martes, septiembre 30, 2008

Hibridaje e intertextualidad en la narrativa poética de Oscar Barrientos Bradasic

Reseña de Clemente Riedemann Fotografía de Oscar Barrientos, Archivo de Suralidad (2007). ___________________________________________________________ El autor de Punta Arenas se formó literariamente, primero en la Universidad Austral, en Valdivia; y luego en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo su Doctorado. Se trata, pues, de un hijo exótico de la Suralidad. Un poeta de sentimiento que escribe desde el tópico de la imaginación razonada. Lo que tiene dentro de la cabeza vale oro. Negro, claro. Como el petróleo, del que una vez producimos miles de barriles y ahora “ni una gota”, como acaba de decir el Ministro de Hacienda. Pero Oscar Barrientos guardó unos cuántos. Y tiene combustible para rato. ____________________________________________ La tensión entre prosa y poesía caracteriza el lenguaje narrativo de Oscar Barrientos Bradasic, el joven y laborioso autor que se abre paso en el formidable paraje de las letras magallánicas, agregando con Cuentos para Murciélagos Tristes, su cuarto libro, una nueva saga de relatos al mítico Puerto Peregrino, escenario base de su universo narrativo. La feroz batalla de la prosa por rechazar los afanes posesivos de la lírica dan origen a un grupo de historias colmadas de una retórica donde el mito, la fábula y la metáfora, copan el escenario a la acción directa, desnuda, que –de acuerdo con la norma instalada por el cuento moderno- suele resultar más eficiente para arrojar luz sobre el trámite argumental. Atento al detalle de la tradición clásica y a la coexistencia en su propia ánima de tal perfomance conflictiva, Barrientos Bradasic recoge con precisión y encantamiento las raíces existenciales que sostienen esa confrontación: “Pero luego tanto poema como cuento comenzaron a mutarse en una vigilia insoportable, una simbiosis infernal” (El Hombre Que Tenía Dos Sombras). El delirante heroísmo de la épica cervantina (El Basilisco); la paródica nerudiana (La Invención de la Alegría); la memoria trágica de los afectos perdidos (Alma de Palo); la cosmología premoderna (La Cofradía de la Tierra Plana); la metafísica de la angustia (La Tristeza es Un Violín), marcan otros episodios notables en la rica inventiva del autor. En este último relato asistimos a la consolidación del personaje Anibal Saratoga como epicentro mítico y poético de los relatos en torno a Puerto Peregrino. Como es su costumbre, los relatos de Barrientos Bradasic están presididos, acompañados y clausurados por numerosas citas provenientes del arcano literario: antiguas, clásicas, modernas, contemporáneas, las que -a fuer de no sufrir menoscabo- forman ya parte de su identidad escritural. A lo anterior agrega aún la introducción de no pocos neologismos y denominaciones arbitrarias, que contribuyen a consolidar en la atmósfera narrativa el gesto paródico de su mitología personal. En “Cuentos Para Murciélagos Tristes”, Oscar Barrientos Bradasic no sólo comparte con sus lectores el proceso de decantación que se observa en su emergente obra. Ella contiene la hibridación chileno-croata que constituye la marca magallánica y da cobijo a la intertextualidad, con su retórica exigente en soportes y referencias. En el trayecto nos regala un castellano de espléndido vocabulario, de articulado complejo, propicio al disfrute de la lengua y que constituye un estímulo para la imaginación. _________________________________________ Fuente: Contraportada de Cuentos Para Murciélagos Tristes (Editorial Cuarto Propio, 2004); Fotografía de CR (Punta Arenas, 2007) obtenida con cámara celular Sony Ericsson.

lunes, septiembre 29, 2008

Globalización, identidad y género. Los contextos de la poesía.

Reseña de Clemente Riedemann. ____________________ La globalización económica y tecnológica, especialmente la cibernética, comenzó mucho antes en la literatura. La publicación de La Rama Dorada, de James Frazer (1890), abrió las páginas para el encuentro intercultural en la literatura de imaginación. __________________________________________________ Los primeros resultados notables de esta nueva perspectiva para abordar el lenguaje en la poesía en occidente, fueron los libros The Waste Land, de T. S. Eliot; y Ulises, de James Joyce, ambos publicados en 1922. En América, los Cantos, de Ezra Pound (1925 y sgts.); Residencia en la Tierra, de Neruda (1935); y Taberna y otros lugares, de Roque Dalton (1969), son referentes en esta perspectiva. Ello es así en virtud de que el cosmopolitismo, vale decir el encuentro de la diversidad de las expresiones humanas y su asunción en términos de síntesis imaginativas y de lenguaje, es la atmósfera existencial propia de la poesía, la que no reconoce circunscripciones territoriales ni culturales específicas –sino como seña o marca de origen- puesto que su significado mayor, como expresión del intelecto y del espíritu, es apuntar a lo bueno y bello contenido en la peripecia humana, donde sea que ésta se manifieste. Veamos cómo opera este punto de vista en el poema que sigue: Al toque de gong / Esta es una transmisión / desde / SANTIAGO ES CHILE. / Todos conectados –los hispanos- a sus / weltanschaaung de pordioseros./ Al toque de gong, sírvanse encadenar./ OK? / (amén) / Happy togheter y sin hacer perro muerto./ Inmersos todos en el potpurri eterno / de los dioses pornógrafos y las misses / universales. / Encadenados a sus sueños estándar, a sus / opiniones estándar, sobre horizontes / estándar, pugnan –los spanish- por un / trato preferencial en las colas de acceso / a la modernidad / OK? / (amén). (Riedemann, Santiago de Chile, 1995). El mismo proceso de globalización o encuentro en la diversidad, ha facilitado la discusión del tema de la identidad como una manera de hacer frente a la indiferenciación. Esta premisa pone en conflicto los conceptos de tradición y modernidad concebidos como contextos en oposición. El conservadurismo ha privilegiado la búsqueda de tal identidad en lo que denomina “las raíces”, esto es, el pasado histórico o el modo de ser con el que alguna vez se forjó la existencia. Esta visión patrimonialista, en mi opinión, importa una perversión existencial básica, puesto que “somos hoy lo que somos hoy” y parece ilusorio pretender rediseñar la experiencia presente a partir de la recuperación de formas expresivas ya vividas, como no sea en un plano simbólico, que puede incidir sobre el estilo o la apariencia externa del fenómeno expresivo, pero que no pueden modificar el sustento primordial de la existencia que descansa siempre en la realidad presente, en términos de los recursos materiales que la hacen posible. Aeropuerto internacional. Comunico a mis nuevas lealtades que me trasladé a vivir al aeropuerto. Vengo llegando o estoy por salir, pero no siento raíz alguna en las inmediaciones de mis Jarman. / Conozco mis raíces, las identifico, las defiendo i, aún, las exalto; pero sólo porque las exigencias del medio son muy altas i muy cursis. / No estoy parado en ellas, sin embargo. No brota mi cuerpo de ese lodo, sino que, mas bien, mis pilchas pasan en vuelo rasante sobre esas fibrillas, sin tocarlas. / No tengo conexión directa con la pachamama, que le dicen, idea que no tiene nada que ver con mis sueños, ni con los polvos que se echaron mis ancestros. / Quiero que me dejen tranquilo con mi transculturación, mi hibridaje. Eso me queda a la pinta. / Respeto a los indios, pero no quiero ser indio, sino lo que soy: chileno de medio pelo, imbunche de cuerpo entero.(Riedemann, Wekufe in NY, 1995) A su vez, la necesidad de reconocimiento de la propia identidad también se manifiesta en una micro dimensión, el género, principalmente como un intento de sobrepasar el estatus machista impuesto en la cultura occidental por la religión judeo-cristiano, que restringe el concepto de sexualidad a una condición genético/ anatómica de carácter inmanente y no como parte del proceso dinámico de las relaciones humanas en un determinado contexto cultural. Así, la personalidad transexual o transgenérica (que acepta lo masculino y lo femenino como componentes de la psicología humana) que era considerada normal antes del advenimiento de las religiones monoteístas, pasó a ser considerada como un error de la naturaleza o una perversión de la cultura. En un sentido opuesto, se reconoce hoy la lucha por la aceptación de la diferenciación genérica, llevada adelante por corrientes feministas de diferente cuño, en un esfuerzo por reconvertir el estatus machista y sus efectos directos más negativos en el ejercicio del poder y la conducción de la sociedad. Se agregan aquí aquellos colectivos de hombres que trabajan con el concepto de “nueva masculinidad”, tras el objetivo de facilitar la integración cultural de los distintos géneros y no como simple rediseño del estatus machista, cuyo rebrote se explica como reacción conservadora ante el re-posicionamiento del rol social de la mujer. A modo de ejemplo, veamos el poema No eres la única que usa gafas. No eres la única que usa gafas cuando estás triste. / Vi a otras mujeres en la puerta del mall / que bien podrían haber sido golpeadas recientemente. / No sé cómo hay tipos que tienen estómago / para golpear a sus mujeres de cuando en vez. / Ni sé cómo hay mujeres que pueden resistirlo / y salen de compras con las gafas puestas. / Tú y las demás deberían salir / con sus moretones al desnudo, / a ver qué pasa con la ciudadanía. / Quizás sólo obtengan una que otra sonrisa. / Quizás consigan un par de gafas gratis de Vendóme. / Creo que debieran matar a esos infelices / mientras duermen, después de haber visto / cuatro partidos de fútbol al hilo. / No eres la única y la producción de gafas / continúa en aumento. / Sólo cabe rezar por ti y las otras que van al mall / con sus aires de diva y viéndolo todo oscuro / un miércoles como éste. (Riedemann, Café Pushkin, inédito.)

__________________________________________

Fuente: Conferencia realizada en julio de 2006 en la Biblioteca Regional de Puerto Montt.

sábado, septiembre 27, 2008

Delia Domínguez: La Abuela de las Grandes Tierras del Sur

Fotografía de Delia Domínguez, por C. Domínguez. Entrevista de Claudia Arellano. _____________________________ La poeta Delia Domínguez es una de las autoras consultadas en la investigación Antropología Poética del Sur de Chile / en busca de la Suralidad. Postulada en más de una ocasión al Premio Nacional de Literatura y portadora del castellano característico de los campesinos del sur, la escritora ilumina este espacio con su pensamiento y su modo de comunicarlo. _____________________________________________________ Arriba del caballo Mis arraigos vienen desde los tiempos coloniales del sur... Hace como veinte años los poetas jóvenes me empezaron a decir abuela Butahuillimapu, que significa “abuela de las grandes tierras del sur”. Eso me emociona. Ellos son producto de la oralidad, fíjate, no de la academia. Graciela Huinao, por ejemplo, dice que su primer silabario fue el fogón de la ruca. Ya tengo 76 años, pero doy gracias a Dios por mantenerme con las ampolletas encendidas. Es que toda mi vida he estado en actividad…Siempre me gustó cabalgar, fui campeona de natación, aquí en Santiago…¡Nunca he sido una vieja sentá!. Mi primera niñera fue una yegua… Pancha, se llamaba… Era chiquitita, una pony, porque mi mamá murió cuando yo tenía 5 años. Siempre he sentido que yo no habría sido poeta si mi mamá no se muere. Porque yo no tenía con quien hablar y entonces le hablaba a ese caballo. Tuve una abuelastra alemana que me amarraba en la montura, en los pellejitos, para que yo no fregara. Y le pegaba a la yegua para que se moviera y yo pasaba todo el día arriba del caballo. Así que me crié con la gente del campo. Tomaba agua en la fuente de las perras. Me crié rascándome con mis uñas. Señales de una poesía mestiza Mi discurso de incorporación a la Academia de la Lengua como miembro en el año 91 se llamó “Señales de una poesía mestiza en el paralelo 40 sur”. Allí hablo de todo el tema que están ustedes trabajando. De la identidad, de los ancestros, del clima, del territorio, del paisaje humano y el divino, lo que es inexplicable…Incluso cito un poema de Huenún, para darle identidad, fíjate.Y hablo de todas estas influencias y de la cruza de sangre. Para mi lo esencial es conservar a prueba de fuego la identidad humana de quienes hemos nacido en el paralelo 40 sur. Las imágenes literarias o metáforas en la lírica propia nacen pegadas a la tira del ombligo, a la leche primeriza que me goteó los sueños y realidades desde el pezón de las abuelas, de las madres que fueron valientes para mantener en pie las ideas de libertad y valentía para crecer poeta en medio de una naturaleza desafiante y raspadora de huesos. El símbolo o imagen en mi escritura es, en primer lugar, el ser humano, la persona; y luego el entorno geográfico, el clima y las distancias. El sello de la Suralidad Siempre, desde que escribí La Uva, mi primer poema, a los siete años, mi lenguaje ha sido conversacional, auténtico y campesino, directo al hueso. Jamás he pretendido posar de culta o académica y de lucir como la pura intelectual que pregona sentencias rebuscadas para ciertos elegidos. La creación de las mujeres en las distintas expresiones del arte, tiene un sello marcador de origen, la suralidad, como ustedes le han puesto. Para mi, vieja en estos pasos líricos, es motivo de orgullo comprobar como, en la literatura y en la pintura, las nuevas generaciones nacen y crecen implantando un sello, una atmósfera que se palpa hasta en el olor de las tintas, o en el trazo definido del color y los pinceles. La identidad está asociada al ombligo, donde diste tu primer grito. Después la gracia está en que ese ombligo no deje de alimentarte de los ancestros que vienen desde los bisabuelos a los abuelos. Es un sello, un cuño que tenemos y que no lo entiendo referido sólo a local. Siento que la latitud sur pasa por Australia, por otros países del hemisferio. Es una cosa esencial… lo veo en los poetas argentinos del sur, por ejemplo. Hay una cierta Patagonia en común, con un lenguaje de alma y de cuerpo. Encuentro que es una buena marca. Un autor joven de Valdivia, de Osorno o de Puerto Montt, no tiene la misma expresión verbal de la capital, o del norte o de Talca. Hay una marca registrada que, para saber descubrirla, hay que saber de donde viene. Y yo creo saberlo, porque no en vano llevo más de setenta años caminando sobre la tierra y siempre rodeada de poesía, escrita o hablada... Más bien hablada que escrita, porque vengo de casas campesinas, no de casas llenas de bibliotecas. Entonces siento que las generaciones jóvenes son capaces de conservar con otro lenguaje un sello identitario absolutamente definido y eso me llena de orgullo como poeta chilena. Esa cosa lárica, que yo también la tengo, que es escribir de nosotros mismos, desde nosotros mismos, pero con una mirada generosa y amplia, no creyéndonos siempre el ombligo del mundo o el hoyo del queque. Yo sé que estos niños, como decimos en el sur, “estos chicos”, encontraron la hebra o la veta de la madera para seguir manteniéndola con la firmeza y la nobleza de los robles pellines que viven dos mil años, o tres mil años. Agrandar los horizontes La globalización encuentro que declara todo homogéneo, una cierta manera de hablar, de vestirse, de llorar o de alegrarse, porque inconscientemente los sudamericanos -y más los de finis terra- tratamos a través de la televisión o de todos los medios que hay ahora, de agrandarnos o identificarnos con lo de afuera, no se por qué… Bueno, por qué no… A lo mejor en un afán secreto de superación o de evolución. Tratamos de identificarnos con los grandes países, con las grandes potencias económicas y culturales, buscando una forma de decir o de crecer o de producir. Entonces dicen: “éste es internacional”, “ésta es una pintora que traspasó los límites de Chile o de América”. Eso me provoca un cierto miedo por el riesgo de la pérdida de la identidad. La Mistral y Neruda no se globalizaron en su expresión. En sus contenidos sí, pero no en sus formas expresivas, como quien dice, en su forma de vestirse. Yo notaba en Pablo siempre un interés profundo por conocer los secretos de la tierra. Por ejemplo, íbamos a pescar al río Damas y me acuerdo que me decía “enséñame a usar el anzuelo”… Porque Pablo era torpe de mano. Yo le decía “fíjese que ahora se pesca con mosca o con caimán… “No, Delia” me decía. “Enséñame con anzuelo, con sapito”. Él, que había sido embajador en Francia, que tenía todos los honores de la tierra y era hijo de un conductor de tren de carga. Me preocupa la globalización como amenaza de pérdida de identidad de nuestro modo de ser, pero por otra parte pienso que tal vez sea positiva, en el sentido de conocer otras culturas y de agrandar los horizontes. Truenos y relámpagos Las imágenes del sur están vinculadas al clima, al paisaje, a todos los elementos naturales. Las imágenes están absolutamente acordes a los estados del alma, estados humanos en relación con el paisaje y sus visiones. El agua, esas nieblas arrastradas tremendas, los vientos que me paralizan. Les tengo miedo a los vientos, a la lluvia no. Pero esos vientos roncadores que hay de repente, esos norte que atraviesan nuestra provincia… Y también le tengo bastante miedo a las tormentas eléctricas. Hace no muchos años cayó un rayo en un pellín, cerca de mi casa, y lo partió quemado de arriba abajo, a cien metros de mi casa. Entonces, cuando hay relámpagos y truenos, yo sé que son cartas en el cielo, pero me da miedo leerlas, porque me puede pescar la corriente. Este paisaje es como un poncho que te abriga, esencialmente verde oscuro y verde claro. Verde oscuro primero, cuando existe la cerrazón de lluvia. Y aprender a adivinar cosas con los cambios de luz y los mensajes que llegan a través de los rayos del sol y de las nubes. Siempre el paisaje te está comunicando algo. Por eso digo: “El sol mira para atrás”, que se usa mucho entre los campesinos del sur, cuando tienen que llamar agua. No soy huevo huero Yo soy una mujer de profunda fe y pienso que es cosa del Altísimo hacer que todo este enjambre, esta mezcla que se ha hecho de sangre y de cultura, la veo como una señal de prolongación de la cultura; y sobre todo en nuestro campo, de la literatura y de la poesía chilena. Con todos estos ingredientes tan distintos va a lograr, o ya logró, una claridad tremenda que va a iluminar toda esta punta de América. Así lo siento. Tengo un huevito de esperanza aquí y de certeza de que eso va a ser así, porque de repente recibo avisos del más allá, avisos de Dios, del Cristo Dios como le digo yo. Yo sé que nada de esto es en vano. Todo va a rendir su fruto en gente que ya no veré con mis ojos, pero de alguna manera la sentiré con el espíritu y eso me alegra mucho, fíjate. No soy huevo huero, soy huevo que da pollitos. Las del patio de atrás Las mujeres no han tenido el reconocimiento que merecen. El Premio Nacional de Literatura tiene más de sesenta años y se le ha dado sólo a tres mujeres. Con la vergüenza de que a la Mistral se lo dieron cinco años después que el Nóbel. Después se lo dieron a la Marta Brunet y me acuerdo que me tocó entrevistarla. Y por último, el año 82 me tocó entrevistar a la última, que fue Marcela Paz, la de Papelucho. Y cuántos años hay del año 82 hasta ahora? ¡Veintiséis años! La discriminación ha sido tangible, evidente. A pesar de todos los virajes que ha habido en las miradas del mundo y lo que se habla de la democratización y de la igualdad, yo pienso que sigue habiendo una mirada machista, que las mujeres somos como quien dice “de distinto patio”. Entonces, “pasen a las pobrecitas del patio de atrás, para adelante”. Un ejemplo fue la María Luisa Bombal, que también la fui a entrevistar en un momento dramático Ella estaba muy pobre, internada en una clínica, aquí en la Avenida Salvador. La vino a ver Jorge Luis Borges en el último viaje que hizo a Chile, porque eran muy amigos… Me mandaron a entrevistarla, y ¿sabes qué me dijo?.. “Delia, tú eres muy joven. No me entrevistes, porque estoy muy enferma, muy vieja y muy desalmada”. Y yo no la entrevisté. Me dio una pena tremenda. A estas alturas del 2008, sigue habiendo una mirada como de quinto patio hacia la mujer, tanto en la creación del arte como en los trabajos, en la vida pública. No hay un reconocimiento explícito, siempre tienes que andar tú con más merecimientos y más poderes que te empujen para obtener lo que es justo. ¡No me mates, que ya me jodiste! Decía la gente de Osorno: “a la Delia le pasó lo que a la Gabriela Mistral”. Porque yo estaba de ilusión, con un muchacho de allá. Estábamos pololeando, hacía tres o cuatro años. Me encontraba en Santiago haciendo diligencias y de repente llega una mucama del Hotel Crillón y me dice: “¡Qué mala es la gente de su tierra!” y me tiró el diario. “Fíjese que mataron a un joven de cinco balazos.” No lo puedo creer, le dije. Cogí el periódico y leí la noticia. Era mi novio… Yo me quedé…no sé cómo…y luego escribí una elegía producto del amor joven y de todos los sueños que nos descogotaron con esos cinco balazos. El tipo que lo asesinó estuvo cinco años preso. Dicen que Milton le dijo “¡No me mates, que ya me jodiste!”. Y le pegó otro tiro, que rebotó -mira como es el destino- en el tapabarro de la camioneta y se viró justo hacia su corazón. Y ahí cayó. Entonces me quedó la sensación de que si yo me casaba con otra persona, yo estaba engañando a Milton, porque teníamos el matrimonio en la cabeza con todas las ilusiones.. Así que cada vez que voy al cementerio de Osorno y paso frente a la tumba de Milton, le tiro una rezada. Y después me voy a ver mi mamá. La poesía como sublimación La gracia es que no me quedé amargada. No soy una mujer frustrada. Todos los días rezo y le pido a Dios que me tenga las ampolletas encendidas y sea capaz de amar al ser humano. Yo tengo un amor humano por toda la gente. Soy amiga del viejo que cuida los autos de allá abajo. Nos saludamos de beso, somos amigos. Tengo un poder de amor y le doy gracias a Dios y siento el amor de la gente, también. Tengo el amor de los niños, de los jóvenes, de los poetas, de la gente como tú, que eres antropóloga y escritora… Tengo el orgullo de ser la mamá literaria de la Sonia Montecinos, porque yo salía a bailar con el papá de ella... Ella es de Osorno, hija de Max Montencinos, la conozco desde los abuelos y sé donde tenían el campo. La Sonia donde voy, dice “mi mamá literaria”. Lo bueno es no sentirme vacía. Mi poesía está llena de amor y de ternura, nunca de odio. Me ensuciaría el alma y me sentiría jodida sin ella. Me siento una mujer que produce cosas, tengo la necesidad de dar amor y de compartirlo. ________________________________________ Entrevista realizada por la antropóloga Claudia Arellano Hermosilla, el 6 de agosto de 2008, en Santiago. Edición de Clemente Riedemann. Antropología Poética de Chile / en busca de la Suralidad. Proyecto Fondart Regional Los Lagos, 2008. http://www.suralidad.blogspot.com/ © Suralidad Ediciones

La chiloteidad y sus discursos identitarios

Los inmigrantes. Obra de Germán Arestizábal.
Artículo preparado por Claudia Arellano Hermosilla.
_____________________________________________
Desde un imaginario colectivo Chiloé ha construido un espacio que vende y promueve hacia el exterior una imagen tradicional y mítica que es capaz de perdurar en el tiempo. Se presenta como un espacio que no se modifica y con una identidad ahistórica que remite a un tiempo anterior mejor que el actual, el que es guardado en la memoria y que es constantemente reproducido para ser ofertado como una suerte de paraíso perdido. Esta imagen de identidad no es sostenible en el tiempo ni el espacio, donde las identidades se transforman, se reelaboran y se combinan. __________________________________________________ La observación de la realidad nos señala que en Chiloé conviven múltiples identidades, debido a las transformaciones ocurridas en las últimas décadas en las esferas económicas, sociales y culturales, producto de la instalación de las empresas salmoneras en esta zona, a partir de la década del ochenta. Ellas han llevado a la isla elementos modernizadores y nuevos grupos migratorios, que portan consigo un acervo cultural distinto, el cual se confronta, compenetra y entrecruza con los referentes simbólicos ya existentes. Esto, a su vez, estimula la formación de nuevos discursos, en donde el sujeto se piensa a sí mismo en relación con los demás. El paisaje identitario chilote se diversifica y se construye como multicultural, al participar cotidianamente con diversas formas de la cultura que se superponen y mixturan; y como multitemporal, al coexistir diferentes tiempos históricos por los que el sujeto debe transitar. Es una sociedad híbrida, cargada de códigos simbólicos diversos, donde conviven lo tradicional y lo moderno, bajo fronteras dúctiles. En este escenario, Chiloé se muestra como un mosaico identitario, donde existe una meta-identidad —la “chiloteidad”— en la cual se entrama una multiplicidad de identidades. Se puede plantear que esta macro-identidad chilota es definida por condicionantes como la historia, con héroes y hazañas particulares; la peculiar geografía con sus fronteras naturales; además de la economía y la tradición. También existen otros baluartes culturales que se han exaltado desde afuera de Chiloé y que responden a este imaginario colectivo: la vida comunitaria, expresada en la minga; la costumbre culinaria, como lo son los platos típicos (“quiero comer curanto con chapalele, milcao, chicha manzana...”); la vestimenta que se presenta como característica, con la lana como material básico; las variantes locales del folclor, especialmente en la música. Todos éstos son elementos constituyentes de la imagen exótica de la Isla. Este estereotipo de Chiloé que se exporta, es producto de la retención de una imagen atrapada en el tiempo, que evoca un romanticismo de aquellas expresiones culturales que poco a poco se están desvaneciendo. El imaginario proyectado vuelve a su base con mayor intensidad que aquella con que salió, realimentando, reelaborando y potenciando el sentimiento emocional hacia la isla. Es una especie de espejo refractario que devuelve un Chiloé utópico, que obliga a sus habitantes a mirarse a sí mismos y les da la posibilidad de reconstruirse. Estas características configuran una identidad aunadora de identidades diferenciadas, las cuales están integradas en un “nosotros los chilotes”, discurso meta-identitario en el cual existen relaciones en tensión y relaciones de poder. Tales relaciones se despliegan en la disputa entre las diferentes colectividades identitarias por poseer el control de “la chiloteidad”. Se distinguen varias colectividades identitarias: la de los chilotes, la de los afuerinos y la de los huilliche. Colectividad de los chilotes
El “ser chilote” estaría conformado por aquellas personas nacidas y criadas en la isla, condición inquebrantable para ser considerado por la comunidad un chilote/a auténtico/a. Chilotes serían aquellos sujetos que tienen internalizados ciertos baluartes culturales. Entre ellos, una determinada noción de tiempo, que implica hacer las cosas según los ritmos tradicionales, es decir, una cotidianidad pausada que sigue el vaivén de las mareas; el espacio, en el sentido de una relación estrecha con la naturaleza, con el verdor, lo que se manifiesta en la necesidad de estar en contacto con el campo, con lo rural, y como éste a la vez se traslada a lo urbano; la lengua, conocida como castiza, con un tono “cantarino”; y la mujer como ser aglutinador de la familia, como autoridad concreta en el quehacer cotidiano que no es visualizada bajo el poder simbólico del hombre. Podemos, así, encontrar discursos como el de los chilotes más “tradicionalistas”, que resaltan estas características culturales como valores esenciales para su cultura e identidad. Al chilote tradicionalista se le acusa de fundamentalista, por exacerbar su condición de haber nacido y haber sido criado en Chiloé. Desde su punto de vista, ello le otorgaría el poder en la toma de decisiones sobre la isla y le permitiría deslegitimar a toda persona que no posea esa misma condición, además de autoidentificarse como único portador de la identidad chilota. Los sujetos que portan este discurso en su mayoría participan en las actividades culturales de la isla como agentes reafirmadores de la identidad, tanto en el plano político como educacional e intelectual.
Colectividad de los renovadores y afuerinos Entre los portadores de este discurso, podemos encontrar a los sujetos que se alejan del discurso tradicionalista, que tienen una postura más permeable a los cambios modernizadores, que no ven en ellos una amenaza a la identidad chilota; muy por el contrario, incorporan en sus concepciones elementos globalizadores como un medio para fortalecer la propia identidad. La que hemos llamado “colectividad de los renovadores” abarca, por un lado, a aquellos chilotes —nacidos o no nacidos en la isla— que comparten un discurso común en pro de la coexistencia entre tradiciones y prácticas socioculturales isleñas y elementos o fenómenos globales. Su apuesta es a la reelaboración y convivencia de prácticas y modos de vida diferentes; a utilizar los beneficios y facilidades que entregan los avances tecnológicos y modernizadores; a apropiarse de lo foráneo y traducirlo a sus propias lógicas locales; por último, a decodificar los mensajes de acuerdo con sus propios códigos culturales. Por otro lado, en este grupo están los que apuestan por la modernización de la isla como medida necesaria para mejorar la calidad de vida, haciéndolo sin un arraigo emocional en la cultura, tradiciones y prácticas culturales chilotas. Están ligados a este territorio en términos económicos-laborales, por lo que podríamos catalogarlos como “afuerinos”, debido a su condición de inmigrantes y por su no integración a la sociedad chilota. Ello ha derivado en que la reflexión sobre el “extranjero” (o el “extraño”) se haya incorporado en el discurso chilote, especialmente el de la colectividad tradicionalista, como forma de caracterizar la situación de los afuerinos; es decir, aquellos que no han nacido en Chiloé y que por distintas razones residen allí. Desde este vértice, por más que se vean integrados a la cultura, que asuman conductas y en cierto modo se amalgamen al “ser chilote”, siempre van a ser considerados como “los otros”. El “otro” es aquel sujeto que tuvo que migrar a la isla por trabajo, ya sea en la industria salmonera, pesquera o en servicios asociados a éstas; es el que no ha desarrollado afectividad con la isla y expresa en forma explícita sus deseos de retornar a su lugar de origen, aunque por contratos laborales está obligado a mantenerse en ella. Su sensación de inconformidad se traduce en una crítica permanente a la forma de ser del chilote, a su estilo de vida y, por sobre todo, a la precariedad de los servicios urbanos. De allí que generalmente sea él quien manifiesta apoyo al ingreso de la modernización y nuevas tecnologías a Chiloé. Los afuerinos residentes por trabajo reproducen a menor escala un estilo de vida similar al de su lugar de procedencia; así, de un tiempo a esta parte, han instalado en la isla estándares de vida ajenos a los que allí existían. Por ejemplo, colegios particulares como Cahuala, provocaron que se acentuaran las diferencias socioeconómicas en la ciudad de Castro, ya que antes de su creación todos los niños y niñas de las diferentes clases sociales participaban de los mismos espacios educacionales; lo mismo ocurrió con lugares de recreación, como pubs y barrios residenciales exclusivos. Colectividad huilliche Actualmente, en Chiloé se denomina huilliche a todo aquel que porta apellidos indígenas; sujetos que se autorreconocen como tales y que viven en comunidades rurales o en territorios urbanos de la isla. La particularidad de los huilliche que residen en la isla es que, a pesar que existe gran número de población indígena que no se reconoce como tal —por el proceso de blanqueamiento conocido en todo el ámbito latinoamericano y que acá se expresa en la “chilenización”—, ellos reivindican desde su condición de urbanidad el pensamiento indígena. En tanto mantienen una identidad imaginada y persisten en ella, reviven el tema de la lucha por el “territorio huilliche”, factor que refuerza en la memoria colectiva la idea de ellos como los primeros habitantes de la isla; por tanto, serían los auténticos portadores de la identidad chilota. En el marco de esta colectividad se pueden vislumbrar dos facetas. Por un lado están aquellos huilliche que no participan activamente en ningún tipo de instancia indígena, que no se plantean la condición étnica como un rasgo fundamental de su identidad; muchas veces reniegan de ella, a diferencia de los que sí basan su identidad en la alteridad indígena/no indígena, y que practican y recrean su cultura. Es importante mencionar que estos últimos trabajan activamente en organizaciones sociales indígenas que les permiten acceder a proyectos del Estado, sin perjuicio de levantar una bandera de lucha como pueblo. Existen varias organizaciones huilliche, las cuales tienen objetivos distintos, pues interpretan el ser huilliche y dan respuestas a las necesidades de éstos de manera diferenciada. Pero, un rasgo que atraviesa a estas organizaciones es su significación y relación con la tierra, elemento primordial en las sociedades indígenas. Pese a que los huilliche urbanos no la habitan en su cotidianidad, participan del sentimiento imaginario del territorio huilliche. Comparten una memoria colectiva común, con relatos que evocan a héroes indígenas, hazañas y a un pasado histórico compartido. De la misma forma, también han heredado el sentimiento de ser objeto de una discriminación negativa que se sigue reproduciendo en la actualidad. La revitalización que se ha producido en las últimas décadas en la sociedad huilliche ha forjado un proceso de etnogénesis acelerado, proceso efervescente de creación de identidad que no es ajeno al devenir de la velocidad de los tiempos. No olvidemos que en la década de los ochenta sólo existían cuatro comunidades y hoy existen alrededor de cincuenta. Este proceso -que no está desligado de la promulgación de la Ley Indígena Nº 19.253 del año 1993- ha facilitado la reconstrucción de innumerables comunidades, así como la revalorización simbólica de los elementos y rasgos que forman parte de la identidad indígena de nuestro país. Finalmente, todo lo anterior indica que la creciente necesidad de reencontrar y resignificar parte de la cosmovisión indígena, no se remite sólo a mantener aquellos elementos duros de la identidad, como el lenguaje, la vestimenta, la religiosidad; sino a incorporar componentes nuevos y ajenos, como Internet, por ejemplo, para reforzar y estimular estos procesos.

Jorge Spíndola: Los Blues de la Patagonia

Reseña de Clemente Riedemann _____________ Con el ánimo de expandir las fronteras simbólicas de la Suralidad, que están allí donde sea que encontremos palabras que nos hagan sentido, compartimos con nuestros lectores la poesía del autor de Trelew. Su manera de escribirla revela que el gesto moderno no se circunscribe a la espacialidad urbana, no tiene necesariamente que ver con territorialidades, sino con un modo de pararase frente a la realidad, aunque sea la de la remota estepa patagónica. _______________________________________ Delicioso road movie nos ofrece el argentino Jorge Spíndola en este libro de poesía con fondo realista y lenguaje coloquial. Veloz, como Dan Moriarty, su verso –bien respirado- circula lo mismo por las asombrosas carreteras patagónicas, que por los vericuetos de los espacios domésticos. Va de las camionetas a las bicicletas y de ahí a los caballos –todo lo que se mueve, lo que va y vuelve- con precisión y sin alardes, pues su intención no es conceptual ni metafórica, sino descriptiva: “me paso la vida traduciendo a palabras / imágenes, registros de esas aves en la piel” (Fotos Nocturnas) Las tres partes del libro –Calles Laterales, Bailango y Otros ámbitos- muestran la naturaleza existencialista del estilo descriptivo que hace tanto bien a la poesía de estos días: “ahí va eso que soy y todo lo que fui” (Va Rodando Por El Mundo) o “todo es pasado, todo está por suceder” (En El Camino) o “donde seamos sólo soy estas palabras” (A Decir Verdad). Blues de la fugacidad, una metafísica de lo efímero, la sustancia de este tiempo, por cierto, también maravilloso, porque segrega poesía, esas “palabras que están detrás de las palabras” y que Spíndola ubica en sus poemas con destreza, para que se noten sin leerse, creando una atmósfera que parece siempre a punto de diluírse “todo ha sido tan fugaz /como esa liebre /encandilada por los focos” (Va Rodando Sobre El Mundo) Cierta amenaza fatalista flota en el ambiente de la pampa “siempre acá, /entregado como un perro a este paisaje, /oliendo matas, salpicado de escarcha /para siempre.” (Lisboa) o “la vida es un bumerang lanzado hacia la vida” (Bailongo) o “siempre vuelvo a lugares destruidos /a mis zapatos con agujeros” (Blues Del Regreso) o “ahora todo paso es un paso en falso” (Paso Del Gualicho). Pero aparece también el humor, bueno y agudo, con irresistible picaresca: “bajo la luz de la luna /orinamos solos / mi sombra y yo…ambos estamos un poco borrachos /y regamos el patio de la casa” (Poema Li Po). Spíndola asume la angustia del tipo que reflexiona en medio de un escenario destinado a los hombres de acción, donde la reflexión misma parece estar bajo sospecha, cuando no carente de sentido. De allí, acaso, proviene la sensación de fugacidad y el afán, a veces exasperante, por registrar cada trance, incluso aquellos sin la menor relevancia: “el hombre se sienta y fuma /estoy en casa piensa…/ahora bebe despacio su café…/el mundo de allá afuera es tan extraño / piensa” (La Casa) Este sentimiento de extrañeza por el espacio exterior se reitera con singular comicidad en “entré a la casa /mucho frío para estar hueveando afuera /y encima solo” (Hablar Con Las Plantitas). El propio autor se encarga de refrendar esta idea con el poema conclusivo del libro, A La Manera De Las Nubes: “y después me senté / a mirar el cielo / a dejar que la cabeza /volara sin sentido…a la manera de esas nubes /que van o vienen y dibujan /cierta forma / una cara / una liebre gris…y luego se deshacen” Pero esta pesadumbre es también una apariencia. Detrás –sólo un poquito detrás- hay un poeta profundamente comprometido con su destino nómade, con esa suerte de nueva prehistoria que es la postmodernidad. Y, no cabe duda, con la expresión poética verdadera: razonada, pero contenida de emoción; culterana, pero popular a la vez; personal, pero brindándose por dejar hablar a los demás, como aquí, para despedirse, le dejamos decir a él: “ en el bar el refugio hay unos tipos jugando a los dados por la vuelta sobre sus cabezas un póster del dieguito la foto de gilda y una hembra firestone…” (Calles Laterales) ________________________________________________ Jorge Spíndola CALLES LATERALES (2002, 77 pags.) Culturas del Sur del Mundo, Ediciones; Trelew, Chubut. Argentina.

viernes, septiembre 26, 2008

Alemanes en el Sur de Chile. Necesidad de superar las restricciones del concepto indigenista.

Paseo del Club de Caza de Llanquihue. Foto de archivo. Artículo preparado por Clemente Riedemann Desde el punto de vista estético, el tema de la alemanidad del sur de Chile no suscita ningún entusiasmo a nivel de la cultura instalada como oficial. Nosotros mismos, acá, menospreciamos esta vertiente, a pesar que forma parte de nuestra identidad. Lo aceptemos o no, el espacio que hoy habitamos es el resultado de un modelo de uso del suelo, una organización productiva y un ideario de desarrollo surgido en gran medida de la imaginación aportada por los inmigrantes alemanes. Vinculados por tradición a la ideología conservadora y -a partir de la guerra europea de mediados del siglo pasado- con el nazismo, los descendientes de los grupos inmigrantes de alemanes, en el plano de su producción simbólica, resultan ser casi tan ignorados como los indígenas. De hecho, no hay una literatura que reporte esa experiencia histórica. El discutible “Recuerdos del pasado” de Vicente Pérez Rosales, continúa siendo la “biblia” de la colonización, por sobre sus imposturas e incorrecciones. Acaso ha llegado el momento de revisar esta parte de nuestra realidad, para derribar prejuicios que nos debilitan en nuestra manera de auto-reconocernos y presentarnos ante el mundo. Hasta ahora se ha considerado como propio de lo étnico las referencias a la cultura de los habitantes originales del territorio nacional, a veces, llamados grupos étnicos minoritarios: aymaras, atacameños, diaguitas, mapuches, chonos, onas, etc. Incluso, en virtud de su mayor número y focalización residencial en áreas territoriales autóctonas, el concepto suele hacer referencia en forma exclusiva al pueblo mapuche y a otros grupos territorialmente contiguos, distribuidos en un área del centro- sur del país que se extiende entre los paralelos 37° y 43°. No sólo de mapuches vive el discurso de la interculturalidad Pero esta idea de etnicidad no resulta útil para explicar el aporte realizado a la cultura nacional por otros grupos étnicos llegados a los territorios del sur con posterioridad al período colonial hispánico, especialmente los grupos de inmigrantes alemanes, colonizadores de una vasta área geográfica situada en los que hoy se conoce como Región de Los Lagos (paralelos 39° al 42°, principalmente). Al flexibilizar el concepto e incluir en él a todos los grupos no criollos, surge un modelo interpretativo de mayor complejidad cultural, riqueza temática y, también, más útil para iniciar una comprensión global de las relaciones interculturales en el sur de Chile. La perspectiva intercultural en sentido amplio Por otra parte, está claro que el concepto adscrito exclusivamente a los grupos indígenas, no les ha reportado a éstos ningún beneficio adicional: no les ha facilitado la integración, ni se conocen mejor su lengua y su cultura, excepción hecha con un número muy reducido de vocablos, elementos de la parafernalia y de los rituales, además de las consabidas alusiones a un pasado militar heroico, realizadas en discursos que incluyen tanto el relativismo moral como la caricatura retórica. En cambio, al estudiar la cultura mapuche en el contexto más amplio de las relaciones interculturales, aparece con mayor nitidez la importancia del rol histórico jugado por ella en el pasado y en la configuración del presente, lo que otorga al Sur de Chile su rasgo distinto en el ámbito de la cultura nacional. No resulta verosímil, entonces, el estudio de la realidad etnocultural en esta área, si no se considera la gravitación que los colonizadores alemanes han ejercido desde el mismo instante en que el Estado chileno los instaló en los territorios del sur, a partir de 1848. Esto resulta particularmente evidente si se observan los patrones de uso del suelo en el área periférica del gran lago Llanquihue y las características urbanas de ciudades como Valdivia, Osorno y Puerto Varas donde se conservan los rasgos de la Europa decimonónica, en comunión no siempre conflictiva con elementos arquitectónicos criollos. Los fundadores del sur moderno Esas familias de alemanes importaron conocimientos y experiencia artesanal, técnica, industrial, mercantil y bursátil en los modos de relación económica capitalista y bien puede considerárseles como los auténticos fundadores del sur moderno. En las ciudades situadas al norte de la región – Valdivia, Osorno – lograron revertir el carácter hispánico de la urbanidad e impusieron sus modelos operativos de gestión económica, social y cultural, en un sentido amplio, y sólo se constriñeron en el respeto irrestricto por las normativas jurídico – políticas instauradas por la administración del Estado chileno. Antes de concluir la tercera década desde su llegada, los alemanes habían logrado consolidar un sistema productivo agrícola autónomo, organizar la producción industrial e instaurar un sistema educativo elitista en un principio, el que fue abriéndose gradualmente a los criollos en la medida en que el cruce étnico fue posible y dio origen a vínculos institucionalizados más estables. Inmigración sin poesía Los alemanes produjeron una gran cantidad de literatura de registro con fines utilitarios en sus primeros cincuenta años de permanencia en el sur del país: reglamentos, periódicos, manuales, guías, recetarios, anuarios, diarios de vida, memorias, cartografías domésticas, etc., pero curiosamente, no dieron origen a una literatura de ficción, menos aún poesía, arte que cultivaron preferentemente en la intimidad de los núcleos familiares y que con rarísimas excepciones decidían exteriorizar más allá de ese ámbito, por lo común, empleando seudónimos o recurriendo a terceras personas a quienes narraban verbalmente las experiencias y visiones relacionadas con el proceso colonizador. El tema étnico alemán, la actividad colonizadora misma, su proceso de integración a la chilenidad, las características distintivas que han aportado al sistema de relaciones interculturales, nunca fue desarrollado en una obra sistemática y su realización es uno de los grandes desafíos para los escritores del sur en la actualidad.

jueves, septiembre 25, 2008

La etnicidad mapuche en la poesía chilena actual. El punto de vista de un escritor no-mapuche.

Doña Rosario Hueicha (Chiloé). Dibujo de Danilo Sepúlveda.

Artículo preparado por Clemente Riedemann.

___________________________________________ La emergencia de la poesía de origen indígena en el sistema de comunicaciones literarias, es una de las novedades de la poesía chilena verificadas en las últimas dos décadas. Al esfuerzo individualista de los precursores, se agrega ahora la dedicación colectiva de los autores más jóvenes, entre los cuales se integran por igual hombres y mujeres, arropados con una visión intercultural que abre espacio a nuevos lectores. _________________________________________ Entre las posturas e imposturas que pueden contener las expresiones poéticas centradas en el tema étnico indígena, lo peor para la poesía es la opción por tratar las circunstancia de marginalidad en la que se debaten los grupos étnicos minoritarios desde una perspectiva histórico- reivindicativa. La decisión de instrumentalizar la poesía como publicidad para llamar la atención sobre el despojo material y espiritual sufrido por el pueblo mapuche, a partir del siglo XVI, no encontrará eco en la comunidad lingüística nacional, en virtud de la ninguna presencia política indígena en las estructuras de poder de la sociedad chilena. La nostalgia por el gran discurso sociopolítico de la restauración de un orden original – imposible de reconstruir – importa elementos ideológicos y formales arcaicos, cuyo momento más relevante se encuentra quizás, en la novela indigenista de mediados del siglo 20, énfasis que no es posible replicar hoy con idéntico vigor en un contexto literario debilitado por el esnobismo y la vulgarización. Literatura y transculturalidad. La emergencia, desarrollo y vigencia del tema étnico indígena, en el actual contexto de la circulación literaria, dependerá de la capacidad de los poetas- mapuches y no mapuches- para expresar esa situación con los criterios transculturales de la modernidad. Esto significa, por una parte- y en el caso de los poetas mapuches- la necesidad de abordar la composición poética privilegiando la cosmovisión particular de la cultura indígena en la actual situación de contacto cultural con la sociedad chilena y la apertura al exterior que ésta promueve, de tal manera que queden implícitos los rasgos que asume hoy el proceso de transculturación, sin marginar los aspectos subjetivos, íntimos y anecdóticos que tal suerte de relación acarrea. Por otra parte, el poeta no mapuche puede avanzar hacia el encuentro y comprensión de la cultura indígena de una manera más independiente, esto es, asumiendo los criterios de la diversidad o interculturalidad, superando el modelo etnocentrista de la cultura oficial. Inutilidad de los formatos lingüísticos conservadores. En lo referente al problema lingüístico, resulta obvio que las formas expresivas bilingües – frontales o contextuales – servirán con mayor eficiencia a la adecuada comunicación de esta poesía, considerando que el desconocimiento del mapudungún es generalizado en la sociedad chilena. Una propuesta de escritura fonética exclusivamente mapuche condenaría a ese trabajo a la inadvertencia fuera del ámbito de las comunidades indígenas, donde tampoco la lengua ancestral se practica en forma extensiva. Apuntar hacia el exterior con las lenguas del exterior, abre opciones para que la literatura étnica encuentre lectores en el sistema global de las comunicaciones. Una forma expresiva bilingüe de carácter contextual conlleva novedad, complejidad y es, en sí misma, síntesis del proceso de transculturación, lo que constituye un aporte valioso al acervo lírico del país. La representación lingüística frontal, que implica la simple traducción, contribuye a la difusión de lo propiamente étnico de una manera limitada y traiciona el principio de que la poesía, en virtud del modo íntimo con que se relaciona con la cultura, sólo es cabalmente comprensible y valorada cuando se accede a ella a través de la lengua en que ha sido pensada y escrita. Las barreras culturales y sicológicas. La vigencia del tema étnico en la poesía chilena se encuentra vinculada al reposicionamiento del conjunto de las culturas indígenas en el sistema de comunicaciones lingüísticas del país, cuestión que sólo puede darse en un contexto de aceptación de la diversidad, esto es, superación de la discriminación y de los prejuicios históricos, lo que- en teoría- encuentra posibilidades de realización en sociedades democráticas. En Chile, hoy, valorando lo que el Estado, algunas instituciones privadas y lo que los propios poetas de origen indígena han obrado en los últimos veinte años, tal escenario se advierte aún muy lejano. Lo anterior, al menos por tres razones: primero, por la tendencia entrópica de la sicología mapuche que empieza a observarse desde el momento en que el Estado chileno les delimitó un territorio con la idea de garantizar su subsistencia, pero también como modalidad política de regulación y control del contacto interétnico; segundo, por las especiales características que reviste el actual proceso de modernización productiva en las áreas rurales del país, donde la rigidez en la aplicación de las políticas de mercado, derivan en el sacrificio de las formas tradicionales de la convivencia nacional y también en la devaluación creciente de las expresiones estéticas propias del país, incluidas las de origen étnico; y tercero, por la exagerada concentración del poder decisional en el área metropolitana, lo que genera un desequilibrio exasperante entre el centro y las regiones y, por tanto, en las oportunidades de acceso al sistema nacional de comunicaciones. Así, a la ya histórica marginalidad que se traduce en prejuicios y discriminación hacia las comunidades indígenas por parte de la sociedad chilena, las expresiones mapuches - al estar inscritas en la periferia – deberán salvar también obstáculos de carácter sicológico, lingüístico, político, territorial y de la inserción en el mercado editorial para mantenerse vigentes como tema de recurrencia en la literatura chilena contemporánea. Los límites del exotismo. Cabe, además, considerar el peligro de convertir la poesía mapuche en una moda y solamente en virtud del carácter exótico que importa su expresión lingüística, tal como ha ocurrido con los elementos de la parafernalia. Esto es, aceptar los aspectos formales más externos, pero cuidando muy bien de filtrar o neutralizar los contenidos sociopolíticos que constituyen la base de su creación. De cualquier modo, el proceso de incorporar la poesía mapuche al sistema nacional de las comunicaciones literarias será ahora - y a diferencia del pasado - responsabilidad de los propios poetas mapuches. El sector de la intelectualidad chilena que tradicionalmente asumió la tarea de promover­ - con óptica más o menos etnocéntrica - las expresiones de la cultura indígena, ha perdido hoy su preeminencia. La pequeña burguesía nacional está concentrada en revisar su propia participación histórica en el sistema y en asumir el discurso que exprese esta nueva circunstancia, cuando no se ha entregado ya una ilusión de modernidad, la que, por el momento, no considera significativamente la producción literaria de las regiones como parte constitutiva del modo de ser de la literatura chilena actual y de la identidad que se desea mostrar ante el mundo. Corrientes de representación del discurso poético mapuche en la actualidad. Considerando lo expuesto, distiguimos tres modos de instalación de los poetas mapuches en el sistema de comunicaciones literarias. La primera corriente inscribe su lenguaje en la representación de los valores ecológicos virginales y la oralidad (p.e. la poesía de Lorenzo Aillapán, conocido como “el hombre-pájaro”, en referencia a su habilidad para imitar el canto de las aves sureñas y su inserción onomatopéyica en los textos; Faumelisa Manquepillán, quien incorpora cánticos chamánicos tradicionales y el empleo de hierbas silvestres en sus presentaciones; y parte de la poesía de Leonel Lienlaf, aquella que desciende del legado de Pascual Coña). Una segunda corriente se mantiene apegada a la interpretación reivindicativa de carácter histórica y política, con un discurso que se centra en el tema del despojo de los territorios ancestrales por parte de la sociedad blanca y la necesidad de su recuperación por la vía de la articulación política y cultural del conjunto del pueblo mapuche (p.e. parte de la poesía del mismo Lienlaf y casi toda la César Millaueique). Una tercera corriente se expresa en la poesía de Elicura Chihuailaf, que procura registrar el proceso de transculturación que implica el cambio progresivo del habitat rural hacia los principales centros urbanos del país, abriéndose hacia el empleo de visiones de carácter intercultural y modos expresivos modernos, pero que abren también un foco de conflicto con las pociones conservadoras de la corriente anterior, de las que, por razones obvias, no puede desvincularse. Una cuarta corriente, descendiente de la anterior, a nuestro juicio la más interesante, apuesta decididamente por la interculturalidad. En ésta, se asume la condición del poeta mapuche como militante no sólo de una etnia, sino también y principalmente de la literatura, que es el espacio comunicativo donde finalmente deberá poner a prueba sus cualidades (p.e. Jaime Huenún, Bernardo Colipán, Juan Pablo Wirimilla, Victor Cifuentes, Roxana Miranda Rupailaf, entre otros, miembros de la generación más joven de los poetas mapuches actuales). Estos poetas cambian la actitud individualista que caracteriza a los anteriores y se plantean como un grupo organizado tras objetivos comunicacionales propiamente literarios. Una muestra contundente de esta nueva actitud, es la valiosa antología bilingüe Epu mari ülkantufe ta fachantü (20 poetas mapuche contemporáneos, Lom, 2003), con selección de Huenún y traducción de Cifuentes.

Visualiz-Arte, de Claudia Arellano Hermosilla

Visualiz-Arte / Claudia Arellano Hermosilla Suralidad Ediciones, 2008 81 pp. Fotografías de Fabiola Narváez
Bilingüe Español-Francés
Reseña de Clemente Riedemann
Se trata de un libro polifónico que abre espacio a un sur existencial, reflexivo y emotivo a la vez, atravesado por la inquietud, el arte y el misterio de la persona mujer. El libro fue presentado en la Galería Bosque Nativo de Puerto Varas, el pasado 27 de agosto y se encuentra disponible en las bibliotecas y librerías regionales.
El violonchelo de Soledad Guarda, la pintura de Katherine Hrdalo, la literatura de Rosabetty Muñoz, Bernardita Hurtado y Roxana Miranda; los vitrales de Mariela Cabrera y la fotografía de Fabiola Narváez, se muestran aquí desde el fondo existencial que produjo el legado artístico que, en conjunto, estas mujeres presentan hoy como expresión de la identidad sureña. “Resulta notable cómo los relatos de estas artistas –señala Sonia Montecino en el prólogo- ponen en escena la centralidad de una memoria genealógica, que las conecta con otras mujeres. El concepto de affidamento es preciso para dar cuenta de este hecho: son siempre mujeres con más experiencia, mayores, mujeres que ocupan un sitio muy claro en el mapa familiar o educativo las que operan como modelos, como ventanas y puertas que se abren a las más jóvenes y las motivan, las seducen, las alientan a superar lo establecido, pero conservando su impronta”. En el libro de Claudia Arellano las materias luminosas y oscuras del sur se entrechocan y hablan en “femenino”. Pero hablan desde allí no para limitar la mirada, sino para extenderla e invitarnos a escuchar la inquietud de sus vidas creativas. “Estos relatos asumen un significado colectivo en la medida que renuevan y re-significan el discurso patriarcal hegemónico que ha signado la historia de las mujeres”, afirma la autora en la introducción de su obra. Más delante la antropóloga señala que “los textos manifiestan que ellas están aquí para impulsar nuevas formas de subjetividad, capaces de intervenir en el “poder” del pensamiento binario (oposición masculino/femenino) y de esta forma configurar identidades relacionales y situacionales más equitativas, no como opuestos, sino como complementarios”. Congruente con todo lo anterior, el libro constituye, además, una experiencia editorial innovadora. A ello contribuyen la idea de la autora respecto del diseño del soporte libro, su acotada introducción y sus reflexiones finales; las fotografías de Fabiola Narváez; la materialización del diseño de Alejandra Meza; la traducción al francés de Carolina Avaria, y el prólogo de Sonia Montecino. Por otra parte, la investigación precedente que dio origen al libro ha sido financiada por Fondart Regional; y el volumen fue impreso en el sur del país. Visualizarte resulta así, un auténtico producto de la suralidad. Una apuesta a la confianza en nuestra gente, su sensibilidad, sus saberes, y su tecnología.