sábado, noviembre 29, 2008

LAS ESTACIONES AÉREAS / Antonia Torres

Reseña de Clemente Riedemann ___________________________________________________ Antonia Torres gesta y configura su personalidad literaria en el ambiente privilegiado de una biblioteca ya filtrada de obviedades, como hija de escritor que es. Los libros están muy cerca de ella desde pequeña, susurrándole al oído extrañas palabras, como un grillo en la noche infinita de la divagación existencial.
__________________________________________________ El libro epigrafea con Montale, continúa con un semioculto Salinger, Andre Racs en la memoria, pero Eliot en la cita, Pizarnik le habla de esquizo, y Cisneros quizás en lo mismo, para cerrar la compañía con Cuasimodo, quien le regala el título del libro. Acaso un conjunto hostil entre si mismo, de todas modos exigente para una debutante. No hay lugareños en su baranda. La diatriba paterna pudo ejercer su efecto y también su gravitante verbo distanciado: “Déjese en paz musitar los febriles delirios” (Advertencia, p. 11);
Pero ello no siempre es un punto a favor. Exceso de referentes al comienzo del camino puede estropear el néctar. Se requiere de temple psicológico e intelectual para sobrepasar las vallas del rigor y la observancia a veces inhibitoria de los autores antecedentes, especialmente cuando se les tiene cerca de un modo inevitable. Pero ella lo consigue o cuando menos lo postula categóricamente desde Las Estaciones Aéreas, su obra inaugural: “Sólo restos/ pedazos dispersos de un libro benévolo / materia encontrada al azar para leer las señales, / el íntimo mapa de la existencia.” (Segunda inmersión, p. 26). Una muy madura percepción de la escritura poética, acaso demasiado escepticismo para una joven, pero he ahí el efecto de la buena lectura, que es como una transfusión de sangre del bagaje humano en la tierra;
¿Cómo lo hace? Junto con sacar provecho de la vecindad dorada de una bibliografía de selección (para una joven no es lo mismo estirar la mano y sacar un Coelho que sacar un Salinger ); del patrimonio de habitar una ciudad particularmente dotada con la sensibilidad de los viejos arcanos (no es lo mismo ser joven en Valdivia que serlo en Tinguiririca; o, dicho de otro modo, no da lo mismo ser hija de Jorge Torres que serlo de cualquier otro vecino); de la maña que se otorga para abrir el legajo de la tradición e instalar un discurso distintivo, minimalista, preñado de fresco pensamiento, desde el cual el espacio se observa desde ángulos alternativos : “zambullirse en este río…/ desde donde toda perspectiva es mejor y más bella…/ mi nariz asomándose a la existencia / o un paréntesis de ella” (Primera inmersión, p.13); Como un fotógrafo que busca que los objetos le hablen, en lugar de captarlos desde la acomodada cuadratura de “lo correcto”;
Antonia Torres llegó a un primer libro bien a salvo de la tentación emocional, que hace bien a la vida pero no tanto a la literatura. Esta requiere de ideas para autosustentarse y proseguir una tradición. Es decir, llega con ventaja leída y reflexionada a la “apertura de temporada”. Por eso busca espacio para posar la mirada en los intersticios, en el detalle estratégico, no en los personajes, sino en la manera en cómo éstos se inclinan, decaen, recobran aliento y fulgor, desinteresada de la compostura que no distrae: “en la fotografía / aparecen borrosos mi padre y su amigo / en cuclillas para igualar el aire de mi lente” (Segundo andar, p.34);
Su tiempo no es lineal, ni compacto. Ella segmenta el año en sus estaciones e identifica en cada una de ellas la temperatura, el color, los sentidos temporales de la palabra. Hay algo de escepticismo en ese gesto. ¡Qué duda cabe! Las estaciones reciben las palabras, incluso las mismas, pero de distinto modo: “cuando la tarde primaveral trae un ala retorcida”; “y el verano es un dedo de polvo” (Introducción, p.8); “como siesta empozada en invierno” (Todo libro es una cazador furtivo, p.12); “la tarde y su rojez de otoño avergonzado” (Tarde vertical, p.17). Y recupera así la novedad de la vida en su contexto más exigente, el de la dimensión cotidiana, construyendo universos a partir de sus micro magnitudes. Sorprende en este primer libro la cantidad de melancolía y eternidades que la autora descubre en esos vuelos sobre la efimeridad;
Comparado con otros primeros libros de poetas mujeres del sur, pónte tú, la Rosabetty Muñoz de Canto de una oveja en el rebaño (1981); o la Maha Vial de La cuerda floja (1985); o la Roxana Miranda Rupailaf de Las Tentaciones de Eva (2003), Las estaciones aéreas (1999) aparece como un volumen con menos resolución estructural (de hecho es otro libro a partir de la página 24, con el poema Ciudad que viaja hacia adentro y el abandono de los epígrafes y citas prestigiosas; además, no titula los poemas de apertura y de cierre, indicio de exploración "en vuelo", mas que itinerario establecido). Pero a cambio ofrece una problemática nueva, sobre todo sintáctica. Alejada de la temática evangélico-metafórica (Muñoz), genérica (Vial) y étnica (Miranda Rupailaf), Antonia Torres postula una perspectiva puramente intelectual. En su libro no vive Dios, ni la mujer, ni la etnia. Sólo una personalidad intelectual que funda su identidad en la palabra. Quisiéramos ver expandido su verso en prosa poética liberada de las condicionantes respiratorias y efectistas del verso cortado. A partir de Saint-John Perse, por ejemplo, pues pensamos que ese formato liberaría un flujo dialéctico que intuimos potente, pero constreñido en este primer libro por el verso convencional en escalerita;
Sobre el final, Antonia Torres recupera la noción topográfica de la poesía como un instrumento guía en la decodificación de las realidades, es decir como representación (el mapa no es el territorio): “No hay retorno en este bosque / Habrás perdido el mapa o ya no sabrás leerlo…” (Poema final, p.36 o casi)
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Torres, Antonia (1999). Las Estaciones Aéreas. Ediciones Barba de Palo. Valdivia;
Reseña de Clemente Riedemann;
Proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile; Fondart Regional, 2008:
SURALIDAD EDICIONES, 2008;

sábado, noviembre 22, 2008

Mario Contreras Vega: "Falta levantar el estándar de la profesión"

Mario Contreras. Fotografía de Mariana Matthews.
Entrevista de Claudia Arellano.
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Conflictuado y a veces confundido entre la tradición y la modernidad de Chiloé, donde vive hace más de medio siglo pero donde aún suele ser tratado como "afuerino", Mario Contreras se da maña para percartarse de los principales fallos en el sistema de comunicaciones literarias del sur: "Falta levantar el estándar de la profesión", dice, casi sin darse cuenta de lo atinado de su diagnóstico.
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Entre ayes y pájaros. Cuando uno escribe, está pensando en reacciones frente a determinadas pulsiones que recoge del medio ambiente. Por cierto, hay una serie de experiencias vitales detrás, de situaciones que uno ya las vivió, pero que no había podido sacar a flote. Antes de escribir Entre Ayes y Pájaros yo había vivido en un lugar de Chiloé que se llama Puntra. Allí había un río donde pescaba y también solía ir a cazar patos. En una oportunidad encontramos un ulmo que tenía un panal de abejas. Lo descubrimos porque la miel caía al suelo. El panal debe haber estado ahí unos diez años. Sacamos 120 kilos de miel de ese árbol. La miel de más abajo estaba petrificada. De repente aparecía una familia de abejas sobrevolando la quinta de manzanos. Entonces le metíamos bulla con tarros, la iluminábamos con espejos, porque, según la gente, con los espejos las abejas iban a perder la visibilidad y bajarían a tierra para apoyarse en los árboles más cercanos. Así ocurría efectivamente. Estando allí las abejas, rápidamente construíamos un cajón, tomábamos el panal y lo conducíamos dentro de él. Tú puedes coger el panal de abejas con las manos. Si no las oprimes y no les tienes miedo, no te hacen nada. Yo me sacaba la ropa, me apretaba los pantalones bien firmes en los tobillos y en la cintura y me iba a coger las abejas a torso desnudo. Entonces, cuando yo hablo de esas experiencias, es porque la viví personalmente. Pero ello no entró en mi poesía sino hasta 1977. Fui a un encuentro de poesía en Valdivia y descubro por casualidad a un cura que había llegado exiliado a Ancud. Se llamaba Jackson. El tenía una colección de libros de Ernesto Cardenal y una antología de poesía china. De allí surge mi vínculo con Li Po, que está anotado en Entre ayes y pájaros. El cura me facilitó esos libros y me dije… ¡Esto sí que es poesía! ¡Lo que yo escribo son puras porquerías! Se me abrió un canal de comunicación con esas experiencias de la vida campesina y la consulta de esos libros. Y así fue surgiendo mi propio libro en defensa del bosque chilote;
Te vengo a suplicar un día de trabajo. La sociedad chilota hasta la década del 80 era una muy homogénea, por una cuestión elemental de su economía, porque los chilotes eran casi todos propietarios campesinos. Aquí no había clase obrera, ni peones de fundo. Todos eran dueños de su propia fuente de trabajo y de sus propias herramientas. Cuando los campesinos se requieren entre sí para realizar las mingas, “te vengo a suplicar un día de trabajo”, dicen. Así, en términos formales, esa es la palabra que usan “suplicar”. Cuando se suplican, están hablando entre iguales. Cuando tú contratas a alguien para que te trabaje en el campo, tú estas hablando con un igual. El que ese día te va a servir de obrero para que te levante un cerco o para que te cape un animal, también es propietario, aunque tú lo contrates de obrero o peón, por lo tanto, no te da pie al trato de patrón como es el trato al inquilino en la zona central. Tú pagas con alimentos u otras cosas, pero estás tratando a un igual. Eso produjo una homogeneidad social y que hace que nosotros seamos diferentes, pero que no nos sintamos inferiores del resto de las tribus del país, las de los burgueses, de los potentados, de los dueños de los campos. De hecho aquí muchos chilotes añoraban en tiempos de la Unidad Popular ser socios de la SNA. En su ingenuidad ellos se sentían de igual a igual con Domingo Durán, con Onofre Jarpa, porque eran propietarios campesinos igual que ellos, aunque tenían sólo cuatro hectáreas;
Nos están haciendo olvidar nuestras raíces. La globalización me afecta en lo personal, en mi escritura. Siento que es un ataque grosero contra nuestra existencia. Yo defiendo esa existencia que conocí en el pasado, esa existencia paradisíaca que uno tiene de niño y que presiente que es la que nos va a salvar. La globalización es un ataque permanente a la relación padre-hijo. Los medios de comunicación establecen el control y el lavado de las conciencias. Se nos quiere imponer el olvido respecto de los hechos que nosotros conocimos y vivimos, algunos felices, otros infelices. Años atrás murió un compañero prisionero político y redactamos un aviso mortuorio. Lo llevé a la Radio Chiloé, pagando el aviso por cierto, “tenemos el sentimiento de comunicar el lamentablemente fallecimiento de nuestro camarada y ex preso político…”. Entonces en la radio me dijeron: “Esto no puede ir…” Y me corrigieron el aviso: “¡Cómo que ex preso político! ¡Es una calumnia, aquí no ha habido presos políticos, los que han estado presos han sido delincuentes! ”… Me sentí súper mal. Pero luego me fui a otra radio, a la Estrella del Mar. Entonces dije yo, si esta gente todavía estando vivos dicen que esta historia no existió, ¿qué va a pasar cuando estemos muertos? Van a decir que esto que vivimos es mitología del siglo pasado. Yo siento que eso es lo que se quiere imponer, ese tipo de olvido. No solo en relación al aspecto político, sino también con las tradiciones, con nuestra cultura, con nuestras formas de vida, que fueron mucho más amables en el siglo pasado, aunque mucho más pobres… No pobres en cuanto a lo miserable, sino más precaria en cuanto a los elementos de subsistencia: nos conformábamos con menos. Nos están lavando el cerebro, nos están haciendo olvidar nuestras raíces. Siento que no tiene ningún valor para el mundo actual la identidad, la que está hecha de esos valores que nosotros traemos de los padres;
La construcción moral del individuo. La identidad no es una suma de etnias, no es una suma de discursos ajenos, no es una incorporación de elementos diversos en un discurso. La identidad es una cuestión de construcción moral del individuo. Tiene que ver con la conciencia que uno ha logrado desarrollar en relación con su entorno. Una construcción de la historia personal de cada uno. El asunto es cómo somos capaces de mantener una coherencia con esa historia para transmitirla en forma coherente a los que vienen detrás de nosotros. Siento que los elementos modernos que se están incorporando no están todavía asumidos en plenitud, no están esparcidos molecularmente en el cuerpo de nuestra individualidad. Están incorporados forzada y ligeramente. Pero llega un momento en que los jóvenes vuelven acá y revisan lo que han asumido, de lo moderno, de lo actual, de la tecnología, y se dan cuenta de que hay muchas cosas que les están sobrando y las empiezan a rechazar de nuevo. Viene un momento de aceptación y uno de rechazo, de satisfacción y de resabio;
La etnicidad. Lo que se reconoce como étnico es aquello que tiene que ver con lo no aceptado por la sociedad dominadora, con los grupos de poder. Una de las primeras formas de esta resistencia cultural, de esta etnicidad, es el uso del lenguaje. Entonces el lenguaje es primordial para que uno pueda arrogarse el papel de una persona vinculada con su poderío, con su voz en lo étnico. El Chiloé consciente, es una etnia que hace resistencia cultural. Yo creo que el aislamiento es más una táctica que una estrategia, es un elemento de reforzamiento, porque Chiloé pudo haber salido del aislamiento, de hecho salió, pero no quiso salir más masivamente. Habían medios, habían condiciones, pero no quiso utilizar ese elemento. Se sentían bien acá dentro de su pobreza, de su mundo propio, no querían conservadores extraños. Yo llevo más de cincuenta años acá y estoy cierto que en algunos sectores me podrían mirar con desconfianza porque soy de afuera… ¡después de cincuenta años!;
El machismo latinoamericano. Como ocurre en toda la sociedad latinoamericana, el poeta hombre de Chiloé no deja de ser un personaje similar al resto de los hombres de este continente. O sea, machista. Se sienten superiores, miran en menos, ningunean y se sienten avergonzados si la mujer tiene más éxito que él. A la mujer se la ve con muy poca fuerza, con poca potencia. Se la ve más bien adecuada para las labores de casa que para escribir poesía. Yo lo escuchaba en los talleres literarios “con las mujeres no hay que preocuparse mucho, porque una vez que se casan, se van a olvidar de escribir”. Bueno… y ocurría efectivamente así. Muchas mujeres usan la poesía como un goce hedonista. Como un asunto puntual para lucirse, para hacer sociabilidad, literatura de salón, de entretenimiento, de compañía. Entonces no creo que haya machismo en realidad. Creo que, simplemente, hay mayor rigurosidad en los hombres para asumir esto como una profesión. Pero hay excepciones notables en este sentido, como en el caso de Rosabetty Muñoz;
Volver al primer verso. El factor geográfico y climático es un componente común para todos los poetas del mundo. En la poesía nuestra, hay mucha historia y esas historias son marcadamente locales y son irreconocibles en otros lugares del mundo. Por eso muchas poesías se quedan pegadas en el espacio geográfico en el que nacen. Cuando fui a la Expo Poesía de Santiago los jóvenes poetas criticaban la reiteración del tema de la lluvia en nuestras obras -aquello que ellos no tienen- y señalaban que no había novedad en nuestras temáticas. Creo que uno sigue volviendo al origen, creo que todos volvemos al momento del primer verso. Mi poesía es religiosa, pero no se ha percibido así… ¡No estoy en ninguna antología de poesía religiosa! Es religiosa en un sentido de unión mística con la naturaleza y de creencia en Dios;
Imágenes del sur. El humo. Siento que el humo es lo que –en resumen- va quedando. El humo que nos hace lagrimar en las noches mientras –adormilados- intentamos imaginarnos los personajes y territorios de las historias campesinas. El humo de los incendios de bosques, de las “quemas” para habilitar potreros de pastoreo. El humo de la ciudad que arde, con ocasión del terremoto de 1960 (fin de una época); el humo de las fogatas junto a las cuales nos convocábamos los jóvenes en los trabajos voluntarios (inicio de otra época); el humo del bombardeo a La Moneda y de las fogatas encendidas en el patio de Carabineros de Castro para quemar nuestros libros y nuestros sueños (fin de otra época); el humo de las Torres Gemelas y las bombas en Irak…;
Un lenguaje de ironías y de guiños. Siento que el trabajo que he realizado trata de incorporar la historia de la gente común, pero narrada por alguien que –si bien convive entre ellos y maneja dicho “lenguaje”- percibe que se requiere de algunos apoyos para “resaltar”, para hacer más visible sus historias. De ahí la recurrencia a la historia pasada que se emparenta con la cotidianeidad, con el acontecer del día a día, con la circularidad, el uso de la ironía, de la burla, de los guiños;
Estética de mundos personales. Me da la impresión que en algún momento en Chiloé quiso crearse una “escuela” que corrió por los caminos del exteriorismo cardenalicio, gracias al influjo de Aumen. La de hoy, si la hay, es apenas una estética del rescate de mundos personales, recordar a la abuelita o al amigo con el que se jugaba al trompo o se espiaba a las primas cuando iban al retrete. Una estética del individualismo semisecreto y conservador, que no se atreve ni a dictar recetas ni a imponer criterios ideológicos, seguramente por cobardía, por carencia de argumentos, por falta de espesor, por reconocimiento implícito de la propia pequeñez;
Conflicto entre tradición y modernidad. Se ha producido una diferenciación en el lenguaje habitual de viejos y jóvenes, de aquellos que han sido y se reconocen “colonizados” y los que se resisten (cada vez más marginales, cada vez con menos espacios) y de aquellos que encabezan la tarea de “modernizarnos”: medios de comunicación afuerinos, pertenecientes a las grandes cadenas de la información y la globalización, entre ellos autoridades y formadores que desconocen sus raíces y su historia y que acusan de agoreros a aquellos que se resisten a sus políticas;
Un Castellano de misa de difuntos. Se tiende a escribir en un castellano semi arcaico (pero vigente o al menos no obsoleto) con voces provenientes de la Biblia de nuestros padres. El discurso religioso prima, aún en los que se identifican como agnósticos o ateos. En el espacio de “lo chilote” la diferencia está en el modo en que se usa el lenguaje, no en el lenguaje mismo. El tono musical del discurso de nuestros poetas –hombres y mujeres- hace que sus lecturas de poemas se parezcan a los rosarios cantados con que se acompaña a los difuntos;
Levantar el estándar de la profesión. El trabajo continúa realizándose en silencio y con soportes insuficientes. Eventos regionales de poesía a los que no todos concurren por su persistencia en el decadentismo y la estética naif. Ferias del Libro que privilegian a los escritores de moda en Santiago. Editoriales que imprimen pero que no comunican ni distribuyen. Faltan gerentes para levantar nuestra actividad. Falta que nuestros escritores perciban la diferencia entre un libro impreso en una imprenta comercial y un libro hecho por un editor. Falta la coordinación de muchos especialistas en torno al libro como objeto de arte: diseñadores, diagramadores, ilustradores, fotógrafos, críticos, traductores, comunicadores. Tenemos peso y potencial, pero carecemos de las habilidades y capacidades para enfrentar las realidades del mercado del libro.
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Entrevista realizada por la antropóloga Claudia Arellano Hermosilla en el Restaurante Vista Hermosa de Castro, el 24 de julio de 2008;
Edición y bajada de título de Clemente Riedemann;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008;

Historia Regional II: Ocupación colonial hispánica

Artículo preparado por Clemente Riedemann y Jorge Torres Infante _____________________________________________
Una primera información respecto de la ocupación hispánica en la región, discrimina acerca de tres sectores de temprana exploración, con núcleos originarios –ciudades- establecidos en administraciones sucesivas. Sin embargo, este primer intento de instalación europea en los páramos de la región del centro-sur, resultó en una empresa pionera fallida, por no estar inscrito en un proyecto de ocupación sustentable, sino en la simple “toma de posesión por adelantamiento”.
________________________________________ En primera instancia, tenemos el avance hacia el sur de Pedro de Valdivia, quien, en su interés por ampliar sus posesiones territoriales, funda la actual ciudad de Valdivia, en 1552, a la que llamó Santa María La Blanca de Valdivia (“Por hebrero deste presente año de 1552 fundé la ciudad de Valdivia; tienen de comer cient vecinos; no sé si coando les hubiere de dar Cédula, podrán quedar todos” ;
Una segunda instancia la constituye Osorno, fundación del gobernador García Hurtado de Mendoza (1558), con nombre original de San Mateo de Osorno. Una tercera exploración de ocupación la tenemos con la fundación de Castro (1567), por Martín Ruiz de Gamboa, instancia que marca una suerte de larga espera en la ocupación hispánica de la región de Chiloé, ya que si bien tenemos el establecimiento de puntos poblacionales menores en sus cercanías (Calbuco, Carelmapu, Chacao), sólo con la fundación de Ancud, en 1768, podemos hablar de una fundación mayor;
Las posteriores rebeliones mapuches (1598) obligarán al abandono de prácticamente todas las ciudades ubicadas al sur de la línea del río Bío-Bío. A esto se añadirá la aparición de los piratas holandeses e ingleses en las costas chilenas a partir del siglo XVII;
El esbozo anterior, puede comenzar a articularse sobre fuentes tan esenciales como las Cartas de Pedro de Valdivia a Carlos V, en la cual expone la expedición que intentó hacer al Estrecho de Magallanes, para lo cual exploró nuestra región (Carta del 26 de octubre de 1552). O bien, lo informado por García Hurtado de Mendoza respecto de su viaje al Seno de Reloncaví (1558), y de lo cual también informa Alonso de Ercilla y Zúñiga en La Araucana (III parte, cantos 35 y 36), diciendo: “Nunca con tanto estorbo a los humanos / quiso impedir el paso la natura, / y que así de los cielos soberanos / los árboles midiesen el altura; / ni entre tanto peñascos y pantanos / mezcló tanta maleza y espesura, / como en este camino defendido, / de zarzas, breñas y árboles tejidos”;
Tenemos, pues, que este primer intento de instalación europea en los páramos de la región del centro-sur, resultó en una empresa pionera de exploración fallida; por falta de apoyo material; por falta de recursos humanos; por la explicable animadversión indígena hacia los extranjeros invasores; por las características particularmente difíciles de la geografía y el clima; en suma, por no estar inscrita en una estrategia de expansión política y económica sustentable, sino en la simple “toma de posesión por adelantamiento”, lo que parece tener validez en el contexto de la época. De otro modo no se explica que sólo casi cien años después, a raíz de la excursión holandesa de Brouwer (1643) la corona española se decidiese a reforzar la plaza de Valdivia con el formidable sistema de fortificación levantado en la costa del Pacífico;
En relación con la literatura, ésta época ha sido objeto de re-interpretación en relativamente pocos autores contemporáneos del sur de Chile: Clemente Riedemann en Karra Maw’n; Nelson Torres en De Indias; Guido Eytel en Casas en el agua; y tangencialmente, Sergio Mansilla en Noche de agua.
Los autores de origen mapuche omiten, en general, la mención de esta zona de la historia en sus obras. En ellos, el empeño rememorativo surge a partir del establecimiento de la República, incluso con posterioridad al periodo de los parlamentos y al establecimiento de las reducciones como solución acordada respecto del tema de la propiedad territorial;
En términos de la memoria ancestral, en la historia verbalizada por los autores mapuches, por distintas razones, la época de la conquista no está presente. Es más, la historia del heroísmo mapuche en la época colonial hispánica es una historia oficial "blanca", preconizada por los dominadores europeos a partir de La Araucana de Alonso de Ercilla y asumida por la sociedad chilena como verdadera. La versión considerada "bastarda", la de Pedro de Oña, Arauco Domado -quien curiosamente suele ser mencionado como el primer poeta chileno y que narra las andanzas bélicas de don García Hurtado de Mendoza- es descalificada en sus méritos literarios y por tratarse de una obra "por encargo", destinada a exaltar el punto de vista del conquistador.
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Riedemann Vásquez, Clemente; Torres Infante, Jorge (1999;2003) Esbozo para una historia regional del sur. En Centro de documentación del patrimonio cultural del sur de Chile. Proyecto Fondart;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008. suralidad@gmail.com

CEREMONIAS / Jaime Luis Huenún

Portada del libro Ceremonias de Jaime Luis Huenún
Reseña de Delia Domínguez
___________________________________________________ La poética de Jaime Luis Huenún es una revelación provocadora por el atrevimiento de sus fórmulas sintácticas, en un discurso donde contrapuntea el catecismo oral de su Butahuillimapu con los grandes temas del universo, pulseando, como el guerrero que es, la muerte y la vida, en un desarrollo lírico-circular que conduce a lo infinito.
_____________________________________________ Ceremonias es un libro testimonial en el sentido de atestiguar un estado de cosas presentes que no se comprende sino a partir de antecedentes históricos que se remontan a principios del siglo XX: el actual estado de miseria de quienes han sido desterrados –los huilliches o sus descendientes- de los lugares antiguos en los que vivían sus abuelos;
No quedan sino reducciones o campamentos urbanos desde donde se construye la memoria del amor y del dolor. Pero el libro no se limita al lamento por la pérdida de la identidad primigenia, lamento que, por otra parte, suele convertirse en instalación imaginaria en el pasado, como estrategia de rechazo radical a un aquí y ahora degradado. No insiste tampoco en la construcción voluntarista de un sujeto indígena marcado por el exotismo trágico del excluido o el exotismo turístico del no occidental;
La testimonialidad indígena-mestiza del libro descansa en el hecho de asumir una estrategia discursiva mapuche (nûtram) como base para la elaboración del universo lírico, contenido de múltiples referencias etnoculturales propias del mundo mapuche actual y por impulsos utópicos que vinculan esta escritura a la tradición de la poesía moderna occidental, en el sentido de que la palabra poética constituye siempre una manera de construir la significación auténtica de las cosas, de afirmar la belleza del existir en el escenario del mal y la muerte, de asegurar, simbólicamente, la continuidad de la sangre más allá de su derramamiento;
En este sentido, Ceremonias recuerda muy de cerca la poesía de César Vallejo; no sólo por el dolor sino, sobre todo, porque está la certeza que muerte y vida, odio y amor, no son en si mismos excluyentes: depende de cómo y porqué se viva o se muera, cómo o por qué se ame o se odie. Pero esto depende a su vez de una estrategia de textualización que supere el binarismo simple y maniqueo heredado de la tradición judeo-cristiana. Y es aquí donde Jaime Huenún ha encontrado las palabras exactas para hacer verdadero sentido de los rituales ceremoniosos del amor, la muerte y el regreso;
Por otra parte, hay un complejo entrelazamiento de voces que nos recuerdan a Pedro Páramo, de Juan Rulfo, más precisamente en la conversación de los vivos y los difuntos, como en el poema En el cementerio de San Juan: “Los parientes se vienen de lejanas hijuelas, / trayendo en sus morrales hogazas de buen pan. / Junto al muerto lo miran, lo comen y lo piensan / hasta cuando no queda más en que pensar.” (p.39);
He aquí que el libro Ceremonias deviene nûtram : conversación fascinante de los vivos y los difuntos que se vuelve interpelación a la conciencia histórica y moral del lector (mapuche y no mapuche) en el sentido de empujarnos a comprender al otro y, por oposición, a nosotros mismos, en la grandeza y miseria suyas y nuestras;
Se escribe, entonces, desde y con el dolor de saberse “reducido” por el poder marginador y degradante de la sociedad chilena blanca; pero también desde la conciencia de saberse poeta dialogante que comparte con los lectores la conversación mapuche, sus mitos, sus recetas medicinales y las historias de sus parientes vivos y muertos.
___________________________________________________ El presente texto es una selección extraída del Prólogo y la nota de contraportada, escritos por Delia Domínguez en el libro Ceremonias de Jaime Luis Huenún (Editorial Universidad de Santiago, 1999);
© SURALIDAD EDICIONES, 2008
suralidad@gmail.com

domingo, noviembre 16, 2008

La identidad como persistencia en el tiempo

Underground.Fotografía de Fabiola Barrientos (2008)
Claudia Arellano Hermosilla, antropóloga. ___________________________________________
Cambiar sin dejar de ser los mismos o las mismas, como la piel que aparece debajo de la piel, luego de un verano soleado. Transformarnos a partir de lo que somos o mutar hacia otra índole. Asumir la multiplicidad de roles sabiendo que se es ninguno y todos a la vez. Aceptar que del "nosotros" suele desgajarse un "ellos". Tal es la fascinante sinuosidad de este concepto. Más fascinante aún lo es su realidad, entre otras cosas, por que así son las cosas. Estas mismas palabras dicen ahora de un modo distinto lo que suponían al momento de pensarlas. Y, sin embargo, sostienen su nódulo. Como el agua que emana de un surtidor.
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Cambiar sin dejar de ser lo mismo. Entendemos la identidad como un proceso que está en constante transformación, que tiene la capacidad de perdurar —aunque sea imaginariamente— en el tiempo y en el espacio. Pero más que de permanencia habría que hablar de continuidad en el cambio, en el sentido que la identidad a la que nos referimos corresponde a un proceso evolutivo y no a una constancia sustancial; es más bien la dialéctica entre permanencia y cambio, entre continuidad y discontinuidad lo que caracteriza por igual a las identidades personales y a las colectivas. Éstas se mantienen y perduran adaptándose al entorno y recomponiéndose incesantemente, sin dejar de ser las mismas. Se trata de un proceso siempre abierto y, por ende, nunca definitivo, ni acabado. Según Barth (1976) “la identidad se define primariamente por la continuidad de sus límites; es decir, por sus diferencias y no tanto por su contenido cultural, que en un momento determinado marca simbólicamente dichos límites o diferencias. Por lo tanto, las características culturales de un grupo pueden transformarse a través del tiempo sin que se altere su identidad”;
Transformación y mutación. Podemos concebir el cambio como un proceso que comprende dos formas más específicas: la transformación y la mutación. La transformación sería un proceso adaptativo y gradual que se da en la continuidad, sin afectar significativamente la estructura de un sistema. La mutación, por otra parte, supondría una alteración cualitativa del sistema, es decir, el paso de una estructura a otra;
Identidades múltiples. Desde la perspectiva del cambio y la permanencia, es necesario entender la relación que se establece entre identidad y cultura. Gorosito Kramer, en Identidad, Cultura y Nacionalidad (1994), nos explica como la identidad es una expresión de la cultura: “la cultura internalizada en sujetos, subjetivada, apropiada bajo la forma de una conciencia de sí en el contexto de un campo ilimitado de significaciones compartidas con otros”
Para la autora, los sujetos pueden poseer múltiples identidades. En la misma obra, señala: “Se adquiere identidad con la incorporación satisfactoria de un modo particular de significar la realidad; y sin duda esa identidad tiene un protocolo de expresión pública, diferente de otros de expresión privada o de tantos otros como tipos de situaciones -marcadas socialmente- son posibles dentro de este microcosmos cultural…Pero estas distintas modalidades de expresión de la identidad no constituyen rupturas internas del sujeto, no formalizan discontinuidades abruptas que puedan disolverlos en tantos sujetos como situaciones distintas exijan la demostración de aspectos diversos”;
Us and them. Una reflexión similar sobre la idea de identidades múltiples es la que hace Gregorio Recondo (1994) cuando señala que “el ámbito de adscripción de las personas es múltiple, porque los humanos vivimos en distintos círculos que tienen un origen propio. La primera identidad (raigal) se manifiesta relacionada con la tierra natal y la propia familia...A partir de allí se dan otras adscripciones, que suelen responder a elecciones particulares. Así, las personas pasaríamos territorialmente del ámbito local o vecinal al regional y luego al nacional, todo esto porque pertenecemos a varios círculos -e inclusive a todos simultáneamente- a través de identificaciones sucesivas”. De esta manera compartiríamos adscripciones con diferentes sujetos, participando con ellos de un “nosotros”. Y, sin embargo, bajo otras lógicas, los mismos se transformarían en los “otros”, en los diferentes, hasta en los antagónicos.
__________________________________ Referencias.
Barth, Fredrick. (1976) Los Grupos Étnicos y sus Fronteras. Fondo de Cultura Económica. México; Gorosito Kramer, Ana M. (1997) Identidad, Cultura y Nacionalidad, en Globalización e identidad cultural. Editorial Ciccus. Argentina; Recondo, Gregorio. (1994) Identidad, Integración y Creación Cultural en América latina. El desafío del MERCOSUR. UNESCO. París;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008

sábado, noviembre 15, 2008

Historia Regional I : El sur precolombino

Rocas cascada de Hueinahue, Futrono. Foto archivo Suralidad.
Serie de artículos por Clemente Riedemann Vásquez y Jorge Torres Infante.
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Para construír una historia regional del sur de Chile, cabe la opción de revisar críticamente las fuentes consultadas a la fecha y agregar otras de reciente data, alejándose del tradicional enfoque centro-periferia, desde la cual ésta última pierde significativamente su relieve. ____________________________________________
Nuestro pasado más remoto a la fecha, está siendo revisado en función de los hallazgos arqueológicos del sitio de Monteverde y los recientes descubrimientos de los conchales en distintos puntos del territorio central de la región. Ellos nos presentan una realidad precolombina en la cual Puelches, Chonos, Cuncos, Huilliches y Poyas se nos aparecen como las entidades fundamentales que, si bien en algunos casos han desaparecido en cuanto etnia y, en otros, están “arrinconados” en territorios o reservaciones, brindan la posibilidad de acercarnos a ella a partir de los significativos trabajos legados por cronistas, historiadores, poetas, autoridades y viajeros de la Colonia y Conquista de Chile;
En efecto, los testimonios de J. Pietas; M. de Goicueta; G. de Bibar; M. de Lovera; A. de Góngora y Marmolejo; P. de Valdivia; G. Hurtado de Mendoza; D. Rosales; etc., nos informan, en grado diverso, respecto del sur precolombino regional y plantean la posibilidad de reposicionar en la historia el pasado originario en base a una lectura crítica de sus trabajos. De esta manera, el análisis atento de lo que expone, por ejemplo, un M. de Goicueta, resulta iluminador, cuando escribe sobre los Chonos: “.. En esta tierra habitan unos indios marinos que traen unas canoas de tres tablas en la manera que son las de los coronados..., sus armas, son las lanzas, macanas, puñales de hueso y piedras, su vestir es de lana de unos perros pequeños lanudos que crían, su comer es marisco y pescado cual toman con anzuelos hechos de palo y redes de hilo hechos de corteza de unos árboles que llaman quantu del que también hacen mantas, su habitación es en las canoas donde traen sus hijos y mujeres con las cuales andan comiendo lo dicho de isla en isla... “ (Informe de exploración, 1557);
Cabría, entonces, la posibilidad de revisar críticamente cada uno de estos autores-fuentes, para construir una historia regional, según nuestra visión, alejada del tradicional enfoque centro-periferia, desde el cual esta última pierde significativamente relieve.
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Riedemann Vásquez, Clemente; Torres Infante, Jorge (1999;2003) Esbozo para una historia regional del sur. En Centro de documentación del patrimonio cultural del sur de Chile. Proyecto Fondart;
(c) SURALIDAD EDICIONES, 2008.
suralidad@gmail.com

Nelson Schwenke: Poeta trovador de la Suralidad

Nelson Schwenke. Fotografía de Rodrigo Muñoz (2008)
Reseña escrita por Clemente Riedemann.
Suralidad Ediciones, 2008
_____________________________________________ La poesía de Nelson Schwenke se ha sostenido firme y con auditorio creciente a través de los últimos 25 años. Lejos, es el autor que más ha comunicado su trabajo. Su secreto reside en la sencillez coloquial de la expresión; una sustantividad estrictamente apegada a la tradición cultural del sur; la conciencia enunciativa de su circunstancia personal y de su época; además de una aguda observación para captar lo trascendente humano que existe en todas las personas.
_______________________________ No se complica al momento de preparar sus textos, moviéndose con resolución entre las imágenes, a veces conectándolas directamente o superponiéndolas, a sabiendas que la música completará el mensaje y ampliará su semántica, apelando a la inteligencia y sensibilidad de su auditorio. “Está cayendo esta lluvia / que me llama a la ventana / y me pide que yo vuelva / a las calles y a los ríos / a los bosques y a los cerros / a las aguas más profundas / de los limpios manantiales / donde al paso de mi infancia / fui perdiendo la inocencia”;
Por sus canciones pasa todo el sur como una ráfaga de viento, un remolino de imágenes y personajes que reconocemos, porque vivimos con ellos, produciendo una notable identificación con el territorio y sus peripecias. “Está cayendo esta lluvia / con recados y señales / de los eternos barriales / que se forman en las calles / donde a veces amanecen / perros y borrachos muertos / que se duermen a la orilla / de una vieja alcantarilla /sin poder hallar su casa”;
Su poesía establece una alianza entre el espacio de la anécdota doméstica y el sentido antropológico de la existencia, logrando mundos poéticos coherentes, con la nitidez de la fotografía y lo que hay de sugestivo y sugerente en un vidrio empañado. “Ha llegado a avisarme / que la casa de madera / aún se sostiene firme / para seguir combatiendo / otros inviernos de escarcha /de temporales eternos / y que aún en la cocina / quedan fuego y comida”;
En casi todos sus textos está presente el amor por la gente. Se aproxima a sus personajes con resuelta ternura. Les levanta desde la marginalidad o el olvido como ángeles, que están siempre allí, pero no les vemos. “Y yo la voy recibiendo / como una amiga lejana / que ha venido a saludarme / a través de la ventana / y entregándose a la dicha / de danzar ante mis ojos / me recuerda a los boteros / que atraviesan el Valdivia / con sus abrigos de hule”;
Poeta y trovador, Schwenke ha desarrollado una impresionante obra, portadora de la suralidad que marcó su infancia y su juventud, en Ancud, en La Unión, en Valdivia, comunicando en todo el país lo bello y lo noble de nuestra manera de ser.”Y me trae sin saberlo / la cara despavorida / del viejo carretonero / que a la puerta de algún tren / espera por unas monedas / para un trago de aguardiente / algo para que caliente / el estómago vacío / de tantos inviernos largos”;
Al margen de las modas, trabaja sus versos sin apremio, abierto a la felicidad de crear y disfrutando de la alegría que significa comunicar su obra prácticamente todas las semanas del año. “Hoy ha llegado a buscarme / Para que bajemos juntos / hasta el fondo de la tierra / y desenterremos muertos / y escarbemos con las manos / raíces de hierbabuena / para darnos la esperanza / de una nueva primavera. /…Está cayendo esta lluvia /qué lejos estoy de casa”;
Su música es como su palabra o acaso una prolongación fonética de ésta: una vibración amorosa y lúcida que anda siempre por ahí dando vueltas, como los pájaros, las nubes, los paraguas. O los botes en los que sale a remar con los duendes de la imaginación.
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Texto en referencia:
Schwenke, Nelson (2005) . Está cayendo esta lluvia. En Schwenke y Nilo, Volumen 8.

sábado, noviembre 08, 2008

MANOJOS CHILOTES, de Nelson Navarro Cendoya

Reseña de Clemente Riedemann
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Restituír para este libro el impulso de renovación y de reinvención que significó para la literatura de Chiloé en los 60’ es casi un deber cívico. Hoy puede parecer parte del paisaje turístico, como suele serlo todo el esfuerzo pionero en todos los ámbitos de la existencia. Pero resulta evidente que muchas naves chilotas –entre ellas las mejores- partieron desde las páginas de este libro fundamental.
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Cadáveres flotando sobre las olas. Con la publicación de Manojos chilotes se inicia la escritura de la poesía moderna de Chiloé, hasta entonces prisionera en el formato folclórico de la rima pareada o alternada. Con este libro (1964; 1972) Nelson Navarro Cendoya libera al verso chilote de los facilismos lineales que importa la estructura sintáctica de la poesía oral y la canción folk. Escrito desde la perspectiva del profesor rural que –estudiando afuera- regresa a las islas para ejercer su profesión, el poeta privilegia el tono descriptivo para abrir horizontes temáticos no exclusivamente complacientes con la sociedad rural chilota y su a veces forzado empeño por ofertarse como un paraíso de la ingenuidad en el contexto de una tranquila comunión con la naturaleza. Manojos Chilotes se inicia con una tragedia: los cadáveres de un hombre y dos niños flotan al vaivén de las olas cerca de la playa. El poema, prosaico, revela el énfasis descriptivo puesto en la creación de la imagen, alejándose de la musicalidad convencional. (Desenlace, p. 9); Personajes y onomatopeyas. Por otra parte, Navarro Cendoya encara un tema tradicional como la feria artesanal de Dalcahue con ayuda de una técnica propia del relato: el ingreso de un personaje particular en la situación general, penetrando en su intimidad e incorporando la onomatopeya como activador de la imagen final. “A Dalcahue llegas alegre / como el domingo / con tus frazadas a cuesta. / De tu telar oh niña / me traes con olor a floridos / arrayanes / el más dulce abrigo nocturno. / Unas son blancas / y otras multicolores, / más te pido la primera / que ven mis ojos, / pues parece que guarda / las líneas de tus manos. / ¡Cómo oír el trac trac / en tus horas de tejido!” (De tu telar, p.60); Precariedad social y toponimia. Manojos chilotes inaugura para el lenguaje de los modernos poetas que vinieron después ( Mansilla, 1986; Muñoz, 1991) la situación de precariedad social y económica del habitante isleño y el empleo de la toponimia como evocación poética autónoma, con lo que tiene de potente la misteriosa sonoridad de su léxico: “…Sus sones / melodiosos / me llevan / por azules y / serpenteros caminos, / a caletas / nubladas / en una hora / de sembradores / y buzos. / Rincón / de las Chauques, / como Añihué, / Voigue, Cheniao, / Tac, Taucolón / y Butachauques / mi sueño / fue siempre / dormirme / en tus surcos / de esmeraldas.” (Mechuque, p.53); Escritor de Chiloé. En relación con la identidad, Navarro Cendoya la asume en su doble condición de escritor “Escribo / antes de la marea / un adiós, / un saludo / o un retorno / de amor / a la isla. / Escribo / un rumbo / del alma marina, / un viaje / de velas lejanas / hasta sentir / en mis espaldas / el agua fría.” (Escribo, p.16); y de habitante del entorno ecológico marino: “Soy / mar violento / ante negras cumbres / de la cordillera / y algunos árboles / que silbando / se retuercen en la costa. / Soy / lamento de cahueles / en una tarde de invierno, / una red de amanecer / sin peces, / un náufrago y con hambre / en un canal del archipiélago.” (A la deriva, p. 58); Manojos de grandeza. En atención a su léxico, Manojos chilotes reúne los elementos de la naturaleza: mar, cielos, lluvia, flora, fauna, la geografía accidentada de las islas, con la cultura del bordemar, que alterna la agricultura, el pastoreo, la pesca, y sitúa allí las penas y grandezas de la experiencia humana. En este aspecto, el libro de Nelson Navarro es un depósito de imágenes de la chiloteidad tradicional, un hito obligado en el registro poético del archipiélago. Con la modestia que lo ha caracterizado siempre, el poeta tituló su obra del mismo modo, apelando a la expresión local “manojos”, que refiere a lo que se coge con la mano al pasar o en una cantidad justa y necesaria. Restituír para este libro el impulso de renovación y de reinvención que significó para la literatura de Chiloé en los 60’ es casi un deber cívico. Hoy puede parecer parte del paisaje turístico, como suele serlo el esfuerzo pionero en todos los ámbitos de la existencia. Pero resulta evidente que muchas naves chilotas –entre ellas las mejores- partieron desde las páginas de este libro fundamental. ___________________________________________________ Referencias: Navarro Cendoya, Nelson. (1964; 1972). Manojos chilotes. Arancibia Hnos, Santiago; Mansilla Torres, Sergio. (1986). Noche de agua. Ediciones Rumbo. Santiago; Muñoz, Rosabetty. (1991). Hijos. Ediciones Kultrún. Valdivia;
Manojos chilotes, de Nelson Navarro Cendoya es una de las obras consultadas en el proyecto de investigación Antropología Poética del Sur de Chile / en busca de la Suralidad, Fondart Regional 2008; Clemente Riedemann y Claudia Arellano, ejecutores;
© Suralidad ediciones, 2008.