde el lenguaje es primordial, pues “teje la trama de las costumbres, educa la mirada e informa el paisaje”,  en tanto que una alteración en la comunicación retórica manifiesta el paso de una frontera, es decir, el reconocimiento de un otro diferente. (Augé, Marc. 2001. Los No Lugares. Espacios del anonimato. Ed. Gedisa. Barcelona.)

En estos espacios de reconocimiento,  la poesía y el arte cumplen un rol clave en tanto acto de resistencia. Como señala Spivak, “las colectividades colonizadas están fracturadas por el subalterno” (Spivak, Gayatri. 2009. Muerte de una disciplina. Editorial Palinodia, Santiago de Chile) y contienen la posibilidad de sorprender lo histórico, en cuanto trasgresión textual que desestabiliza el discurso homogeneizador del centro político y administrativo.  “Creo que la poesía del sur de Chile intentó elaborar discursos literarios y extra-literarios fuertemente críticos del canon promovido por las instituciones tradicionales (gubernamentales, académicas, editoriales y comunicacionales) emplazadas en el centro geográfico, político y administrativo de nuestro país, específicamente su capital, la ciudad de Santiago. Un canon que operaría, según sus detractores, con criterios hegemónicos y centralistas, y cuyo efecto más evidente sería la “ceguera” para identificar bienes simbólicos suficientemente representativos más allá de los límites geográficos y simbólicos del centro” (Torres, Antonia, 2008, en Suralidad, Antropología Poética del Sur de Chile, http://suralidad.blogspot.com)

A fin de cuentas, la intelectualidad metropolitana políticamente correcta pretende que las comunidades regionales sean identitarias en un sentido nacionalista o de clases, que es justamente lo que está haciendo el actual modelo educativo, rechazado ahora por una mayoría creciente que ha debido tomarse las calles para poner el tema en la agenda pública. Así pues, la literatura y el arte regionales pueden intervenir en la escena de la chilenidad de maneras cada vez más sorprendentes e inesperadas, en la medida que trabajen para desmontar el imaginario de las identidades totalizantes pensadas desde el centro, develando, de paso, las identidades contenidas en las propias regiones.
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(c) Clemente Riedemann / Claudia Arellano (2011)
(c) SURALIDAD, Antropología Poética del Sur de Chile

sábado, marzo 19, 2011

El imaginario poliforme de la Suralidad




Clemente Riedemann
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Ecología, diferenciación y surrealidad, constituyen dimensiones interpretativas de ese contexto cultural que sirve de soporte al imaginario de la poesía que se escribe en el sur. Las distintas maneras en que lo(a)s autore(a)s se vinculan con ellas, marcan, a su vez, sus distintas visiones y sus estilísticas.
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         La dimensión ecológica surge del encuentro de los cuatro elementos de la naturaleza, en el variado entorno geológico y orográfico que sirve de soporte territorial, marcado por la presencia dominante del agua (mar, ríos, lagos, canales, estuarios, lagunas, esteros, pozones, napas termales, alta pluviosidad); seguida por la tierra, cubierta por bosques (costeros, de valle. de montaña, con flora y fauna variada) o extensas praderas en el valle central; además de serranías, quebradas, acantilados y lomajes; continúa con el aire (cielos diurnos y nocturnos, variedad de vientos y fenómenos meteorológicos) donde las estrellas y las nubes constituyen elementos de referencia frecuentes; y, finalmente, el fuego, vinculado con la montaña andina (volcanes) y el hogar, especialmente la cocina y los fogones. Los elementos culturales o metafóricos articuladores de este universo espacial referido a la naturaleza, son el camino rural, de tierra o pedregoso, por donde se moviliza el sujeto poético al encuentro con el cosmos; y la casa, desde la cual el habitante contempla y controla la dinámica del universo: 

“En el cielo/ el sol mira para atrás/ porque tiene que llamar agua,/ y tú conoces las señales/ los sagrados olores de la tierra/ y empiezas a lustrar tus botas/ la escopeta del 16/ que el abuelo colgó en el comedor/ en ese otoño de su muerte.“ (Delia Domínguez, El sol mira para atrás).

         La dimensión intercultural o “relación en la diferencia”, se articula como derivación del cruce étnico e histórico (entre los nativos indígenas con inmigrantes europeos y chilenos); también, por el contacto recurrente entre la población rural y la urbana; además, por las relaciones de género; aspectos a los que se agregan las relaciones con grupos lejanos, a través de la tecnologías de la información. Por su parte, los propios autores se relacionan desde sus particulares estilísticas, constituyendo una “comunidad discursiva” plural, poliforme, a veces contradictoria, aunque no excluyente. El espacio de encuentro y símbolo de la diferenciación, es la ciudad, especialmente la calle, por donde el sujeto poético va haciendo la reflexión de su existencia, cargado de “memorias y anhelos”; y describiendo su estado actual en el mundo:  

“Esa calle pequeñita está llena de olores./ Está cerca del mercado, a un paso del río;/ aquí estuve una vez, escribíamos versos en las / paredes,/ todavía existe este local, está cambiado/ pero existe./ Sitios habituales de la ternura,/ no hay sitios eriazos en esta ciudad,/ todo huele, palpita, todo ha sido habitado o lo será/ por los únicos seres imaginables.” (Omar Lara, Los centros de la tierra).

         Una tercera dimensión, de génesis surrealista, surge a raíz de la inserción de las nuevas tecnologías en los espacios tradicionales o por la irrupción de usos, costumbres y artefactos antiguos en los ambientes de la modernidad. Este encuentro azaroso de temporalidades históricas divergentes, se presenta lo mismo por el ingreso de la población rural en las ciudades, que por la expansión residencial de habitantes con tradición urbana, especialmente de los grupos de mayores ingresos, hacia los espacios rurales aledaños. Así, mientras los campesinos abandonan sus tierras y avanzan en la ocupación de las ciudades en busca de mejores oportunidades y servicios, las clases dirigentes abandonan éstas paulatinamente, para ir a residir en las periferias urbanas o en las áreas rurales, en procura de segurizar sus bienes y mejorar su calidad de vida. Esta dinámica de recambio residencial deviene en un lenguaje mixturado, posmoderno:  

“Soy el escudero de la aldea/ Véanme entrar a casa/ Ni un mendrugo de pan en la mesa/ El terno planchado a rayas/ Sin arrugas la camisa/ Un poco de sangre en el pecho/ Y esta espada vieja que al sacarla/ De su funda/ Brilla aún la luna en su filo…/ Por aquí callejeo con desta chala/ Y un abrigo negro” (Juan Paulo Huirimilla, Callejeo a la manera de Serguei Esenin).
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(c) Clemente  Riedemann  2011.
(c) SURALIDAD, Antropología Poética del Sur de Chile.

viernes, marzo 18, 2011

Sobre una posible literatura del Sur

Berta Ayancán, Puerto Octay

David Miralles Ovando 
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Tras el reconocimiento de una diferenciación en el canon literario de la chilenidad, el autor refiere a la existencia de singularidades manifiestas en la literatura escrita en el sur del país en las últimas décadas. Algunas de ellas serían las de carácter topológico, temático, estructural y lingüístico.
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La adherencia a una topología, a la creación de un espacio mítico, ficcional o literario,
tiene que ver con la fundación de unos territorios y más específicamente de la creación de un espacio literario sureño. En muchos aspectos, esta creación tiene que lidiar  con la imagen pre establecida de estas tierras, una imagen que muchas veces no es más que un estereotipo. La ruralidad vista desde una pretendida superioridad moderna. Ignorando que el Sur, así como el Norte, son los territorios en que dicha modernidad  ha buscado persistentemente sus mayores desafíos. Estos territorios han sido surcados por el avance de la modernidad, por la introducción de tecnologías y particularmente, por ideas cuya modernidad hubiera encontrado suelo infértil en el centro metropolitano. La experiencia de la colonización, que la burguesía criolla aceptó sólo en estas latitudes, temerosa tal vez de perder sus señoríos y privilegios, ante el empuje de una nueva raza, pero también de un nuevo “know how”, es un hito central en la configuración de estos territorios. Sin embargo, no siempre el espacio es selvático y de hecho, la producción tal vez más
importante, tiene que ver con la ciudad, como se aprecia en obras como Cipango o Karra Maw´n.                                                        

La predilección por una temática recurrente se explicaría por la referencia a esos mismos procesos y circunstancias que de algún modo le han dado forma a esta región. El cuentista Francisco Coloane aparece aquí como el paradigma de una literatura de este tipo, pero también, el hecho de  que su figura se recorte aislada e integrada a una productividad metropolitana, lo resitúa como un precursor. Son las obras más recientes las que probablemente han instaurado los temas definitorios, más allá de las narrativas de carácter bizantino que le han precedido y que de vez en cuando reaparecen por necesidades del mercado. Temáticas vinculadas a las visiones de mundo de las comunidades étnicas que han estado atravesando estos territorios, ya por varios siglos. Hay que pensar aquí necesariamente en el surgimiento de la  poesía bilingüe mapuche-español, en la corriente llamada etnocultural, en la neo-épica o en la crónica poética, etc. 

El descubrimiento y el tratamiento de las nuevas temáticas demandaría ciertas exigencias formales también novedosas o, al menos, no usuales. Dentro de esto deben mencionarse nuevamente la crónica poética, la poesía “etnocultural”, que involucra en su formalización discursos “científicos” o históricos, la poesía étnica que introduce, probablemente, formas tomadas de la tradición oral del pueblo mapuche. Más aún, se
puede constatar el surgimiento de obras dotadas de un carácter más orgánico. En muchos casos no se trata de meras colecciones de poemas, sino que de trabajos de largo aliento cuya estructuración recuerda más bien la de obras narrativas. Y en la mayoría de los casos, los libros presentan una fuerte unidad interna a nivel temático. Todas ellas introducirían, de algún modo, fuertes innovaciones en el arte literario del
momento.

Por último, la irrupción de una singularidad lingüística se debe a los particulares desarrollos humanos de esta zona y a la cohabitación de diferentes lenguas. Varias lenguas europeas, así como el mapudungun, la lengua originaria, se han hablado en el sur y ello ha dejado su impronta en la cultura. Ello ha configurado también y, especialmente, al castellano en uso en la región. Esto se refleja de diversas maneras en las principales obras que constituyen el actual corpus de esta literatura.
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Extraído de:
Miralles, David.1999. Para hablar de una literatura del Sur. Algunas sugerencias. Villanova University. Paper.

(c) SURALIDAD, Antropología Poética del Sur de Chile.