Nota por Clemente Riedemann.
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Las fronteras entre lo culto, lo popular y lo masivo aparecen difusas o inexistentes bajo la espesa capa de información polivalente que pareciera ahogarnos. Durante algún tiempo persistirá la impresión de estar sumidos en un remolino de información circulando en torno a convocatorias sin sentido. La multiculturalidad de la mensajería actual carece, por ahora, de un lenguaje sintético. Se lo busca tentativamente en el sensacionalismo, pero éste sólo actúa cómo agente de sobrevivencia de la identidad y la diferenciación a falta de un auténtico derrotero para la cultura, que exige resignificación.
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Asedio a los límites de la privacidad. El proceso de transfronterización de la información y los saberes aparece vinculado al desarrollo de la tecnología mediática derivada de la mayor movilidad del ser humano a través de la superficie terrestre, de la atmósfera adyacente y por el espacio exterior cercano. Los medios, en sus distintos momentos de evolución tecnológica, han debido adecuarse al impulso expansivo y exploratorio de la naturaleza humana a fin de dar cuenta de las nuevas experiencias, registrarlas, conservarlas, clasificarlas y arribar a nuevas y cada vez más complejas formas de pensamiento y análisis, lo que a su vez permite refinar la tentatividad y la especulación en relación con las posibilidades y límites del devenir;
Ruptura como continuidad. De modo que la “ruptura” de los límites entre lo culto, lo popular y lo masivo que se advierte en la actualidad, es el resultado de un largo proceso evolutivo de la tecnología, cuya innovación implicó siempre complejos procesos de reflexión e ideación, sumado a la capacidad para materializarla en instrumentos y artefactos. A su vez, cada innovación tecnológica derivó en cambios culturales y sociales de diversa magnitud, procesos de ajuste en el empleo de la novedad tecnológica a fin de obtener el beneficio de una mejor comunicación, más completa y cercana a la realidad y, por tanto, más representativa de lo propiamente humano.
No se trataría, por tanto, de una ruptura propiamente tal, sino de una progresión hacia dimensiones más integradas de la realidad o bien, la posibilidad de visualizar y comprender la congruencia natural de “todas las cosas del mundo”, que es el estado original del universo, visualización obstaculizada por la manipulación de la información con fines evangélicos –religiosos, políticos, económicos o culturales- en un primer momento y por la fragmentación de la realidad propugnada por el racionalismo cientificista como método de acceso al conocimiento a partir de los tiempo modernos;
Depuración del multiculturalismo. La producción comunicacional tiene por delante la necesidad de iniciar un proceso de depuración de los lenguajes textuales e imaginativos para recuperar el flujo progresivo de la expansión de la conciencia. Por el momento y durante algún tiempo persistirá la impresión de estar sumidos en un remolino de información circulando en torno al vacío de la significación. Para ello quizás deba esperarse el surgimiento de una nueva visión de devenir –una puerta de salida hacia la continuidad de los procesos biológicos y sus respectivas modalidades culturales- que seguramente se encuentra en ciernes, algo difuminada bajo la espesa capa de información polivalente que por momentos pareciera ahogarnos;
La multiculturalidad de la mensajería actual carece, por ahora, de un lenguaje sintético. Se lo busca, tentativamente, en el sensacionalismo, pero éste sólo actúa cómo agente de sobrevivencia de la identidad y la diferenciación a falta de un auténtico derrotero para la cultura, que es, como luego de los viajes de Alejandro Magno, Marco Polo, Cristóbal Colón o Yuri Gagarin, una gran fresco de la diversidad que exige resignificación. Y, como ocurrió con el fuego, el bronce, el hierro, la carabela, la imprenta, el reactor atómico y la fibra óptica, la mente humana desborda en imaginación y juego ensimismado al amparo de la novedad inicial, para después dar paso a la sensatez y sensibilidad característica del quehacer orientado a la estabilidad sistémica. Al menos ocurre así con la parte humana que exige continuidad para la vida. Este sentido de futuro es el que alienta la investigación de una antropología poética de Suralidad y no el pasado, como lo piensan los consumistas del decadentismo de moda, tontos útiles de aquellos que propician la ruina del planeta -incluída la aniquilación del pensamiento crítico- a fuer de conseguir arrimar barriles de oro a sus bodegas; Mientras tanto, vivamos un día más en el vértigo de la frontera. ¡Welcome to Tijuana!
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El autor es Magister en Comunicación;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2009;
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