domingo, diciembre 28, 2008

Jaime Huenún : "El sur comienza en una nube y termina en un árbol"

Jaime Huenún en el Lago Maihue. Fotografía de Clemente Riedemann; Entrevista de Claudia Arellano Hermosilla ___________________________________________ El más relevante poeta mapuche-huilliche de la actualidad comunica con lucidez y belleza expresiva sus opiniones respecto de la identidad cultural, la globalización, la poesía chilena contemporánea y refiere circunstancias inéditas de su azarosa biografía atravesada por la estigmatización y el reconocimiento de los valores de su ancestralidad. __________________________________________________
Construcción del concepto de identidad. Se trata de un concepto de gran complejidad, estudiado por diversas disciplinas. Pero si tengo que hablar de ello desde mi perspectiva de poeta y de autor vinculado a un territorio y también a una cultura determinada -en mi caso la matriz cultural mapuche-huilliche mestizada- creo que inevitablemente tengo que hablar de una memoria. La identidad tiene que ver con la memoria. Y esta memoria mía está arraigada a una genealogía inscrita en un paisaje determinado, en una serie de personajes que yo incorporo poéticamente en mi trabajo literario y con ello intento dar cuenta de esta identidad. Un sujeto poeta huilliche mestizo, una identidad dinámica que es también dialéctica. Que va mutando de acuerdo al contexto histórico, cultural, económico de la zona de la que yo provengo y a la cual yo canto en mi trabajo literario. El concepto de identidad está ligado a los elementos del paisaje, al ámbito humano, a un territorio en constante mutación. Pienso que el concepto ha sido usado abusivamente, pero en este caso creo que corresponde aplicarlo a esta matriz cultural sureña de la que yo vengo y que tiene estos elementos indígenas mestizos que interactúan con otros grupos humanos y que se instala en un presente a través de la condensación y extrapolación de los elementos del pasado; La identidad mapuche-huilliche. Yo me crié en una población marginal de Osorno. En esa población la mayoría éramos indígenas huilliches. Gran parte de ese grupo estaba construida por desplazados, gente que venía del campo; tomaba un terreno,formaba su familia y generaba su vida ahí. Yo soy hijo de una toma de terreno y soy hijo de una situación cultural en que el huilliche como tal no existía. El huilliche urbano no existía. Nosotros siempre escuchábamos el concepto despectivo de “indio”. Nosotros éramos indios y el de más allá era indio. Y habían sujetos más indios que otros. Entonces vivíamos constantemente en una especie de espiral de elementos despectivos hacia nosotros mismos. Nos basureábamos unos a otros como sujetos indígenas, no sabíamos de nosotros, no teníamos una memoria instalada. Nuestros padres, de alguna manera, habían sido formateados en la sociedad osornina blanca y cada indio de la población quería ser un ciudadano osornino blanco. Esa situación cultural enfermiza sigue reproduciéndose, aún cuando en estos tiempos hay una apertura hacia lo indígena. Pero en Osorno es complicado porque la realidad de la población huilliche es muy dramática en muchos aspectos. Bueno, nosotros no sabíamos de nosotros. No sabíamos de nuestros orígenes inmediatos. Mi abuela era tal vez el único contacto, el único puente con una realidad cultural que desconocíamos. Mi abuela se llama Matilde Huenún, tiene 84 años. Ella salió con su madre de su comunidad de origen a muy temprana edad. A los cinco o seis años tuvieron que irse de ahí porque fueron expulsadas de su territorio, de manera violenta, con asesinatos de por medio. Salieron "como gitanos" -dice ella- y empezaron a instalarse en pequeños retazos de tierra que conseguían temporalmente. Finalmente ella fue puesta en la Misión de Quilacahuín. Estudió un año allí. A los 11 años empezó su vida como empleada doméstica. Pasó toda su vida en esa labor en casas alemanas o chilenas… Así que ella se formateó en esa rutina laboral hasta que se jubiló. Entonces empezó a aprender la lengua alemana y fue perdiendo lo poco de chesungún que sabía por parte de su madre y de sus tíos. Y nosotros nos empezamos a criar en este territorio de exilio. Fuimos desarrollando nuestra vida mestiza, como una familia india que no se reconocía como tal y que en definitiva fue configurando en nosotros la idea de que los indios prácticamente no existían. Nosotros éramos indígenas, pero no sabíamos que existíamos… Ni siquiera sabíamos que existían los indios de San Juan de la Costa. Para nosotros ésos eran campesinos que llegaban a la ciudad de Osorno a comprar o a vender. Ya instalado en el mundo académico de "la escuela chilena urbana" -como digo yo- empecé a tener intereses literarios, intereses políticos. Y poco a poco me fui enterando de quiénes éramos, de donde proveníamos. Empecé a escuchar con más atención a mis tíos del campo que eran todos huilliches. No sabíamos ni el significado de nuestros apellidos. Hasta que por mis intereses literarios empecé a indagar. Mi propia abuela tenía su historia, mis propios tíos tenían una historia que contar respecto a ese mundo antiguo, pero muy presente en la zona. Entonces empecé a entender que mis vecinos Nahuel también eran huilliches y que sus apellidos eran apellidos de importancia dentro de la cultura ancestral, al igual que los Llanquilef, los Huaiques, los Huaiquipán…Todos los vecinos que nos rodeaban pertenecían a una matriz cultural distinta, que habían perdido mucho en un proceso histórico dramático… Un proceso de pérdida territorial, de lengua, de elementos culturales y que se instalaron en la modernidad chilena, osornina, blanca, de una manera muy trágica. A partir de allí y desde una perspectiva más bien política -de izquierda en ese instante- empecé a buscar información en libros, en la oralidad, en la conversación. Empecé a entender esta violencia, la violencia de la población callampa osornina, la violencia del huilliche, el fratricidio. Me empecé a dar cuenta que el fratricidio era una cosa común en San Juan de la Costa, que los asesinatos eran brutales, que las peleas eran a hachazos y a palos. Y lo mismo sucedía en mi población: los huilliches se peleaban entre ellos de una manera descomunal. Empecé a entender de dónde venía esta violencia, de dónde venía este dolor que se manifestaba como violencia cotidiana. Y, obviamente, empecé a tomar partido por mi familia, por mi origen. Tomé partido por la voz de mi abuela que estaba absolutamente mestizada, colonizada. Empecé a entender los relatos de mis parientes del campo cuando decían “Nosotros hacíamos un Guillatún y era una tremenda fiesta”, “Nosotros íbamos en bote y llevábamos a mucha gente al Guillatún”. Pude comprender la parsimonia del indígena. Busqué en los sueños y en la palabra oral el sentido de nuestra propia existencia, el por qué estábamos ahí. Por qué veía ritos que no eran ritos propiamente tales: los Huaique, por ejemplo, hacían grandes comilonas; eran muy pobres y hacían todo ahí en una gran olla en el patio con mucha basura… Cocinaban cabezas de vacuno, intestinos, todo lo que podían recolectar. Y organizaban grandes fiestas que terminaban en peleas formidables. Empecé a entender por qué se daba todo esto, por qué todo aquello en lo que yo estaba inmerso era deplorable, marginal, era mal visto, era sucio… Pero entendí que tenía un origen. Eran réplicas de antiguos ceremoniales campesinos. Supe por qué los velorios eran tan concurridos: la gente hablaba mucho, pero no sólo del muerto, sino de todos sus asuntos como comunidad. Y yo me alimenté de todo eso y también de la narrativa, de la conversación de la gente que iba al bar donde yo desde niño atendía. Y ese bar estaba lleno de historias, de gente que tenía cada una su particular modo de ver la existencia. Un realismo sucio y mágico. Eso me marcó y de ahí en adelante empecé a asumir mi condición de mestizo. Era un indígena y debía tomar mis opciones. Mi madre hacía catutos, hacía muday, zopaipillas, recolectaba hongos y luego los vendía en la ciudad. Compraba en la feria cosas que entonces nos parecían normales, pero que desde el punto de vista étnico empecé a entender que ésas eran comidas de indios, comidas de huilliches que consumíamos a diario. Entonces, como te digo, despertar a todo eso fue fundamental. Ese fue el primer alimento de mi escritura. Y por eso hoy día asumo que mi compromiso es más ético y estético, que político. El sur comienza en una nube y termina en un árbol. Los límites territoriales en mi trabajo literario están básicamente asentados en diversos sectores de la provincia de Osorno. Tiene que ver con el mundo mapuche-huilliche de San Juan de la Costa, de San Pablo, de Quilacahuín, de la misma ciudad de Osorno. Estos espacios son parte estructurante de mi libro Ceremonias. En él también aparece una lógica vinculación con la Araucanía, pues viví allí algunos años, pero se trata un espacio que no he explorado en términos poéticos de un modo intensivo, precisamente porque no nací allí. La comprensión de un territorio determinado implica una experiencia larga en el tiempo. Aunque viví 12 años en La Araucanía, no llegué a conocerla completamente. Pienso que la poesía se construye con una experiencia válida de conocimientos y la asunción de cierto lenguaje característico, pero también con cierta luz, con ciertas historias propias de ese territorio. Ahora, yo creo que el poeta cuando se instala en un espacio determinado no necesariamente está refiriéndose a él, sino que está construyendo una versión de ese territorio, una indagación, una exploración, lo que finalmente se convierte en una ficción poética. Entonces, en ese sentido, mi trabajo, situado en un territorio específico, intenta trascenderlo por medio del lenguaje poético e instalarlo como un territorio más dentro de los espacios de la poesía; Globalización, memoria e identidad. Son ejes conceptuales que obviamente han incidido en la conformación de las ciudades en esta parte del país, las cuales -desde una dimensión de aldea o pueblo peregrino- se convirtieron gradualmente en entidades productivas, vinculadas a la economía nacional y transnacional. La globalización ha llegado al sur de Chile a través de la economía y de manera más tenue a través de la cultura. Pero me parece que la modernidad sureña es una modernidad a medias. Todavía se observan rasgos medievales en las relaciones humanas, culturales, económicas, políticas. Por lo tanto esta “modernidad” -nacional o capitalina- no se encuentra plenamente instalada en el sur. Ciudades como Osorno, Valdivia o Puerto Montt parecen más bien factorías, espacios de instalación de un producto determinado. Desde el ámbito de la literatura se ha intentado de alguna manera visibilizar esos espacios e instalarlos no como producto turístico o exótico, sino como indagación poética, con su problemática histórico-social. La globalización ayuda con elementos tecnológicos que favorecen la comunicación masiva, lo que permite tener una visibilidad más o menos universal en algún sentido, pero creo que en el caso específico de los pueblos originarios como la sociedad mapuche-huilliche, se mira a este conglomerado humano como un reducto enrarecido por el exotismo, por el retraso económico-cultural, y estancado en una memoria que no es viable económicamente; Lo crudo y lo cocido de la globalización. Pienso que la globalización tiene aspectos mejores y peores. Por una parte hay elementos positivos que permiten instalar estos territorios en diversos niveles: comunicacional, económico, cultural, político, a través de los recursos mediáticos. Permite la visibilidad de este conjunto de sociedades friccionadas. Por otra parte, la globalización apuesta a ocultar aún más ciertas realidades, porque solamente se visibiliza aquello que pudiera tener algún interés desde el punto de vista de la economía neoliberal. Es así como en el plano del turismo hay mucha oferta; o en el plano de la explotación económica de los mares o de los bosques; o en el intento de preservar masas de agua pura que el día de mañana van a ser el gran negocio. Entonces, creo que hay una visibilidad que permite la globalización en ese ámbito, pero que oculta las problemáticas, las fricciones, la dolorida memoria de la gente que habita ancestralmente esos territorios. Oculta el historial político del sur; El lenguaje de la poesía del sur. Creo que, en términos generales, la poesía del sur de Chile que se escribe entre Temuco y Chiloé presenta gran diversidad de enfoques, tonalidades, posturas, posiciones, que la enriquecen como conjunto, sin perjuicio de elementos que son comunes. Uno de ellos es el lirismo, como rasgo principalísimo. Otro elemento, que parece ser contradictorio con el anterior pero convive con él, es la narratividad. La poesía sureña es narrativa como se observa en varios de los poetas más visibles. Siempre se cuenta una historia, hay un relato. No son imágenes desatadas al estilo surrealista, donde vas instalando fragmentos de sueños o absurdos lingüísticos. Se trata de un lirismo que tiene una lógica y también hay una lógica de la narrativa pulsando este lenguaje poético del sur. Observo aún un tercer elemento, que tiene que ver con la vinculación estrecha de esta poesía con un espacio territorial determinado. Siempre hay indicios de dónde está escribiendo el poeta o dónde está instalando su canto o su narración poética. Los poetas sureños hablan desde un territorio determinado, trascendiéndolo. En términos de lenguaje, el poeta del sur persiste en hacer de su poesía una construcción comunitaria, no se encierra en una teoría literaria, que es lo que yo advierto en la poesía de los últimos 15 años escrita en Santiago, donde persiste la tendencia a desarrollar teorías, experimentalismo formal, una obsesión por el rupturismo, lo que no logra instalarla en los espacios comunitarios. La poesía del sur tiene todavía la vocación de dirigirse a una tribu. Ser “la voz de mil almas”, como escribió Nietzche, aunque se publican quinientos ejemplares por edición. Yo creo que el poeta sureño intenta todavía instalar una voz y una construcción que le compete a toda la sociedad. El poeta se hace cargo de problemáticas no solamente individuales, sino comunitarias, sociales. __________________________________
Entrevista a Jaime Luis Huenún realizada por Claudia Arellano Hermosilla el 7 de agosto de 2008, en Santiago de Chile;

Texto parcial editado por Clemente Riedemann y Claudia Arellano;

Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile, Fondart Regional 2008; © SURALIDAD EDICIONES, 2008;
suralidad@gmail.com

sábado, diciembre 27, 2008

Historia Regional V: La inmigración alemana

Inmigrante (Fotografía de Federico Riedemann Richter. Proporcionada por Paz Riedemann Torres)
Clemente Riedemann y Jorge Torres Infante
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Los elementos culturales instalados por los inmigrantes marcan el sello distintivo de las ciudades del sur por sobre la impronta de las comunidades huilliches y criollas, habitantes originales de estos territorios, con quienes los alemanes mantuvieron una frontera psicológica más que una segregación efectiva, pero reproduciendo el canon de la dominación impulsada por el Estado Nacional.
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El impulso original. Este proceso fue obra de Bernhard E. Philippi, oficial de Marina que presentó un proyecto de colonización alemana para la región sur y, de acuerdo con él, fue enviado a Alemania en 1848 por el gobierno chileno en busca de familias católicas interesadas en establecerse en este territorio con el fin de incorporarlo al sistema productivo nacional. La deforestación y artesanía de la madera; la agricultura extensiva; avicultura, apicultura, ganadería; industria de la cerveza, el alcohol y el cuero; mecánica, electricidad, además del desarrollo de las comunicaciones interiores, incluídas la navegación fluvial y lacustre e inicio de la metalurgia serían las primeras iniciativas, que empiezan a materializarse en 1850 con la salida desde Hamburgo a Chile del velero Hermann, con 85 inmigrantes, entre los que destaca, sin duda, Karl Anwandter. Este insigne hombre de empresa, a la sazón alcalde la localidad alemana de Calau, escribió un diario de la travesía oceánica y la experiencia de los primeros meses en Chile, hoy devenido en valioso documento de época; Los primeros tiempos. En nuestro país les espera el agente colonizador (nombrado por el gobierno) don Vicente Pérez Rosales, encargado de concretar la colonización en cuanto a la adquisición de tierras y de todo lo relacionado con las necesidades de los colonos que, en un primer momento, enfrentaron grandes dificultades, pues no se les pudo entregar las tierras que se les había prometido. Pérez Rosales da cuenta de la decisión de Viel, propietario de las tierras en Isla de la Teja, en el sentido de renunciar a ellas, para que sean traspasadas a los colonos. Con este primer paso comienza la colonización que luego se irá expandiendo hacia la zona de Llanquihue (Puerto Montt: 1853; Puerto Varas: 1854), Osorno y la cuenca del Lago Llanquihue, proceso que tiene su mejor expresión en lo comunicado por el mismo Anwandter: “..Seremos chilenos honrados y laboriosos como el que más lo fuere; unidos a las filas de nuestros nuevos compatriotas, defenderemos nuestro país adoptivo contra toda agresión extranjera con la decisión y la firmeza del hombre que defiende su patria, su familia y sus intereses... “: Las relaciones inter-étnicas. Se considera que los inmigrantes alemanes son los fundadores del sur moderno y su irrupción en la historia de Chile resulta fundamental para explicar el desarrollo urbano observado en la actualidad en las regiones de Los Ríos y Los Lagos. Del mismo modo, las características culturales instaladas por los inmigrantes marcan el sello distintivo de las ciudades del sur, por sobre la impronta de las comunidades huilliches, habitantes originales de estos territorios. El Estado nacional nunca pudo resolver el tema de la participación cultural de los pueblos originarios del modo en que se hizo en México o Estados Unidos, donde la marca indígena no es sólo parte del folclor, sino un segmento activo de la economía y la cultura. Por ello, la relación de los inmigrantes con las comunidades nativas y los mismos criollos replicó el estatus de dominación. Como lo señala Blancpain (1985) “Las relaciones que se establecen son de dominación, de patrones a obreros, caracterizadas por la distancia social y cultural entre extranjeros bien preparados y chilenos analfabetos sin especialización. Los prejuicios recíprocos y las tensiones periódicas instalaron una frontera psicológica que debe mencionarse en cualquier retrospectiva honesta.”; Ausencia de una literatura de ficción. No existe un solo registro literario formal de época (novela, cuentos, relatos, ensayos) que represente el proceso de inmigración. Sólo se han recuperado documentos menores, como diarios de viaje, bitácoras personales, gacetas y periódicos, además de correspondencia particular. La inexistencia de una producción literaria formal, atendiendo la rica tradición alemana en la literatura y la filosofía, es una ausencia notable en este proceso. Una explicación es la focalización en oficios productivos tradicionales entre los inmigrantes. Otra es la autocensura, atendiendo a la particular contingencia política por la que atraviesa Alemania a comienzos del periodo migratorio y a la especial vigilancia ideológica y religiosa con que fue seguida la gesta colonizadora por sectores conservadores desde Santiago; Historiografía de la inmigración. El registro documental de este proceso en Llanquihue encuentra en Emilio Held (1996) y Rvdo. Eduardo Tampe sus precursores más destacados. Se trata de estudios descriptivos no analíticos, que reúnen la documentación fundacional en la zona del Lago Llanquihue, sin sistema de ideas y sin articular un discurso ideográfico o análisis interpretativo, tarea que se encuentra aún pendiente. Un avance en este sentido, aunque incipiente, es la obra de la historiadora Andrea Minte (2002). En la zona de Valdivia el investigador más destacado es el Rvdo. Gabriel Guarda (2001). Este autor ha logrado sistematizar la historia antigua de Valdivia en ediciones sucesivas y reunido un material gráfico de excelencia, con acuerdo a metodologías modernas. Los principales centros de información sobre el periodo colonial se encuentran en el Museo Phillipi, en Valdivia; el Museo Municipal de Osorno; el Museo de la Universidad Austral en Frutillar; y el Museo Anton Felmer en Nueva Braunau. El uso del suelo, la arquitectura, la educación, la actividad industrial, el diseño urbano, la repostería, además de las características étnicas marcan los aspectos perceptibles de la presencia alemana en el sur de Chile.
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Referencias y fuentes;
Anwandter, Carl. (2001) Desde Hamburgo a Corral. Diario de viaje a bordo del velero Hermann. Pehuén-UACH. Santiago; Blancpain, Jean-Pierre. (1985) Los alemanes en Chile. Hachette. Santiago; Guarda, Gabriel. (2001) Nueva historia de Valdivia. Ediciones de la Universidad Católica. Santiago; Held, Emilio. (1996) Colonización alemana del sur de Chile. Documentación de origen. IGES. Valparaíso; Minte Münzenmayer, Andrea. (2002) Colonización alemana a orillas del Lago Llanquihue. Liga Chileno-Alemana. Santiago; Riedemann, C; Torres Infante, J. (1999) Centro de documentación del patrimonio cultural regional. Informe de proyecto Fondart. Puerto Montt; Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile, Fondart Regional 2008; © SURALIDAD EDICIONES, 2008; suralidad@gmail.com

viernes, diciembre 26, 2008

Yanko González: "Ser poeta ahora es más difícil"

Yanko González. Imagen de Internet.
Entrevista de Claudia Arellano Hermosilla
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El autor de Héroes Civiles y Santos Laicos (1999), el más relevante libro de entrevistas a autores del sur, afirma hoy que el gran momento de la poesía del sur –en tanto sistema de relaciones humanas y literarias- es cosa del pasado. Según González, la masificación gigantesca del mercado de bienes simbólicos arrasó con los intentos de diversificación de la creación poética y que hoy la sobrevivencia en el sistema dice relación con la captura de una escucha global.
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Nuevas formas de dominación. Los varios procesos homogeneizadores transforman la manera, la forma de estar, de pensar todos los elementos culturales, todas las diferencias que se han ido construyendo aparte de las diferencias obvias que se mantuvieron en el mundo indígena, de manera solapada, resistente y, además, resignificadora, como proceso de acomodo desde mediados del siglo 19 y hasta los años 80. ¿Qué pasa en los años 80? El proceso se da por omisión por parte del Estado y lo que ocurre ahí es que estalla de una manera mucho más fuerte una industria cultural controlada por el mercado. El país comienza a vivir con esos bienes simbólicos impregnados a un nivel más perforador que en la vida cotidiana. Estalla de una manera gigantesca y provoca en los discursos líricos una reacción negativa porque en realidad se ve el proceso de globalización interna aliada con la dictadura, con intereses siniestros por parte de un Estado que abre esas fronteras, y que produce una enorme sospecha porque se ve esto como una extensión de un Estado que ya no se hace cargo directamente del control, sino a través de un aparato ideológico secundario de dominación; Dictadura y mercado. Es curioso, las manifestaciones anticentralismo que abarcaban un espectro político enorme no tienen que ver con esta reacción de los discursos líricos frente a esta industria cultural masificada, a esta idea del consumo abyecto y la dictadura que estaba detrás de ello apoyando y fomentando esta apertura de espacios simbólicos, porque veía que era un dispositivo de aborregamiento de los sujetos. En la mayoría de los discursos líricos que se preocupan por estos procesos -Poemas encontrados, de Jorge Torres (1991); Libertad, de Nelson Vásquez (1984); Virgenes del Sol Inn Cabaret, de Alexis Figueroa (1986)- se observa una crítica ácida hacia esta suerte de invasión del mercado simbólico, junto con el rechazo a esta invasión de disciplinamiento ideológico y político: dictadura y mercado, la demonización de la dictadura y el mercado. En los 80´s esos síntomas en el sur se transforman en el distintivo. Es decir, una de las expresiones de la llegada del neoliberalismo es justamente la democratización del mercado simbólico. En el país, era inédita esta masificación. Lo interesante es que si hay algo distintivo, es que las respuestas a nivel de los discursos líricos más radicales se dan en el sur de Chile, específicamente entre Concepción y Chiloé; Construcción y disolución de un canon. Entonces, ¿en qué escenario nos encontramos entre los 60 y el 2000? Nos encontramos con esa tradición, con esa carga que ahora se lee no solo en términos referenciales directos al contexto político ideológico, sino que también se empieza a construir un cánon o tradición literaria. Se empieza a leer y a complejizar con la escritura de los decires de sujetos que estuvieron antes y por lo tanto, lo que ves tú es una suerte de superposición y de complejización de esos discursos en base a obras anteriores. Y, claro, lo que pasa en los 90´s es que hay una explosión mucho más diseminada, pero que tampoco se puede entender con las primeras respuestas de los 80´s. El caso de la globalización interna, la proliferación de la industria cultural, no sólo trasnacional sino también interna. Por lo tanto, ocurre que podemos ver la producción poética de este lugar mucho más contaminada de lo que fue en los 80´s, más complejizada y más tensionada porque estos procesos se han radicalizado. Además, se han profundizado, pluralizado por estos otros discursos que estando dormidos, despiertan, se re-etnifican en el caso de los mapuches, e intentan dialogar con una historia más remota ligada con una historia mediata e inmediata. La historia inmediata por cierto está fuertemente vinculada con el diferencialismo. El sujeto que produce no solo está influenciado por su tiempo, sino que también es un sujeto que es capaz de leer perfectamente su realidad para poder instalar allí su discurso. Esta tradición de la que hablábamos en este campo cultural sureño, el campo de la literatura, también va acompañado de una inteligencia mayor sobre el propio campo, es decir, un conocimiento mayor sobre los dispositivos de instalación, los dispositivos de exclusión, de inclusión. Por lo tanto es un sujeto está mucho más preparado. Yo me atrevería a decir que un momento sí hubo un campo cultural literario en el sur, creo que eso duró hasta el año 2000. Después lo que sucedió es que el campo literario se volvió más poroso y era injustificable seguir hablando del campo literario como sureño. Pero sí se produjo aquí un circuito, una investigación general, generación de conocimiento sobre el mismo. A partir del 2000 casi no hay tesis sobre poetas o escritores del sur de Chile, casi no hay investigación sistemática sobre ellos, casi no hay recepción. La última obra que se publica en el 2000 no tiene recepción. De hecho la Antología Poetas Actuales del Sur de Chile, de O.Galindo y D. Miralles (1994) no tiene recepción fuera de nuestro propio campo en ese momento. Después hay vacío que lo va supliendo en cierta medida la recepción más global, no sólo de Chile. Cada vez los poetas tienen más vínculos con Lima o con España, que con Santiago o Concepción; Diferencias estilísticas con el centro. Hay cuestiones contextuales como la realidad económica, la trasnacionalización de lo simbólico, la alta cultura de la literatura, etc. que explican un cambio de paradigma al escribir. El sujeto que esta acá no está pensando ahora como en los 80´s sobre los procesos históricos de mestizaje o colonización, sino que está pensando en qué está sucediendo en Afganistán, por ejemplo. Creo que después del 2000 comienza una tercera avalancha homogeneizadora, lo que la distingue de las otras es que no viene directamente de afuera sino que es articulada internamente, es decir hay una suerte de intencionamiento en relación a cómo colocar los discursos en relación a los otros y en relación a los otros no próximos, sino que en el fondo al otro lejano. Es decir que me valoren no sólo porque escribo sobre Chaulinec, que no me valoren sólo los colegas de Chiloé. Hay un proceso diferencialista instalado en una escucha global y no en la escucha local. Por lo tanto las obras están siendo escritas y trabajadas, e incluso con todo lo original o lo originario que puede tener de eso, está dirigida sin complejos a una escucha que es global, incluso trasnacional. Por lo tanto las obras que han sido autárquicas, desde el punto de vista de su referencia, de su lenguaje, incluso desde el punto de vista del argot, chilotismos, etc., están siendo pensadas ahora con el telón de fondo de lo trasnacional. En este sentido las diferencias con el centro se han minimizado; La opción mapuche-huilliche. Hay algunos poetas huilliche, como Huirimilla, que han entrado decididamente a dialogar con bienes simbólicos que se trasnacionalizaron en las décadas del cuarenta y cincuenta, como la cultura del corrido, la cultura mexicana. Es muy curioso: ahora venimos a descubrir que eso estaba presente en los espacios locales rurales, además se traslada de los espacios urbanos populares al mundo rural. Lo que pasa es que son bienes simbólicos súper vivientes, porque mientras el mundo urbano popular tiende a decaer, el mundo rural tiende a persistir. Esto es interesante, porque no se trata de algo que viene de afuera, sino de algo que ya está instalado, en el fondo es un buceo sobre mi ombligo, es decir: -“Oye, mira el friquerío que hay aquí”, ¿no? …Esto lo voy a tomar. ¿Y por qué lo tomo? Porque ahí hay un diálogo que tiene un telón de fondo, una escucha trasnacional; El centro lo constituyen las obras de calidad. El centro administrativo y cultural es un espacio donde se densifican los discursos. Pero ello no significa que lo que allí se escribe sea lo paradigmático. Un libro tan gravitante como La Nueva Novela, de Juan Luis Martínez, no se escribe en Santiago, sino en Valparaíso y en condiciones de aislamiento, además. En realidad una de las cuestiones por las que hay que luchar es justamente por el policentrismo. Ver no sólo la realidad poética sino la realidad política de manera policéntrica. Vamos al personaje Huidobro… ¿Qué es lo que hace Huidobro?, Huidobro dice que él es el centro de la vanguardia. Esa actitud huidobriana es sumamente interesante, tal como la que pudo tener De Rokha o el mismo Teillier. Porque puede ocurrir que existan sujetos que geográficamente están muy alejados, pero son centrales, como lo es Coloane para los franceses; Colores y olores del sur. El sur tiene 525 líneas. Creo que son el cian, el magenta. Esta pregunta remite a un horizonte no sólo de escritura sino también del sí mismo que tiene una acentuada relación con el paisaje. La pregunta por el color también revela una manera de ver, de recortar la realidad y su correlato artístico simbólico. En realidad no tengo una relación afectiva con los colores, primero; y segundo, aunque tengo una relación afectiva con el paisaje tengo otro tipo de relaciones afectivas que no pasan por el color. Ahora claro, si me apresuras te puedo improvisar…Yo creo que es el azul…En cuanto al olor…Hay un olor que se me vino a la nariz. En Valdivia, en el año 84, yo era muy chico, no sé…Tenía como 12 años. Para mi el olor que me quedó impregnado es el de los muelles de paja…Un olor penetrante, pero un olor curiosamente atractivo también. Era muy fuerte, de pudrición del pasto. Era un olor distinto, que todavía lo siento... Y es el olor del sur. De hecho, yo tengo ahora uno en mi casa que hice yo mismo; Ser poeta ahora es más difícil. Entre los 60 y los 80 creo que fue la época de oro de la poesía en el sur. El contexto literario, incluso humano de entonces era muy favorable no sólo para el discurso diferencial, sino para el habitual como poeta en el Estado de Chile. Era un contexto en que la cantidad de productores culturales era mucho más precario, mucho más deshabitado que el de ahora. La posibilidad que tiene ahora un poeta de Reumén, de Río Bueno, o de La Unión para escribir o publicar es mucha. Pero para colocar ese discurso en el concierto literario es muy difícil, incluso en el nivel regional. Y antes creo que no era así, un sujeto que escribía un libro medianamente bueno era un sujeto que rápidamente tenía recepción en un nivel regional y una recepción en Santiago. Ahora cualquier poeta tiene a su alrededor trescientos más haciendo lo mismo. Y todos tienen su blog, todos tienen su Facebook.
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Entrevista a Yanko González Cangas realizada por la antropóloga Claudia Arellano Hermosilla en Valdivia, el 14 de agosto de 2008;
Fragmento editado por el poeta Clemente Riedemann;
Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile, Fondart Regional 2008;
(c) SURALIDAD EDICIONES 2008;

PALIMPSESTO / Juan Paulo Huirimilla

Reseña de Clemente Riedemann
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El principal referente editorial del poeta calbucano proyecta las preocupaciones intelectuales de las nuevas generaciones de escritores de raíz indígena, no sólo enfocados en salvaguardar su patrimonio cultural, sino de descubrir para su grupo un modo de expresión que les identifique literariamente en el complejo palimpsesto de las comunicaciones contemporáneas.
_____________________________________ Palimpsesto reúne cerca de un centenar de textos, la mayoría breves, epigramáticos, descriptivos, con los que Huirimilla intenta organizar un cierto decir Huilliche que por momentos se vuelve distorsión sintáctica, eliminando ilativos, a la manera de Tarzán o el modo en que se representa el habla de los “pieles rojas” en los western : “En sueños ver cántaros quebrar” (pg.9); “Ver machi vestidas de plata…Escuchar granos en sus vestiduras.”(pg 13); Las tres primeras secciones del libro están signadas de este modo, cuyo carácter el autor no logra definir, acaso a propósito, para cimentar un lenguaje de la ambigüedad más propicio para la instalación de imágenes míticas o una atmósfera de distanciamiento con el lector “blanco”: “El aire morir / nuestros corazones de buey / se encerraron en las ciudades” (Lumako, pg.32); a lo anterior se agrega el empleo intensivo de vocablos de origen huilliche que hacen más críptica la decodificación “Entramos a ese cielo tocando la püfilca mágica / Es hora de beber eternamente la sangre / Del cántaro pato.” (El mar del cielo, pg.33); la incorporación frecuente de epígrafes (diez en esta parte) confirma la necesidad de orientar al lector en la introducción a la obra; Huirimilla percibe su territorio en el mapa extenso de las comunidades Mapuche y Selknam, abarcando toda la Patagonia chileno-argentina, reuniendo voces de distinta procedencia y categoría simbólica. Pero resulta evidente que el verdadero territorio del autor es el lenguaje en tanto construcción semiótica y éste afán lo aleja de la impronta etnofolclórica de los autores mapuche mayores (Aillapán; Chihuailaf) vinculándole mejor con la generación siguiente (Huenún, Lienlaf, Millahueique) y abriendo camino a los más jóvenes (Miranda Rupailaf); Lo mejor de Palimpsesto se encuentra en las dos secciones finales (Rawe; Palimpesesto) donde los contrastes y relaciones interculturales entre el mundo rural y el urbano ganan en acento narrativo, empeño que el autor había dejado instalado en su primer libro El ojo de vidrio (2001). Antes de entrar en materia, el poeta declara su identidad: “Soy el escudero de la aldea / Véanme entrar a casa /…El terno planchado a rayas / Sin arrugas la camisa / Un poco de sangre en el pecho / Y esta espada vieja que al sacarla / De su funda / Brilla aún la luna en su filo…./Soy el escudero más oscuro de mi aldea / En mi los espejos se tuercen / Brillantes por desta estrella en mi frente. / Por aquí callejeo con desta chala / Y un abrigo negro.” (Callejeo a la manera de Sergei Esenin, pg.52); Ciudad adentro, el panorama resulta adverso : “Hay una ciudad que guarda silencio…”(pg.57); “…Arde el bar Palace II entonces de rancheras / que el Huilliche entona: / qué triste se encuentra el hombre / cuando anda ausente.” (pg.58); “Sé que perdimos los pasos / en esta ciudad / errantes” (pg 59); “Aquí vive la mezquindad del ser / estirándose en el umbral / de la Pantera Rosa / Do los vuestros callejean / en posmodernidad / conversando de Títulos de Comisarios / o bien el Tratado de Paz de 1793 / o tal vez del Consejo de Caciques / del Butahuillimapu…” (Taberna Pantera Rosa, pg. 67); La última sección del volumen abre espacio al humor “Oh! Lector! Mi objeto de estudio / Oh mi lector! Enemigo” (Poética, pg.97); “Yo cazador recolector / urbano de chaqueta e cuero / peinado a la gomina / nacido de la chingada / de Pedro Eriazo” (Canto de guerrero, pg.101); Estructuralmente desprolijo, Palimpsesto vale como muestra amplia de la poesía de Juan Paulo Huirimilla, que plantea temas de lenguaje, de cambio en la relación interétnica, donde valida la cultura popular campesina y describe el lado sórdido de una ciudad (Osorno) cuyos bordes contienen las formas de vida negadas por el dominio cultural de los “blancos”. Por otra parte, proyecta las preocupaciones intelectuales de las nuevas generaciones de escritores de raíz indígena, no sólo enfocados en salvaguardar su patrimonio cultural, sino de descubrir para su grupo un modo de expresión que les identifique literariamente en el complejo palimpsesto de las comunicaciones contemporáneas.
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Huirimilla, Juan Paulo. (2005) Palimpsesto. Lom Ediciones. Santiago;
Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile, Fondart Regional 2008;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008;

jueves, diciembre 25, 2008

EN LUGAR DE MORIR / Rosabetty Muñoz

Reseña de Clemente Riedemann
__________________________________________ Este temprano libro de Rosabetty Muñoz contiene un poderoso llamado al amor, no sólo como esperanza de redención, sino como certidumbre vital, transfiguración ascendente que le espera en el camino. Del mismo modo, contiene la intuición de su destino como poeta, el que acaso vincula con el amor expectante.
_______________________________ Y qué otro vínculo más poderoso podría sostener la palabra poética como un asunto superior de la existencia. El amor por la humanidad, aún a través de una sola persona; el amor por la palabra, aún con el logro de un solo gran poema. La primera parte del volumen, llamado La Anunciación (Esperando a Ganímedes), es una invocación comunicada en la tonalidad bíblica del Cantar de los Cantares “que la gracia caiga sobre nosotros / derramada como una copa de vino” (pg.5) o “Soy el águila a quien embriagarás / por los siglos de los siglos” (pg.8); Se trata de un llamado hecho desde la soledad o la desolación existencial dirigida al sujeto mítico (Ganímedes) que encarna la redención o la transfiguración a través del sentimiento amoroso; En la segunda parte (Éramos los Elegidos), el tono bíblico de la invocación continúa, pero ahora inscrito en un contexto terrenal más complejo, donde el discurso incorpora aspectos no explícitos de la contingencia personal y sociopolítica. Es la primera mitad de los 80´s y la autora realiza estudios universitarios en Valdivia, a donde viaja desde su ciudad natal, Ancud, las únicas ciudades mencionadas en el texto; En otro sentido, es la fase final de la dictadura militar y las alusiones a un tiempo de odio se hacen frecuentes “el dolor es el único lenguaje / que traspasará la historia” (pg.24); “con el alma descosida / mientras explotan las desgracias a nuestro lado” (pg.25); “Ellos comen frutillas y cantan nuevas / canciones de odio”(pg.31); “Te estaría buscando en la lista de detenidos / Estaría llamándote, llamándote, llamándote…” (pg.37); o el conmovedor verso “Para estar aquí hace falta estar vencido” (pg.43); La invocación amorosa pierde su aura mítica y asume una tonalidad más escéptica: “Dijo: Nunca cambiaría la casa de mi padre por ti. / Y yo soñaba que era el más grande / porque no lo vencía una muchacha” (pg.28); “Ayer no sabíamos nada de ti / y hoy pretendes dormir en mi cama “ (pg.30); “He esperado tanto a alguno / que ahuyente los lobos y vea en mi la mujer” (pg. 38); Pero la poeta se sobrepone y levanta orgullosas arengas en favor de su destino como poeta: “Pero no, hermoso volador, / no veré pasar la vida sin coronas” (pg. 8); Y, aunque “Cada uno dice adiós o buenas noches a su manera” (pg31); o “El río de la noche no me reconoce / entre todas las muchachas / que cruzan el puente” (pg. 32), la autora sabe que “ Fui escogida para resplandecer…Debo mantener la luz / en los humildes callejones de los que odian”(pg. 40); Visto con la distancia de dos décadas desde su publicación, En lugar de morir (1986), de Rosabetty Muñoz, con su sencillez formal y estructural, contiene destrezas de estilo y honduras de significación que anuncian la potente personalidad poética que alcanzaría en los años posteriores y constituye un documento necesario para la mejor valoración del derrotero de la destacada poeta chilena.
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Muñoz, Rosabetty. (1986) En lugar de morir. Editorial Cambio. Colección Encuentro. Santiago;
Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile, Fondart Regional 2008; (c) SURALIDAD EDICIONES, 2008: suralidad@gmail.com

martes, diciembre 23, 2008

Historia Regional IV: Establecimiento de la República

La Toma de Valdivia (1820)
Clemente Riedemann y Jorge Torres Infante
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El proceso de consolidación de la República en el sur fue largo y complejo (1812-1866). De allí surgen íconos como Cochrane, Beaucheff, Quintanilla y Freire. Valdivia, Osorno, Llanquihue y Chiloé se incorporan al territorio nacional, pero el proceso deja huellas culturales aún presentes en el uso del lenguaje y cierto escepticismo respecto de la administración del gobierno central que trasciende los signos ideológicos de contingencia.

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La organización del estado chileno como república (1818 en adelante) traerá aparejada la necesidad de incorporar la zona de Valdivia al territorio nacional, tarea llevada adelante por Lord Thomas Cochrane con la toma de los fuertes de Corral y Valdivia (1820); así como la integración de Osorno al nuevo estado, obra realizada por Juan Beaucheff; además, la incorporación de Chiloé, en manos de las tropas leales al rey de España dirigidas por Antonio Quintanilla, que resistieron las primeras intentonas chilenas (1820 y 1824: Mocopulli), para ser vencidas, finalmente, en Pudeto (13-1-1826) y Bellavista (14-1-1826) por las tropas de Ramón Freire; Sin embargo, la guerra de independencia nacional tuvo en la región sur unas primeras circunstancias como las planteadas por Samuel B. Johnston, al hacer referencia a los acontecimientos de Valdivia en 1812: “…Llegada que fue la luz del día, se formó la tropa en la plaza y se mandó tocar generala; e inmediatamente se hizo la seña convenida de los cañonazos, sacándose las Reales Banderas, todo con arreglo a las Reales Ordenanzas; en cuya respetable posición no se atrevieron los partidarios de la Junta a respirar. A poco rato, concurrió mucha parte del pueblo, y a su presencia se ratificó el batallón en el juramento de las Reales Banderas, a que acompañó el pueblo, lleno de alegría, a gritar: ¡Viva el Rey Fernando Séptimo; Viva la Suprema Regencia Española; Viva el Excelentísimo Señor Presidente de la Capital, don José Miguel Carrera; y mueran los desleales! [...] Luego que la provincia de Concepción tuvo la osadía de armarse contra esa Capital [Santiago], recelamos no nos llegarían las órdenes de V. E [José M. Carrera], o por lo menos aquellas que pudieran imponernos de su voluntad. Que el gobierno de Concepción querría hacer creer que esta plaza era de su desleal partido; [...] “: Más adelante, la región alcanza algún protagonismo en el desarrollo histórico de la República a causa de la llamada “guerra con España”, quedando en la memoria nacional el combate de Abtao (7-2-1866) y la acción naval de Huito (2-3-1866), ambos en la zona sur de la actual provincia de Llanquihue; Se acepta, en general, que la prolongación del dominio español en el archipiélago de Chiloé y sectores aledaños propició el establecimiento de ciertos rasgos de la hispanidad habidos en el empleo del castellano, lo que se traduce aún hoy en modos, giros y acepciones distintivas de la lengua en esta parte del país.
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Riedemann, C; Torres Infrante, J. (1999). Centro de documentación de la Historia, el Arte y el Patrimonio Cultural Regional. Proyecto Fondart;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008.

viernes, diciembre 19, 2008

Riedemann y la poesía lárica

Clemente Riedemann. Fotografía de Eugenio Muñoz (2008)
Entrevista de Antonia Torres
____________________________________________ El espacio de la poesía del sur de Chile es recurrentemente asociado con este concepto. Hay un mito surgido desde la gente que no habita el sur acerca de que la poesía escrita en este territorio es lárica en general. Más o menos, tardía o nueva o actual, para los autores que escriben en el sur es difícil quitarse el mote por el sólo hecho de habitar aquí.
_____________________________________________ ¿Cómo definirías tú el concepto de lo lárico?
El primer concepto que internalicé es el que dice que se trataría de “la poesía de los lares”, es decir, de los lugares, del territorio natal, digamos. Y, por supuesto, de la cultura vinculada al lugar donde uno nació, creció y vivió parte importante de su proceso formativo como intelectual. En resumen, el espacio material y simbólico donde uno configuró su weltanschaaung. La mayor parte de estas tentativas -que yo llamaría de marginación- parecen más bien considerar la sola dimensión geográfica -casi siempre asociada al estereotipo del provincianismo bobalicón o cuando menos tradicionalista o conservador- y evitan adentrase en la dimensión cultural, que es, en mi opinión, la que resulta decisiva. Ahora bien, encuentro que esa comprensión de lo lárico no dice nada, porque resulta obvio que cualquier poeta en cualquier lugar del mundo parte escribiendo sobre las cosas que conoce mejor, que es su territorio de origen y sus personales experiencias de vida, para luego adscribirse a teorías o perspectivas internalizadas intelectualmente a través del proceso formativo, donde se suma a lo que está circunstancialmente en boga. A esto que está de moda –en Europa o los Estados Unidos, los lugares donde se doctoran nuestros académicos- suele llamársele vanguardia. Observo que ese es el proceso que hacen la mayoría de los creadores en todas las disciplinas. Parten desde obras surgidas de percepciones de realidad locales y pragmáticas y a partir de ellas van incorporando elementos de la teoría, de la fantasía, de la imaginación o de la ficción o de cosas que ocurren en otros lugares. En una fase posterior, en la madurez intelectual, sobreviene la preocupación identitaria en procura de la definición del código lingüístico personal. He observado que en ese momento se vuelve al origen y se recupera, bajo otro prisma, ahora complejizado por conceptualizaciones y nuevas experiencias de vida, la belleza, la inteligencia y la bondad del lugar donde uno se formó. Es decir, un proceso que parte con la asunción espontánea y libre de la identidad cultural de origen, atraviesa por una etapa de perversión o enajenación intelectual de impronta académica, para retornar otra vez al origen, bien de manera intelectual –es decir, procurando conceptualizar el bagaje internalizado instintivamente- o bien de una manera resentida –procurando exacerbar los rasgos originales- en busca de una supuesta pureza que no suele ser más que desesperación en busca del tiempo perdido. En ese sentido toda la poesía sería lárica. Con el paso del tiempo me di cuenta que el larismo concebido como la poesía de los lares era una definición asignada a personas que habían nacido o escrito en un determinado lugar geográfico del sur de Chile y que a partir de los años 60 comenzaron a generar una comunicación propia. Entonces se empieza a identificar al lenguaje poético proveniente de esta zona como lárico, tratando de expresar, equivocadamente en mi opinión, que se trataba de una poesía ni cosmopolita, ni contemporánea, ni académica, ni urbana, es decir pre-moderna; Definición negativa, digamos. O sea, no definirlo por lo que es, sino más bien por lo que “no” es. Efectivamente. Y, por tanto, una definición inútil. Sirve más bien para asignar una cierta calidad intelectual a un grupo de personas que no viven en el centro del país, aquellos y aquellas que construyeron su visión de la contemporaneidad y su obra fuera del área metropolitana. Una suerte de discriminación intelectual por medio de un ordenamiento geográfico del panorama literario chileno. ¿Ridículo? Por cierto. Pero esa ridiculez tiene una explicación política y cultural: el etnocentrismo. La vieja historia del europeo tratando de bárbaros o salvajes a los nativos americanos o africanos, replicada mil veces en las universidades europeas o norteamericanas y reproducida de manera maniquea por quienes se forman en ellas; Por lo tanto, ves debilidad en esa definición o en el uso de esa definición. Son definiciones tentativas, pero aún incompletas. Hay autores que trabajan acá y no en el centro, cuyas obras contienen elementos distintivos que no han sido estudiados a cabalidad y por tanto esa ignorancia es sustituída por la aseveración impresionista o por elementos míticos. A veces, cuando hay pereza intelectual es más cómodo dejar las cosas en el nivel del mito. Pero si se estudiase de una manera formal y desde la dimensión básica de la cultura –que no se ha hecho- probablemente aparecerían realmente las primeras ideas sobre qué expresa realmente esta poesía, cuáles son sus elementos constituyentes y cuáles sus aportaciones válidas en la construcción de un más completo concepto de chilenidad, al menos en la poesía. Pienso que un enfoque antropológico, culturalista o semiótico nos brindaría comprensiones lúcidas en este sentido. Los métodos de análisis exclusivamente literarios no parecen suficientes para abordar el tema de la literatura chilena contemporánea. No sólo nuestra geografía, sino también nuestra historia, nuestros procesos de poblamiento, nuestra relación con la modernidad son diferentes a las del centro. Y por tanto, también lo son nuestra psicología y nuestro lenguaje. Teillier, uno de los responsables del término, pensaba estrictamente en los lugares cuyos valores sostenedores de la vida en comunidad estaban siendo avasallados por el proceso de modernización. No es una simple nostalgia por el tiempo pasado que ya no volverá, sino, como lo planteó Walter Hoefler, un grito de agonía por el tiempo “vedado”, los valores concretos que permitían una vida de integración con la naturaleza y de solidaridad social. Teillier observa que la modernidad no implica siempre una mejor calidad de vida, una concepción inteligente y afectiva de la situación vital. El observa la pérdida del tejido social que hacía posible la percepción poética del entorno y advierte sobre la incapacidad de la gente de los pequeños poblados para adaptarse al individualismo y al materialismo de los nuevos tiempos. Desde un punto de vista humano, él percibió la modernidad como un signo de decadencia y no de progreso. He comprendido su poesía como una defensa de los valores permanentes del humanismo; Quiénes serían sus principales exponentes desde tu punto de vista, si es que confías en esa definición… Me parece que la poesía contemporánea en el sur de Chile partió en la década del 60 con los trabajos del grupo Trilce; Pero sería lárica, ¿podría decirse eso? A eso me refiero, cuales serían los exponentes del larismo. He puesto mi esfuerzo en demostrar que esa definición resulta inútil en el sentido en que usualmente es comprendida. Por otra parte pienso que el problema no consiste en demostrar la falsedad de un concepto o una definición. Lo que importa es identificar los elementos constituyentes de esta poesía. Yo la definiría simplemente como poesía chilena contemporánea, matizada identitariamente por las características de esos elementos; Quiénes son los exponentes, los oficiantes, los autores láricos. He mencionado a Trilce. Esos poetas –Lara, Shopf, Cortínez, Valdés, Zaror, Hunter, Hoefler- incorporan la poesía moderna en el sur de Chile. Es decir, una poesía vinculada al sistema de comunicación globalizado de la literatura. Sólo que se escribe en la provincia, observando desde allí la contemporaneidad. Y, por lo que explicábamos antes, si vivían entonces en la provincia, su poesía fue matizada por los elementos telúricos o etnográficos o imaginativos característicos de esta zona. Un elemento muy potente acá es la naturaleza. Hay urbanidad, pero se trata de una urbanidad que no ha perdido su vínculo con la naturaleza. Entonces, esta dinámica que existe entre lo rural y lo urbano habrá de inscribirse en sus obras de una manera más o menos espontánea. Sin perjuicio de que existan autores a quienes no les guste mirar a través de la ventana y encuentren más entretenido contemplar el interior de sus cabezas. O autores que se remitan a seguir las tendencias de moda. Se dan esas variantes y me parece positivo para el clima intelectual, pero observo que, en algún momento, de alguna manera, en todos los autores se descubre una referencia a este entorno mixto, que no es otra cosa que aquello que el arquitecto Edward Rojas denomina “nuestra manera de ser modernos”; ¿Eso los convertiría automáticamente en láricos, aunque hubiese un elemento en su obra?, ¿Qué los convierte en láricos? Me imagino que te incomoda un poco el adjetivo. ¿Automáticamente? ¡No embromes! Son sólo eso, adjetivaciones. Satisfacen alguna necesidad, la de clasificar, segmentar o discriminar para controlar y poder cumplir con ciertos parámetros metodológicos a los que obliga un determinado enfoque teórico. Pero se hace con frivolidad. Se denomina la caja, pero no se examina detenidamente lo que hay dentro de ella. No sólo hay un gallo matutino cantando dentro de la caja, también hay despertadores digitales; ¿Pero cuáles serían los valores de este lenguaje? Pienso que lo que saldrá a la luz es lo siguiente: un territorio signado por cruces étnicos, históricos y culturales; una visión ecologista del mundo en un sentido amplio, esto es deseo de una integración racional de la tecnología y los sistemas sociales al paisaje y la gente que lo habita; un discurso de la interculturalidad proveniente del legado cultural indígena, hispánico y germánico evolucionando en dimensiones distintas, aunque coetáneas; un lenguaje mixturado por la tradición campesina y los conceptos de la modernidad urbana; una crítica del centralismo en tanto manifestación contemporánea del etnocentrismo colonial; una valoración del patrimonio intangible; una mitificación de los fenómenos geológicos y meteorológicos recurrentes; un imaginario surrealista espontáneo, no intelectual sino derivado de la inserción instrumental de elementos de la cultura anglosajona, nipona y nórdica en las comunidades tradicionales; ¿Y en relación con lo posibles estilos o estéticas? En términos estilísticos no hay patrones homogéneos, aunque prevalece el lenguaje coloquial y connotatitivo; remanentes de la forma estrófica escalonada evolucionando hacia la prosa regular descriptiva o la disipación estructural; búsqueda del equilibrio entre musicalidad asonante e imágenes libremente asociadas; empleo instrumental de formas arcaicas y tradicionales –zéjel, soneto, epigrama, canción- en contextos modernistas; del mismo modo, empleo de formas literarias transgenéricas (diálogo teatral, narrativa) y transtextuales (noticias, informes, oraciones, discursos orales, sentencias, leyes, publicidad, cine, etc.) en la escritura poética. Ahora bien, la distribución de los oficiantes –como tú les llamas- en el uso de una parte o todas estas modalidades, es materia del estudio que hemos emprendido con ese fin; ¿Cómo crees tú que se ha entendido lo lárico a un nivel más masivo, Porque tú me estás dando una respuesta relativamente especializada y sobre todo desde adentro…. ¿Cuál ha sido la recepción? Observo que prevalece una percepción peyorativa: “Mire, esta gente está escribiendo como ya se hizo en el pasado”. Gente pasada de moda, digamos. Como cuando el mundo era todavía rural o provinciano. Esto es autoritarismo, evidentemente. Decir todavía que lo que se escribe fuera del centro no es lo correcto, lo adecuado o lo aceptable, es una incapacidad para aceptar que la realidad de la vida y la cultura es diversa. Por otra parte, nosotros no hemos sido capaces de levantar interpretaciones y análisis alternativos, en el sentido en que lo he estado expresando. Cuando eso ocurra, nuestra situación en el sistema de comunicaciones literarias cambiará favorablemente. Al parecer hemos estado esperando que otros hagan lo que debemos hacer nosotros, lo que en cierto modo justifica el trato peyorativo hacia nuestro trabajo. Lo cierto es que no hemos sabido defender el terreno ganado. Tenemos pocos guardianes de frontera, que en los círculos desarrollados son los escritores capaces de ejercer la crítica especializada; Tiene que ver con un cierto desprecio por los valores que son, se supone, la base de esta corriente o filosofía. Desprecio por la diversidad, diría yo. Temor de aceptar el caos y la variabilidad como una riqueza. ¡Desprecio por la realidad! Porque estas ciudades, estos campos y quienes los habitan son reales ¿O no? ¿O existimos sólo como manifestación sobreviviente de un tiempo anterior ya extinguido? Pero esta discriminación no sólo es propia de la literatura. En política y en economía es aún peor. Es difícil que este estado de cosas cambie sin un cambio de paradigma para percibir la realidad del país. Si persiste es porque el modelo aún no se agota como criterio ordenador. Y no se agota porque la calidad y capacidad política de nuestros discursos son todavía insuficientes para instalarse como referente de cambio o cuando menos de expansión de la realidad; ¿Y serán suficientes en algún momento? Espero que el trabajo de mi generación eche las bases para desencadenar los procesos imaginativos, linguísticos, políticos y comunicacionales para que ello sea posible en los próximos años; ¿No consideras un poco voluntarista tu posición? ¡Por supuesto que sí! La experiencia del vivir es un acto de voluntad. Por muchas ideas y percepciones que contenga en mi cabeza, si no tengo la voluntad de escribir y comunicar, no podrían materializarse. Ahora bien, la voluntad se mueve con inteligencia, con belleza y con amor. Un solo libro bien escrito y bien comunicado logra por si solo aunar las energías dispersas y canalizarlas a favor de la continuidad del lado amable de la vida. Nada nos conviene mejor que escribir buenos libros y ejercer la crítica. Por otra parte, no tengo dudas que quienes deprecian la voluntad están de parte del statu quo. De hecho, la publicidad no hace otra cosa, todos los días, que desactivar la capacidad de las personas para tomar sus propias decisiones. El sistema literario también tiene su propio aparato publicitario que opera en el mismo sentido, en tanto órgano funcional al establecimiento.
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Torres, Antonia; Traverso, Ana (2006) Entrevista realizada en Puerto Varas y Puerto Montt en juliuo de 2006;
(c) SURALIDAD EDICIONES;

domingo, diciembre 14, 2008

LA GALLINA CASTELLANA Y OTROS HUEVOS / Delia Domínguez

Reseña de Clemente Riedemann
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La vida dio a Delia una ferocidad surgida de las tempranas pérdidas afectivas de la maternidad y el amor de pareja. Por eso, entre las copas de los manzanos, los frascos azules y la menta lagunera se instala un olor a pólvora, los rifles y las escopetas de la desgracia, que tornan el paisaje árido y salvaje. Nada de atardeceres a lo Village, sino una metafísica del rigor existencial, el refugio en el poder de la divinidad...
___________________________________________________ Se trata de una cuidada edición bilingüe castellano-alemán diseñada y pensada antológicamente para su difusión en Alemania, de allí la preeminencia de escritores y artistas europeos notables citados en el volumen: Rilke (triple cita); Mahler (doble cita); Goethe; Beethoven; Strauss; Brecht; entre los estrictamente teutones; Eliot; Sibelius; Hamsun; Joyce; Breton; en reprtesentación de la UE; y entre los locales universales Huidobro, Neruda y Coloane. Como quien dice, arte mayor: La edición bilingüe chileno-alemán también fue explorada por Jorge Torres con Poemas Renales (1999). Por otra parte, poetas como Antonia Torres y Roxana Miranda han realizado estudios de especialización en universidades alemanas, de modo que puede establecerse que existe un vínculo relacionado con la formación y la difusión literaria entre los autore(a)s chileno(a)s y la tierra de los inmigrantes que fundaron el sur moderno. Incluso es una relación que podría mejorar en número y calidad si en la región existiese una política cultural a nivel gubernamental al respecto. Lo que se ha obrado en este sentido ha sido sólo en virtud de la iniciativa individual de algunos autores y autoras;

Este libro de Delia Domínguez es una grata contribución al respecto. Lleva un prólogo de Pablo Neruda escrito en 1973 (“…por formación ecológica, la poesía de Delia Domínguez, osornina de los bosques de Osorno, es atrevida y descalza; sabe caminar sin miedo entre espinas y guijarros, vadear torrentes, enlazar animales, unirse al coro de las aves australes sin someterse al tremendo poderío natural…”) señala el Premio Nóbel en la página 12. Y un posfacio de Ana María Cuneo (“…Delia Domínguez está marcada por el mestizaje…de allí que su poesía sea ética y telúrica, poesía que es voz de nuestra tierra; las personas comunes y corrientes con que ella se contacta en su amor humano.” pg..95);
El tema identitario está nítido en el poema Papel de antecedentes: “Yo, católica…mestiza/ minimalista y campesina. / Yo, perrera y jineta del viento…de ombligo/ amarrado a la telúrica…madrecita tierna / de nunca acabar.” (pg.59). Y en el poema Caldo de cultivo, continuación del anterior : “Yo atorada de tanta mudez ensartada al pescuezo../ agarrada a mi fe de bautismo…./acorralada en mi geografía de fin de mundo…” (Pgs. 61 a 65);
La vida dio a Delia una ferocidad surgida de las tempranas pérdidas afectivas de la maternidad y el amor de pareja: “Por el amor, en fin, por el olvido / y lo que fue verdad en el entierro de los sueños, / por ti y por mi, temblando de esta maldita soledad…” (Pido que vuelva mi ángel, pg.47);
Por eso, entre las copas de los manzanos, los frascos azules y la menta lagunera se instala un olor a pólvora: los rifles y las escopetas de la desgracia que tornan el paisaje árido y salvaje, nada de atardeceres a lo Village, sino una metafísica del rigor existencial y del refugio en el poder de la divinidad;
Sureña, pero instalada entre los polos. Ëtnica, pero interétnica: huilliches y yaganes cruzan el pórtico de su casa poética, sin remilgos, con su inmensa humanidad. Desolada, la imagen de su cabeza amaneciendo sobre el pecho del amor, escuchando su latido, se repite como pastoral bajo el entramado bilingüe de esta muestra, breve como un relámpago de Delia iluminando la noche del mundo.
_______________________________________ Domínguez, Delia. (2002) La gallina castellana y otros huevos. Ediciones Tacamó. Santiago. Edición bilingüe español/alemán. 102 pgs;
© SURALIDAD EDICIONES, 2008; suralidad@gmail.com

domingo, diciembre 07, 2008

La identidad como memoria colectiva

Underground III. Fotografía de Fabiola Barrientos.
Claudia Arellano Hermosilla, antropóloga. ___________________________________________________ Un rasgo importante del sentido de pertenencia a una colectividad es el compartir una memoria colectiva, el resignificar el pasado y el presente desde códigos simbólicos similares. Por tanto, se puede decir que toda identidad colectiva posee una memoria colectiva.
________________________________________________ Esta noción ha sido acuñada por el conocido sociólogo Maurice Halbwachs (1950), quien plantea que la memoria colectiva es “una corriente de pensamiento continuo, de una continuidad que no tiene nada de artificial, dado que retiene del pasado aquello que se encuentra vivo o capaz de vivir en la conciencia del grupo que la cultiva...En realidad en el desarrollo continuo de la memoria colectiva no existen líneas de separación claramente trazadas como en la historia, sino limites irregulares e inciertos”; De esta manera, estaría constituida por recuerdos o imágenes parciales: “El recuerdo es, en buena medida, una reconstrucción del pasado con ayuda de datos prestados del presente y preparado, además, por otras reconstrucciones hechas en épocas anteriores en donde la imagen original resulta alterada”. Estos recuerdos compartidos por los miembros de un grupo son constituidos, recuperados y reconstruidos constantemente (el pasado nunca es el mismo), ya que estos les permiten reconocerse como tal, tener conocimiento de si mismos. En definitiva, logran darle una sensación de continuidad, de que nada ha cambiado, de permanencia del pasado y persistencia de su identidad; Mas, el grupo paralelamente experimenta el devenir del constante movimiento y cambio, rasgos fundantes de la modernidad. Este proceso social de reconstrucción y actualización del pasado vivido es llamado memoria colectiva. Es posible entender a la memoria colectiva como hecho social y proceso colectivo, “La existencia de un lenguaje y significación común a los miembros de un grupo, hacen que estos vuelvan a su pasado de manera colectiva, es decir, dotando de un sentido compartido a los eventos que los han constituido como una entidad". ________________________________________________ Referencias: Aguilar, Miguel Ángel. “Fragmentos de la memoria colectiva”, http://blues.uab.es/athenea/num2/Halbwachs.pdf;
Halbwachs, Maurice. (1950) “La memoria Colectiva”, Ed. P.U.F, Paris. Traducción de Miguel Ángel Aguilar;
Proyecto de Investigación Antropología Poética del Sur de Chile;
Clemente Riedemann y Claudia Arellano, ejecutores;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008.

Historia Regional III : la resistencia indígena

Caballería de Pelantaro
Clemente Riedemann y Jorge Torres Infante
___________________________________________ Con el inicio de la guerra de Arauco en 1536 la ocupación europea del sur de Chile se ve interferida y a partir de 1599, con el gran levantamiento mapuche liderado por Pelantaro, se interrumpe indefinidamente. Los mapuches logran recuperar el control sobre su territorio y sus comunidades reasumen el estatus cazador-recolector en el marco de una estructura residencial dispersa.
________________________________________ La Guerra de Arauco iniciada en 1536 con Gómez de Alvarado enfrentando a los mapuches en Reinogüelén se dejó sentir inmediatamente al afectar los intentos de colonización española en las actuales regiones de Los Ríos y Los Lagos. Valdivia y Osorno fueron objeto de las rebeliones de los mapuches quienes atacaron estos enclaves hispánicos de manera persistente, hasta el punto que debieron ser abandonados por los europeos; Posteriormente, en razón de la creación de la línea del Bío-Bío, zona fortificada para detener el posible avance mapuches, sus habitantes se retiraron al sur de la región, principalmente luego de la gran rebelión mapuche de 1598-1604, ya que -como señala Rosales (1600) los mapuches asaltan el fuerte de Osorno “... usando de varias invenciones de fuego para quemar los edificios de adentro y disparando grande lluvia de flechas y piedras, arcabuces que también llevaban”; O, luego de sufrir, como en el caso de Valdivia, según descripción de Barros Arana y de acuerdo al testimonio contemporáneo de Francisco de Quiñones (1600), el asalto de la hueste mapuche al mando de Pelantaro, que “...en la madrugada del 24 de noviembre de 1599, poco antes de amanecer, cayó de improviso sobre la ciudad, dividiéndose en cuadrillas que cerraban todas las calles para impedir la fuga de los desprevenidos pobladores. Los indios ponían fuego a las casas, mataban a todos los españoles que encontraban, sin distinción de edades y de sexo, y se entregaban al más desenfrenado saqueo”; Había en Valdivia un fuerte armado con buena artillería, pero no había en él un solo hombre; y los indios lo ocuparon sin hallar la menor resistencia. ”Quemaron los templos, haciendo gran destrozo en las imágenes y haciéndolas pedazos con sacrílegas manos”, dice un documento contemporáneo. Después de dos horas de incendio y de degüello, los indios eran dueños absolutos de la ciudad; Ante tal situación, los europeos tendrán que hacer frente a la rebelión olvidándose de cualquier posibilidad de ayuda rápida y efectiva. Las ciudades del sur quedarán abandonadas por los españoles por un prolongado tiempo. Lo mismo puede argumentarse para el gobierno de Antonio de Acuña y Cabrera, cuando fue atacado en Río Bueno (Juan de Salazar, 1654) y en lo referente al ataque desde el Maule a Osorno en el año siguiente; Durante mucho tiempo la región fue una zona descartada por los europeos para una posible ocupación. Sólo a finales del siglo XVIII la ocupación española adquiere una nueva fisonomía con la nueva forma que adquiere la conflictiva relación mapuche-española: los parlamentos. Desde el punto de vista mapuche, fueron años de tranquilidad “…al vencer a los valientes y feroces guerreros españoles más lucirá el valor de los mapuche, que a nadie enorgullece derrotar al débil, y así castigaremos para siempre su soberbia, doblegaremos su altivez, pondremos fin a su codicia y a sus abusos y conseguiremos la verdadera paz.” (Juan de Baba, 1598, discurso de Pelantaro) en los que pudieron continuar con la ocupación del territorio original en acuerdo con las dinámicas estacionales de la naturaleza, sin ver interferida la vida de sus comunidades por la agresión extranjera; manteniendo su estatus cazador-recolector en el marco de una estructura residencial dispersa, de sedentarismo creciente, con ligeros movimientos migratorios de carácter intra territorial.
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Riedemann Vásquez, Clemente; Torres Infante, Jorge (1999;2003) Esbozo para una historia regional del sur. Informe de investigación. Puerto Montt.
Antropología Poética del Sur de Chile / En busca de la Suralidad;
Proyecto de investigación Fondart Regional 2008;
Clemente Riedemann y Claudia Artellano, ejecutores;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008;