Reseña de Clemente Riedemann
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En este libro, la visión lírica del bosque chilote es atravesada por la doble tragedia que implicó en los 70’s el advenimiento de la dictadura y la devastación forestal en el archipiélago. Así, la ternura con que el poeta recorre y describe la atmósfera interior del bosque y los bordes de su aldea, contrasta dramáticamente con la necesidad de denunciar la situación de opresión política y la tala irracional de los árboles. Un discurso instalado entre el dolor y la belleza, entre la violencia y la serenidad.
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Entre Ayes y pájaros reúne 33 poemas (la medida teilleriana perfecta) distribuidos en dos secciones: Cantos de pájaros en medio del bosque y Aquí se cierra el círculo. El libro abre con una cita del poeta chino Ts`Ao Ye y será ésta la primera publicación en el sur que trae a colación un epígrafe de esta índole. La tensión entre naturaleza y contingencia política queda de manifiesto en el texto de partida: “No me atrevo a alzar la voz / hablar / decir palabra…Las hojas secas caen / haciendo un ruido sordo en el rocío. / El viento / oh, sólo el viento, galopa y desde lejos / anuncia / el paso del día entre esas hojas.” (Para anunciar tu canto); idea que alterna –a veces se funde- con la amenaza de una debacle ecológica: “Y todo el mundo calla / mientras la bota del hachero resuena contra el mundo” (Y todo el mundo calla); amenaza que se refuerza en “Mi tiempo es de los árboles / del río que me cuenta la historia de la tierra / o del humo que azul recorre el cielo del verano / y otea el camino / por el que vienen corriendo los verdugos.”(No me preguntes).-
En Entre ayes y pájaros Contreras usó de manera deliberada -por primera vez en el sur- la poesía como recurso para denunciar la devastación ecológica en las islas: “Contemplo desde el bosque asustado / los pájaros que emigran. / No quieren acostumbrarse al ruido / de las sierras mecánicas / a los tractores que arrancan de raíces / los árboles…que aún el nido / pequeño y flojo de los tordos / devastan.” (Desolación).-
En un gesto de coraje extraliterario o como mecanismo de autocensura, Contreras encuentra el modo de vincular la devastación ecológica (que actúa aquí como metáfora de la represión) con el símbolo del autoritarismo: “Y el general no quiere oírnos. / No quiere / saber que el enemigo tala nuestros bosques / …y se lleva por delante los ríos y las plumas” .-
Sorprende en este libro la atención puesta en la construcción de la atmósfera del bosque chilote, un escenario escaso en la poesía escrita en el archipiélago, situada habitualmente en los espacios del bordemar, donde la pesca, la labranza y el pastoreo copan la escena descriptiva (Navarro Cendoya, 1964;1972) o metafórica (Mansilla, 1986; Muñoz, 1981); o el comento irónico de la identidad urbana pueblerina (Trujillo, 1979); o la tradición religiosa (Caicheo, 1984; 1999). El modo de Contreras para internarse en el bosque es lírico, influído acaso por la literatura china que entonces consultaba (ver entrevista en este mismo blog) o la circunstancia de estar habitando en el sector interior de Puntra, lo que se hará más evidente en su libro posterior Palabras para los días venideros. Pero también denota la necesidad de paz y belleza en medio de tiempos violentos. No se trata de evadir la realidad, sino de atender al impulso orgánico de relacionarse con lo bello, en la serenidad del espíritu. El poeta incuba la idea de sembrar, de compartir, de dar, como lo demuestra la insistencia en el empleo del vocablo “esparce”: “Mientras la barca avanza y el ruido de los remos / se esparce entre los juncos / y en el tepual asoman su cabeza los / coipos sorprendidos…”(Descubrimiento) o “En el bosque florido conversan las abejas / mientras el sol esparce al viento sus dedos oculares…”(Y todo el mundo calla) y “No hay nada. / Salvo el sabor salobre del mar que esparce el viento / entrañas de cipreses galopando / en la orilla / de la lluvia.”(Invierno en Chiloé).-
La impronta nostálgica (una de las opciones sicológicas en tiempos de adversidad o de crueldad) se desliza hacia el final del libro “Adoro / la lentitud de mis lejanos días. / La pausa / que nos dábamos entonces. / Mirábamos / tan sólo / los ojos de los árboles / el río / que incansablemente pasaba murmurando / el concéntrico discurso / de los peces y el agua.”(Esos lejanos días).-
En relación con la identidad, Contreras deja entrever su alianza subliminal con la naturaleza: “Mi morada es pequeña pero guardo entre los cantos / agrestes del mañío / todo el olor del bosque y el zumo de los pájaros..”(El olor del bosque) o “No tengo tiempo propio/ Mi tiempo es de los árboles, del río/ que me cuenta la historia de la tierra…” (No me preguntes) o “Con mi rostro arrugado juego a / ser anciano / apoyado ahora por los añosos árboles…” (Mientras silbo).- Se menoscaba en “descubro que es inútil venir conmigo al bosque…..Descubro mi poca pinta de héroe o joven de película..” (Descubrimiento) se desalienta y contradice en “No me importa si mañana los bosques desfallecen.” (No me importa).-
Entre ayes y pájaros obtuvo el premio Gabriela Mistral en 1980. Lo autoedición de Contreras optó por el formato cuadrado y el papel kraft, muy de moda en la época. No registró datos editoriales, ni numeró las páginas y empleó una tipografía excesiva. Si no hubiera otros libros con peor diseño, diríamos que es un modelo de lo que hoy denominaríamos kitsh. La ilustración de portada muestra un árbol con una rama desprendida, lo que parece congruente con la temática. El ícono ha sobrevivido en el sello de la actual editora Kultrún.-
Los libros que Mario Contreras publicó hasta la primera mitad de los 80 (Raíces, 1978; Entre ayes y pájaros, 1980; Palabras para los días venideros, 1984) marcan el momento más alto de su poesía. En ellos persiste una visión del bosque insular chilote, transida de un hondo y delicado lirismo, cruzado por la tragedia psicológica y existencial que implicó el advenimiento de la dictadura y la devastación forestal. Así, la ternura con que el poeta – solo y desolado- recorre y describe la atmósfera interior del bosque chilote y los bordes de su aldea, contrasta dramáticamente con la necesidad de denunciar la opresión política y la tala sistemática de los árboles.
Surge, entonces, esa potente poesía que, en medio de la adversidad, descubre para él y para otros, un espacio de libertad, belleza y justicia, no vueltos románticamente hacia un pasado perdido o vedado, sino hacia los días venideros, en una actitud afirmativa que iluminó la escritura de sus contemporáneos más jóvenes y les alentó a resistir espiritualmente esos tiempos de persecusión.-
Colofón. Por sobre su artesanía material y sus imperfecciones discursivas, esta obra de Mario Contreras fue pionera en varios sentidos: diversificó la temática recurrente del discurso chilote; planteó el tema de la defensa del bosque en la poesía del sur; empleó la metáfora para referirse críticamente a la contingencia política; demostró la pertinencia de recurrir al lirismo en tiempos de violencia; inauguró la vía local de la autoedición; y logró la primera distinción nacional para su grupo generacional.
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Mario Contreras Vega
Entre ayes y pájaros (1980)
Autoedición, Ancud, Chiloé.
46 pags.
Premio Gabriela Mistral, 1980.
Obra consultada para análisis en el proyecto de investigación Fondart Regional 2008,
Antropología Poética de Chile / en busca de la Suralidad
© Suralidad Ediciones, 2008.
http://suralidad.blogspot.com/
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