Entrevista de Claudia Arellano.
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Desde la Suralidad y su condición de mujer, Rosabetty Muñoz ha logrado levantar - sin aspavientos ni remilgos- una poesía personal que resuena a lo largo del país. Su consistente y largo afán comenzó en el ámbito familiar chilote y los talleres literarios en su infancia escolar; continuó en la camaradería universitaria del grupo Indice, en Valdivia; y se afianza ahora al ritmo de una producción editorial notable, sin sustraerse a la responsabilidad de abrir espacios para otros, especialmente a los jóvenes quienes, como ella lo hizo, buscan un horizonte de elevación a través de la palabra poética.
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La materia viva de mi poesía.
Muchas de las imágenes que aparecen en mi poesía están relacionadas con el paisaje natural y humano del sur de Chile. La relación entre los habitantes y los elementos es clave para ir diciendo este sur, materia viva de mi poesía. El agua y sus distintas manifestaciones es protagónica: agitándose, misteriosa y espesa, en el mar, que termina siendo metáfora del mundo oscuro y difícil que nos toca vivir; o clara, dispuesta a limpiar, corriente que fluye. La humedad está – creo – integrada en nuestra propia estructura interna y somos también distintos por eso.
El azote de los vientos y la indefensión del hombre como situaciones permanentes y no como eventos esporádicos, también configuran este mundo. Vivir concentrado en los interiores y con una concepción temporal suspendida mientras pelean afuera las corrientes de agua, los ventarrones, los truenos y relámpagos, nos señalan como personas más reconcentradas en temas profundos; la liviandad que trae el tiempo de verano, las brisas ligeras, los olores y colores del verano son breves y aparecen en nuestros escritos como pequeños destellos.
Mi poesía también se interesa por las huellas que han dejado los antiguos, sus formas de habitar este mismo espacio y creo que las imágenes de sus apariciones en los lugares presentes están también en otras obras de poetas del sur. Nombrar los objetos (con todo lo peligroso que puede ser adentrarse en el espacio del cotidiano sin convertir el gesto en folclor) es una forma de animar otra vez resoluciones que nos sirven hoy por lo que cargan de identidad.
Reconozco en mi trabajo numerosas imágenes asociadas al trato del hombre con los elementos y que significan pérdida: naufragios, muerte, abandono, soledad. Lo religioso traspasa casi toda mi escritura, las imágenes de los santos en las iglesias, la fe de los sencillos, el sentido de la fe en las comunidades chilotas que se define por la necesidad de creer en este cuerpo sagrado que es común y del que participan todos.
El habla cotidiana de mi comunidad.
Estoy atenta al habla cotidiana de la comunidad y tomo apuntes que luego uso en los poemas. Presto oído especialmente a los antiguos donde se encuentra un capital valioso, pero también converso y escucho a los menores porque sus voces abren la posibilidad de rastrear los cambios culturales. A veces son frases completas, imágenes y metáforas que salen de las bocas jóvenes y mayores con naturalidad. Mi desafío es lograr un tramado en que las voces vayan fundiéndose y la mía desaparezca en un decir espesado por la fuerza de la palabra viva en la comunidad. He “escrito” o más bien editado poemas donde recojo expresiones tal cual las han dicho otros sólo les agrego un título o comillas. La intención es dejar hablar, pero también hay un ejercicio de selección que señala al autor, que deja fuera – seguro- mucho de una palabra que también representa este tiempo. En Chiloé, por ejemplo, existen todavía giros de lenguaje que tienen mucho que ver con el español antiguo: Hay gente que me dice “esa palabra la buscaste en un diccionario” y no es así: está dentro del lenguaje. Mi mamá, por ejemplo, dice “sajar”, que es un corte súper fino, preciso, con el cuchillo y no es una palabra impostada, es parte de su natural expresión. Entonces, creo que el mayor valor que puedo encontrar, es precisamente ponerle oído a lo que habla la gente que todavía conserva una cultura tradicional, pero como uso del lenguaje, porque está cargada con esta visión de mundo que más me interesa a mi, una visión que está relacionada con los elementos, con la naturaleza.
Verso libre, imagen, metáfora.
En lo formal, se trabaja especialmente el verso libre, de variada medida: desde brevísimas líneas en poemas también cortos, a versos de arte mayor (con menor frecuencia). Las formas estróficas responden a necesidades semánticas y poco se usan estructuras tradicionales como sonetos u otros. Creo que las figuras literarias más presentes son las imágenes y metáforas; la actitud lírica más presente es la enunciativa. Hay muchos poemas que tensan los límites de lo lírico y lo narrativo. Todas estas características ligadas a una posición vital de la mayoría de los poetas llamados del sur: no escribir de espaldas a la circunstancia histórica.
La palabra poética.
Hay una gran complejidad al momento de trabajar la palabra poética, por cuanto sí se reconocen numerosos elementos determinantes de la identidad en el uso del castellano; sin embargo, su uso en los textos ha de ser mirado detenidamente. No estoy de acuerdo, por ejemplo, con utilizar términos en los poemas que luego deben explicarse en un glosario o a pie de página (lo he visto en textos de Huirimilla y Colipán, también en algunos chilotes). Creo que es un esfuerzo necesario dar a los giros de lenguaje, a ciertas estructuras o vocablos, un contexto tal que su comprensión siga el mecanismo de las figuras literarias: sean portadores de sentido y se abran al entendimiento desde lo sensible no desde la tautología.
Reinterpretación de la historia y de la infancia.
Creo que esta poesía postula un alerta permanente frente a las tentaciones del medio, léase acomodarse a una visión de la realidad que no provoque conflicto (folclorizante o celebrante de este tiempo). Esta poesía coloca en primer plano a personas olvidadas por la historia, hace protagonistas al hombre y la mujer comunes y su hazaña cotidiana. Esta poesía revisa la infancia despojándola de la idealización y mirándola honestamente, con lo cruda que pueda ser, la misma actitud con que se revisa la historia, las costumbres. Moviliza la concepción de belleza mirando en el entorno y buscando en particulares modos de entenderla.
Lenguajes que exploran los cruces culturales.
A partir de un primer momento de eclosión de cierto lenguaje moderno, que se hacía cargo de temas también actuales (entiendo que se habla de poesía del sur respecto de un conjunto de obras y nombres que iniciaron un proceso hasta ahora no interrumpido, consistente y con ciertos grados de lucidez en torno al propio quehacer literario) se han acumulado estrategias de escritura y se han abierto espacios para profundizar en distintos cauces.
Así, hay poesía mapuche huilliche que está dando cuanta de mundos ocultos hasta ahora, por ejemplo, la poesía escrita por Bernardo Colipán o Jaime Huenún; hay lenguajes que exploran en los cruces culturales que se dan en las ciudades más pobladas del sur y que cruzan elementos de lo indígena con culturas marginales de campesinos que han migrado a la ciudad, como en la poesía de Paulo Huirimilla; la poesía de Sergio Mansilla que se interna profundamente en el imaginario chilote, sin idealizarlo, y desde esa búsqueda establece un contraste con el mundo contemporáneo; hay autores que hacen una feroz crítica a la modernidad pero no logran trascender la intención. También hay poesía que apuesta por mantener en la palabra un cierto pasado engrandecido y se niega a ver cualquier ventaja en la modernidad, creo que esta última es una poesía de corto alcance, destinada a perderse.
Convivir con la dinámica de la naturaleza.
Siempre he creído que el paisaje es absolutamente marcador de los caracteres. Las agresiones que en otras partes pueden ser agresiones metafísicas, aquí se manifiestan en forma concreta o una las percibe con las marejadas, y con los vientos impresionantes, y con los temporales. Creo que la influencia del paisaje en los caracteres de las personas, me parece que es un rasgo interesante de revisar, incluso para la gente que pelea con eso. Siempre me acuerdo de Jorge Torres, cuando decía que él escribía de espalda al paisaje, quiere decir que el paisaje es una imposición a nuestra vida personal, entonces tú tienes que asumirlo de alguna manera. Una de las cosas que a mi me fascinan de Chiloé, es cómo las comunidades rurales, las isleñas, aprendieron a hacer esta convivencia con los tiempos, con las mareas, con la dinámica de la naturaleza.
Producción, edición, difusión y crítica.
Existe en el sur, actualmente, una nutrida actividad literaria. Permanente edición de libros, realización de lecturas públicas, encuentros de reflexión en torno a la literatura. Se han hecho visibles, ante el resto del país, notables poetas que trabajan desde su cultura huilliche-mapuche; continúan en actividad creciente los poetas reconocidos en el sur de Chile y más allá de las regiones, pero no se percibe mayor relación y contacto entre los poetas de distintas provincias y distintas generaciones.
En este sentido, pienso que la forma de ocupar el espacio de producción literaria se puede caracterizar con términos similares al capitalino: dispersión y atomización. Después de haber vivido un fuerte impulso el trabajo literario “comunitario” en la década de los ochenta, cuando se desarrollaron planteamientos que sustentan el trabajo de hoy, el complejo panorama del sur se mueve por intereses parciales.
Creo que se trata de un período de transición porque más temprano que tarde quedará en evidencia que los problemas que enfrentamos antes y los actuales son bastante parecidos y siguen teniendo relevancia las bases que sentamos hace más de veinte años: establecer nuestros propios circuitos de producción, edición, difusión y crítica.
El capital simbólico de la poesía escrita desde el sur.
Pensemos en títulos de libros representativos de la poesía del sur: “Noche de Agua”; “Entre Ayes y Pájaros”; “Karra Maw’n”; “De Indias”; “Orillas de Tránsito”; “Los territorios”;”Canto de una oveja del rebaño”. En éstos y otros textos, encontramos referencia al paisaje, a la situación geográfica, al hábitat de los poetas. La riqueza de esta poesía es que no refleja un territorio sino que lo convierte en capital simbólico; otra riqueza es su permanente preocupación por el propio oficio de escribir y por las preguntas esenciales de lo humano: eso permite que esta palabra tenga universalidad.
Sin embargo, más allá de su vocación por desentenderse de los límites a que se nos quiere restringir bajo el expediente de “lo provinciano”, creo que es posible reconocer el paisaje y su gente leyendo la gran obra de la poesía del sur, es decir, la suma de los libros escritos hasta ahora y los que todavía vendrán a enriquecer esta mirada.
El tránsito entre tradición y modernidad.
He transitado incluso angustiosamente desde una época en que creía en la defensa de una forma de vida distinta, particular (la chilota tradicional) hasta la crudeza de mirar este tiempo en que la globalización está presente en todos los rincones. Intento “decir” la forma en que una comunidad responde a los desafíos de la historia, cómo y qué persiste de la tradición, cuáles son los rasgos de la identidad que la marcan de cara a un tiempo tecnologizado y aparentemente unido por innumerables medios de comunicación. El desafío es permanecer alerta a las señas y no victimizarse o asumir el lenguaje de la nostalgia eterna.
La relación entre historia, tradición, modernidad se encuentra en distintas obras de los poetas del sur; la relación con el paisaje humano y natural también está presente, aún cuando no sea protagónico en muchos trabajos; hasta el modo de sustraerse a su influjo está marcado por la pertenencia.
Devastación y resistencia cultural.
Creo que una seña de identidad es que esta poesía se ha desarrollado en la inquietud por los procesos sociales, históricos, políticos. En este sentido, para cualquier viviente de este tiempo se hace evidente el enorme cambio en las formas de vida que se han producido en el sur de Chile. En Chiloé, donde vivo, los movimientos migratorios han traído a los márgenes de los pueblos más grandes a muchos campesinos y pescadores que están abandonando sus tierras con todo lo que ello implica, entre otras cosas, volverse asalariado y perder el ritmo natural de sus labores.
Las influencias foráneas han sido devastadoras para la cultura tradicional, por medio de los instrumentos de comunicación masiva, se uniforma el lenguaje, los deseos, las formas de relacionarse. Las tierras, antaño familiares, están siendo vendidas como parcelas de agrado y tienen dueños que vienen una vez al año… En ocasiones tienen de inquilinos a los antiguos propietarios. Conviven mal, todavía, los que añoran una vida más acorde con los valores culturales tradicionales y los nuevos vecinos que representan al sistema económico de libre mercado.
Entre los jóvenes pareciera haber menos resistencia a las nuevas tendencias, pero basta que salgan de la isla a estudiar para que se replanteen una mirada más atenta a lo ancestral, precisamente por la necesidad de tener una identidad propia en el espacio de la gran urbe, se vuelcan al deseo de recuperar señas culturales en peligro de desaparecer.
Nos siguen mirando con sospecha.
En el medio literario centralista, miran como una desventaja que uno escriba desde el sur, en el sentido de que “otra vez está con el tema de las ovejas, del paisaje”, como burlándose y disminuyendo el trabajo que uno hace. Creo que hay pocas miradas realmente serias hacia el sur, por lo menos en la literatura. Cuando se nos compara con la poesía nacional o con los jóvenes que están escribiendo hoy día, por ejemplo “críticas al sistema capitalista”, tenemos presente que nosotros lo estamos haciendo aquí desde hace años; además, desde un lenguaje donde la invasión de la globalización ha sido mucho más violenta, porque ha chocado con unas comunidades pequeñas donde la forma de vida era completamente de otro ritmo. Sin embargo, nos siguen mirando peyorativamente. Creo que les acomoda mirar las cosas de ese modo, porque si te sitúan en ese lugar, desde ese lugar no molestas, hay una intencionalidad también en hacerlo. Si hablamos de este poder, que dice cuáles son los discursos que realmente interesan desde la poesía nacional, creo que siguen mirando con sospecha todo lo que uno hace, todo lo que no es metropolitano.
Lo interesante que ha pasado en el sur, por lo menos lo que pasó con la generación nuestra, desde los años 80 en adelante, es la manera en que nos hemos sentido libres de trabajar y de valorar lo que estamos haciendo, con cierta independencia y cómo gesto político: producir con las editoriales del sur y no estar pidiendo permiso para utilizar ciertas formas de escritura, de no tener que estar dando explicaciones a nadie de por qué hago esto o lo otro.
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Entrevista realizada por la antropóloga Claudia Arellano Hermosilla, el 25 de julio de 2008, en Ancud.
Edición de Clemente Riedemann.
Proyecto de investigación “Antropología Poética del Sur de Chile / en busca de la Suralidad”. Fondart Regional Los Lagos 2008.
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