viernes, octubre 31, 2008

Juan Paulo Huirimilla: Ese espejo que la memoria guarda

Entrevista realizada por Claudia Arellano Hermosilla.
Dibujo de Juan Paulo Huirimilla por Danilo Sepúlveda.
_____________________________________________ Al poeta de Calbuco todo se le vino de golpe en su juventud: la urbanidad, la poesía, su identidad indígena, “los licores deleznables” –como escribió Lara. Pero se compró impermeable y se metió en la pecera donde brega –como todos- por la diferenciación. Pero no es alquimista, sino profanador de tumbas, cuyos relicarios lleva a la ciudad con gesto altivo. De allí la impronta oscura y a la vez luminosa de su lenguaje. ____________________________________________ La Mónica II. Cuando era niño deambulé por el campo y la ciudad. Hacía trabajos de siembra, iba a la marisca, salíamos a la pesca con mis tíos, con mi papá, con mis vecinos, con la comunidad. Cuando tenía como 12 años me vine a Puerto Montt con mi abuelo desde de la Isla Puluqui en la lancha Mónica II. Vinimos a vender papas y ajos. Fue cuando conocí los semáforos, mi primera aproximación a la urbanidad. Lo indígena siempre estuvo presente en mi cotidiano, pero no tenía una militancia desde punto de vista indígena. Pero cuando llegué a Osorno a la Universidad de Los Lagos para estudiar Huincasungun (o Castellano), me vinculé a grupos específicamente mapuche, cuando ya te decían hermano o peñi: “¡Ah! ¿Tú eres del sur?”-preguntaban-”Sí, claro, yo soy del sur”, les contestaba... “¡Ah, tú eres hermano nuestro!” decían ellos… “¡Ah!... ¿soy hermano de ustedes? ¡qué bien!”. Entonces se comenzaron a establecer los lazos comunicativos y la reafirmación identitaria. Ese espejo que la memoria guarda. Yo apuesto por asumir, como los vates (Neruda, de Rokha, Mistral o Cardenal) la voz de los sin voz, la voz de los oprimidos. Sobre todo ahora que los mass media nos dicen una cosa muy distinta de lo que ocurre verdaderamente en la realidad. Yo no me trago esa idea del “fin de la historia” y que tenemos que abrir las piernas como Malinche a la globalización, etapa superior del capitalismo. Creo que los poetas mapuche en general, desenterramos ese espejo apagado que la memoria guarda, para desestereotipar lo que el poder ha ocultado siempre. Por eso, lo tradicional tiene que apostar no sólo a un formato moderno en la escritura, sino que a la palabra negada y hablada de nuestra particular historia. Algo tendrá que decir frente a los procesos sostenidos de blanqueamiento cultural. La poesía mapuche es un discurso de resistencia, porque trata de abofetear a la poesía chilena. Les falta lo que nosotros tenemos: una poesía con identidad, con memoria histórica, una poesía que trata de construirse en función de la oralidad, de sus antepasados. Y apostar también a la escritura. La identidad pluricultural del sur. La identidad del sur de Chile es como un charquicán con tallarines y con muchos vegetales, es un híbrido. Pero uno como poeta apuesta a una identidad en particular, que en mi caso es la Mapuche-huilliche. La relevo a través de la poesía y trato de enaltecerla, porque está catalogada dentro del establishment como lo más bajo; por tanto, trato de subirla al mismo nivel de conocimientos que la poesía de “la sociedad occidental”, nunca olvidando lo mixto. Esta situación intercultural, viene a determinar una cierta variabilidad respecto a la identidad. Creo que debe entenderse como pluricultural y no unívoca, como lo plantea la ley: “todos somos chilenos”. El castellano del sur está plagado de hibridación: palabras del mapuche (su toponimia, antroponimia); quechua (guagua); del árabe (almohada); anglicismos (jeans); italianismos (tallarín); nahuac (chocolate, tomate); etc. Con todo esto se construyen textos así: “EL HABLAR DE CHILE: Tenemos la palabra Chilli y su bandera astillada / La lengua pater and mater con Hot-dog and chucrut / Un brillar de alhajas en sus muñecas / Con todo esto visionamos en el Tirol al escuchar / Un corrido de Tlatelolco./ El agua caliente fermenta mi mate con llantén / En Ego cui Alter Ego / El cinema en koa y en latín mal hablado se troncha /en mapudungün con el rock de la urbe / Iluminada por un rey.” La estética poética en el sur de Chile. Están los jóvenes, quienes aparte de decir sus engranajes internos, están en cierta estética de la ambigüedad, la búsqueda, la locura, una generación de Electras y Edipos. Estos jóvenes ni siquiera respetan a su padre y madre, peor que Passolini, Rimbaud o Bukowski. La estética escritural post-golpe, quienes como: Mansilla, Riedemann, Trujillo y Torres Nelson o Torres Jorge, apostaron por escribir la historia de este sur testimoniando no sólo lo que les tocó vivir, sino también reescribiendo la historia con los anclajes ocultos de lo colectivo. La estética noventera: como: González, García, Velásquez, Vollmer, los cuales, tomando lo de la generación anterior, elaboran estéticas del joven hip-hop, joven isleño, joven pichanguero y del joven cogotero. Por último, la estética mapuche-huilliche, quienes vienen a resignificar lo sincrético, el testimonio, lo idealizado, lo híbrido. Claro, recogiendo también aportaciones estéticas de los poetas post-golpe, ochentera-noventeras, y de la tradición poética universal, con el fin de abofetear, descolonizar “cierto canon” poético chileno. Migraciones y usurpación de tierras. Me parece interesante el movimiento de los huilliche en la isla de Chiloé, el movimiento de chilotes en el S.IXX a San Juan de la Costa, la ocupación de la Patagonia por parte de la gente del sur. Pero preocupante esa colonización forzada de italianos y alemanes “pobres”, pero con el apoyo del Estado, quienes vienen a usurpar las tierras a los mapuche-huilliche. De esos choques viene, a mi parecer, esa suerte de mestizaje, santerismo, sincretismo, hibridación y resistencia cultural. Creo que la poesía viene a acercar miradas sobre cierta historia culpable. Sacarse los zapatos. Si tú viajas al campo puedes encontrar allí lazos de solidaridad más profundas que en la ciudad. Las relaciones sociales en las zonas urbanas están un poco trastocadas. Todo está en función del mercantilismo. En las zonas rurales todavía tú puedes ir a una minga y te pagan en pan o en carne; o llevas pan o mate y se comparte un poco más la palabra. Creo que es un valor fundamental. La gente que ha crecido dentro de esta relación campo-ciudad, tiene tomada la decisión de alguna vez volver al campo -esa es una apuesta- porque en realidad la sociedad urbana aquí en el sur de Chile está muy contaminada a nivel de relaciones sociales. Trato de ir cada vez más al campo y de recoger esos elementos de la identidad. Mi familia, por ejemplo, ya no vive en Puluqui, ya no viven en la isla Quigua, viven en Calbuco. Pero hay lazos comunicativos que ellos tienen con las islas, con el campo, que no se han perdido. Yo trato de tomar esos elementos. Todos los días nosotros realizamos labores cotidianas, como tomar desayuno, trabajar, etc., pero siempre está la conciencia de tener la isla en frente de ti, como una utopía. Tratar de recoger esos elementos del campo y traerlos a la ciudad, por ejemplo, los sueños, las hierbas, el tipo de comida. Y a su vez la gente de la zona rural también hace un recorrido hacia la ciudad, tienen que venir a pagarse, tienen que ir al Registro Civil, etc. Yo tenía una bisabuela que hacía lo siguiente: venía descalza de la isla a la ciudad y en Calbuco se colocaba los zapatos; se iba a pagar, después se sacaba lo zapatos y se subía a la lancha... Yo hago eso a veces… me coloco los zapatos en la mañana, voy a la ciudad a enseñar, a trabajar, vuelvo otra vez a la casa y me saco los zapatos. La poesía de mujeres mapuche-huilliche. Como uno anda desenterrando tesoros, cual pirata Ñancupel, las mujeres mapuche-huilliche como Huinao, Caicheo, Curriao, Manquepillán, Rupailaf y Pinda vienen a mostrarnos aquella intimidad de mujer-niña, jovencita, madre, mujer isla, mujer machi, mujer entregada al cuerpo carnal-espiritual. Quizás con otra carga de liberación simbólica: hilando en la memoria desde del futrakuifiem (el pasado más remoto) hasta el fachantü (ahora), pero siempre aludiendo al kuifi (el pasado) para la explicación de las cosas del presente. Nuestras abuelas. Nosotros los huilliche tenemos mucha relación con las mujeres, sobretodo con nuestras abuelas. Ellas nos han entregado los conocimientos de la lengua, los elementos culturales y religiosos. Cada vez que voy al pueblo donde nací, lo primero que hago es ir a visitar a mis dos abuelas, porque viví con las dos. Ellas para mi son muy significativas. Y si tu revisas, por ejemplo, a Leonel Lienlaf, también habla de su abuela como alguien significativo, porque él se crió con su abuela y con ella aprendió todo lo que él sabe de ser mapuche …. Jaime Huenún también habla de su abuela. Creo que la abuela es un elemento fundamental: ella termina criando al hijo huacho. Me refiero no solamente a huacho en términos de que no tiene padre presente, sino que huacho en términos que el padre ha abandonado a sus hijos; o el padre que ha tenido que ir a trabajar a otro lado… Entonces mi apuesta es por la abuela. La luz y lo oscuro del ser. Los símbolos representativos del sur están en varios espacios, tanto en la ciudad como en el campo, como por ejemplo en la urbe “huinca” hay ríos, árboles, vertientes, que nos señalan el pasado y aquella memoria negada históricamente, por la sociedad occidental. Bueno, en el campo está representado en mantas sin teñir, lo negro de las nubes y del ropaje que no son el luto sino la fuerza de la madre-padre natura. En la literatura que yo escribo aparece esta mixtura: informar sobre la luz y lo oscuro del ser, textos de hibridez cultural donde se combina la ranchera, el western, con el ül (poesía mapuche cantada) y la poesía universal. Mi libro Palimpsesto es eso: parto de la ensoñación de lo más sagrado de la cultura mapuche; asumo la voz de los selknam (onas), porque cuando un pueblo indígena desaparece, el otro agonizante asume aquella voz negada con responsabilidad; luego deambulo por las cantinas de Rahue (espacio de confluencia de obreros huilliche y campesinos) cuya frontera natural es el río y llego al palimpsesto, como dice Marc Augé, a hurgar en la cultura-escritura para desenterrar lo que está debajo, vale decir, “lo subalterno”, el “sustrato” de la identidad mapuche-huilliche. ______________________________________
Entrevista a Juan Paulo Huirimilla realizada por la antropóloga Claudia Arellano Hermosilla el 18 de julio de 2008, en Puerto Varas;
Edición a cargo de Clemente Riedemann;
Antropología Poética del Sur de Chile / en busca de la Suralidad;
Proyecto de Investigación Fondart Regional 2008;
(c) SURALIDAD EDICIONES.

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